editorial

La campaña en las redes sociales

  • Apenas conocida la novedad del balotaje, los mensajes e imágenes destinadas a desacreditar a uno y otro candidato invadieron los soportes virtuales.

En los últimos años, las redes sociales se convirtieron en aliadas para difundir todo tipo de información con celeridad y para llegar a un público amplio y variado, en definitiva, aquel que tiene acceso y hace uso de estos recursos. Así lo entendieron, hace tiempo, referentes de empresas y servicios de todos los rubros.

Por este medio se lograron convocatorias masivas en todo el mundo y en el país, como la marcha #NiUnaMenos en contra de los femicidios, el 3 de junio. Y también comprendieron su alcance los candidatos de distintas representaciones partidarias. Una comprensión oportuna en un año marcado por una intensa actividad política en todos los niveles de gobierno, que coincidió con una verdadera explosión en el crecimiento de lectores, consumidores y usuarios virtuales.

Así fue como la campaña para dirimir a las autoridades provinciales y locales y, con mayor claridad, para elegir a los representantes de todos los argentinos, se disputó en los medios de comunicación tradicionales -radio, diarios y televisión- pero también y con más o menos aciertos, en soporte web. Incluso eludiendo la veda, ya que para las redes sociales no rigen los mismos límites que para los otros soportes y por ello los rostros, propuestas y promesas electorales se colaron vía Facebook, Twitter e Instagram en el mismo día de los comicios, el último 25 de octubre.

Como no podía ser de otra manera, con el protagonismo alcanzado por esta vía de comunicación, la novedad de que el país elegiría por primera vez en su historia al nuevo presidente en segunda vuelta, tuvo su primer correlato en las redes, utilizadas no tanto como fuente de información sino como arma de desprestigio. Apenas iniciada la jornada posterior a las elecciones, mensajes, imágenes y videos relacionados con alguno de los dos candidatos, que volverán a medirse el próximo 22 de noviembre en las urnas, ocuparon las pantallas. Esta vez no con propuestas ni estrategias ni segmentación, sino con críticas y comentarios, en algunos casos, de muy mal gusto. La campaña del miedo, la contracampaña denominada “Bu”, archivos desempolvados con frases pronunciadas hace décadas por uno u otro candidato y sacadas de contexto para la ocasión, son algunos de los mensajes que circulan desde entonces entre los propios contactos y son compartidos una y otra vez.

De esta manera, una herramienta moderna y dinámica como Internet se convirtió en el canal para desacreditar a los dos postulantes, apelando a los medios más antiguos. Queda en claro que la división entre argentinos, que durante el último mandato de la actual jefa de gobierno nacional se profundizó -y hasta podría decirse que se alentó- entre propios y ajenos, llegó a un punto tal en que todo se presenta como blanco o negro, con poco espacio para los matices y las medias tintas: se está a favor o en contra. Así, la misma crispación y fragmentación que se advierte en los debates sobre el gobierno, se multiplica ahora en las redes respecto de los candidatos, y la chicana le gana espacio a la discusión de ideas.

Mientras tanto, estamos asistiendo a un hecho histórico: el primer balotaje en la Argentina que, por su propia definición, tendrá sólo a dos candidatos compitiendo por el mismo cargo. Y, por añadidura, el primer debate presidencial de nuestra historia, que tendrá lugar mañana. Todo esto ocurre en un año en el que se pudo elegir democráticamente a los representantes de todos los estamentos de gobierno, a lo largo y ancho del país. Un ejercicio cuya importancia, debe estar por encima de todo enfrentamiento.

La misma crispación y fragmentación que se advierte en los debates sobre el gobierno se multiplica en las redes. Allí también la chicana le gana espacio al debate de ideas.