La inocencia alerta de Edgar Bayley
Edgar Bayley. Fotos: Enrique Butti
Acaban de publicarse, casi al mismo tiempo, dos antologías poéticas de Edgar Bayley, en las cuales se manifiesta en el acto la rigurosa prestidigitación y equilibrio que Bayley supo ejercer en su rigurosa (pero antisolemne) fluctuación entre los que él llamaba estado de inocencia y estado de alerta, entre gracia y experiencia. “Todo el viento del mundo” es la antología publicada por Colihue, a cargo (y con iluminador prólogo) de Guillermo Saavedra, y “Antología poética” la editada por Fondo de Cultura Económica, con selección y prólogo de Jorge Aulicino. Aquí presentamos algunos poemas de este protagonista ineludible de la poesía argentina.La morocha y el milagro de la ampolleta
El doctor Pi estaba solo en el silencio de su incómoda y estrecha habitación. Vendrían a matarlo, lo sabía. Sus armas no iban a servirle en esta ocasión.
El doctor Pi no cambiaría sus planes: esperaba a una morocha, según sus costumbres.
Iban a intentar matarlo. No sabía por qué. Sería una muerte dulce, ligera, discreta, en puntas de pie. Pero el doctor Pi no se preocupaba por eso. Tenía mucho que hacer y además esperaba a una morocha.
El doctor Pi se acostó de espaldas en su catre y miró hacia el cielo raso. De allí vendría, pensaba, el rayo aniquilador. ¿Y si el rayo lo trajera la morocha en su bolso? En ese caso nada podía hacer. Sacó del ropero un enorme paraguas de aluminio y esperó confiado a la morocha.
Al rato entró ella, sacó de su bolso una ampolleta y la arrojó sobre el paraguas, que se disolvió al momento.
—Huyamos -dijo ella-, de buena te has librado.
Milagros de la pobreza
Mi amigo Isaías necesitaba un empleo. Entonces publicó un aviso: Joven decidido, entusiasta, aptitudes. Teléfono: ... Nadie podía así precisar si se trataba de una solicitud o de una oferta de empleo y llovieron los pedidos: casos realmente conmovedores. Postergaciones inexplicables. Jóvenes aptos, llenos de posibilidades que por un motivo u otro habían sido olvidados. Él no podía ciertamente ofrecerles el empleo que necesitaban, pero, al menos, podía responder sus cartas, calmar algunas de sus inquietudes, darles algunas esperanzas... Y en eso pasó Isaías todo el tiempo de su juventud que hubiese debido destinar a labrarse una situación.
Isla feliz
no digo nada
no explico
no contesto
no excusaré
no espero
me acuesto
miro al cielo
miro
al espacio
al aire
al río que me nombra
me visitan y estoy solo
tengo el arco de esta noche
el dolor
el silencio así pasa en estos
/ casos
a todos
siempre
no he sabido contestar
eso es todo
Abrir la puerta
me pregunto
y es una pregunta inmoral
si servirá de algo abrir esa puerta
que da al patio
a la tierra
al viento del mundo
a los pasos de la gente
me pregunto
si servirá de algo escribir
a estas horas de la noche
en el silencio de mi habitación
con la puerta cerrada
sería tan sencillo
me digo
abrir por fin la puerta
y asomarme y mirar
dejando que me lleven
los pasos y las sombras del camino
me pregunto si servirá de algo
/ explicar
por qué no explico
cuando tanta palabra y confidencia
intentaron traducirme
y ponerme al descubierto
si servirá de algo abrir la puerta
me pregunto
y andar por el patio
por el mundo entre la gente
abrir de par en par la puerta
para que todo pueda cumplirse
como la hoja de un cuchillo al
/ extremo de un puente
como la red y el roble que salvan la
/ alegría al final del
espectáculo
como el canto de las aguas y el
/ susurro de la siesta
como la playa en sombras y el lecho
/ infinito de los amantes
/ reencontrados
para que todo pueda cumplirse
la luz la noche la inocencia
el nombre que pasa entre las ramas
la puerta se abrirá enteramente
se abrirá por fin la puerta
por si alguno
quiere volver a entrar o salir
o curiosear entre mis cosas
o esperarme mientras vuelvo
y si tardo y no regreso
salir al viento
y olvidarme
Un hombre trepa por las paredes y sube al cielo
Colgado de una soga
el hombre que escala las paredes
tiene fuertes zapatones con clavos
Escala las paredes
porque ha olvidado las llaves de su
/ casa
y mientras escala las paredes
hasta llegar al piso trece
se detiene algunos momentos
en los balcones de cada piso
donde aspira el olor de los geranios
las madreselvas
las hortensias
y los malvones
Hay sol
gallardetes
vendedores ambulantes
y más allá está el río
y más allá los puentes
por donde se va a la pampa
Abajo están los niños
que salen de las escuelas
y por el cielo pasan aviones y pájaros
y sombreros de anchas alas
que el viento arrancó a los
/ desprevenidos
La soga ha sido atada a la viga
que sobresale en la azotea
Un hombre la ciñó a su cintura
y asciende tomándose de la soga
con sus manos enguantadas
Usa un chaleco floreado y una gorra
/ a cuadros
Debe llegar al piso trece
donde tiene que regar unos claveles
pisar maíz
escribir unas cartas
y preparar una cazuela
Sube lentamente
y en cada piso se detiene un rato a
/ descansar
Entra en el balcón de cada piso
y se sienta en un sillón
o se extiende sobre una reposera
y conversa con la vecina o los vecinos
y acepta un café o un mate
o deja caer un chorro de una bota de
/ vino
en su garganta
o juega a las cartas
o escucha confidencias y da
/ consejos
y cuenta algún episodio de su vida
hasta que saluda y se va
y sigue trepando por las paredes
colgado de una soga.
Es el hombre que tiene fuertes
/ zapatones con clavos
y un chaleco floreado y una gorra
/ a cuadros
que olvidó las llaves de su casa
y aspira el olor de los geranios
y debe llegar al piso trece
antes de que aparezcan los búhos
y se iluminen las ventanas.
Están los pájaros y el río allá lejos
y el césped del parque
y los caballos que galopan por
/ la llanura
y esta silla desvencijada
y la bañera
fuera de uso
llena de tierra y de flores
y el mar y el navío que se acerca
y la lagartija que se escurre entre
/ las rocas
y el vendedor de diarios que
/ desde abajo
le grita consejos y advertencias
mientras el hombre vuela
asciende
conquista cada piso con esfuerzo
y mira siempre hacia arriba
la tierra está lejos
el cielo está lejos.
El hombre que trepa por las paredes
colgado de una soga
cuando entra en una casa por
/ el balcón
es bien recibido por los vecinos
y él trata de ser útil
pero en uno de los pisos
una mujer inesperada
que es una sola
y al mismo tiempo
todas las mujeres de su vida
le pide que la lleve con él.
Entonces ella se ata también
/ con la soga
y sube con el hombre
más allá del piso trece
hacia las nubes
el aire libre
el cielo
el viento
entre los geranios
las sombrillas
las reposeras
sobre puentes y puestos de diarios
y mástiles
y enredaderas
y algunas gotas
y semillas
y sueños
con su gorra a cuadros
con su chaleco floreado
con su enamorada de siempre