Lola Mora (2)

Gloria y ocaso de una gran artista

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La diosa Justicia. Inspirada en fuentes clásicas, esta importante escultura de Lola Mora, que perteneciera al original conjunto estatuario del Congreso de la Nación, fue remitida a Jujuy luego de su "desmembramiento" e instalada en jardines de su casa de gobierno.w Foto: Gustavo J. Vittori

 

Por Juan Pablo Bustos Thames

Luego de la inauguración de la impactante Fuente de las Nereidas en la ciudad de Buenos Aires, la escultora recibió el encargo de esculpir una estatua de la reina Victoria, a ser emplazada en Melbourne (Australia), y otra del zar Alejandro I, a erigirse en San Petersburgo. Sin embargo, debió rechazar los encargos porque se le exigía adoptar la ciudadanía británica o rusa, respectivamente. No obstante, parece que alcanzó a vender el boceto que realizó para la reina británica al autor que finalmente resultara favorecido, quien pudo concretar esa escultura.

Consiguió vender el busto que tenía del presidente Roca en Roma; que se le encargara una estatua de Aristóbulo del Valle y una alegoría de la Independencia, así como dos sobrerrelieves para decorar la Casa Histórica de la Independencia en Tucumán.

El gobierno también le encargó cuatro estatuas para decorar la fachada del nuevo edificio del Congreso Nacional, que representarían a los presidentes más célebres de los congresos argentinos históricos: Carlos de Alvear, Francisco Narciso de Laprida, Facundo Zuviría y Mariano Fragueiro.

En 1904 Lola volvió con todos sus encargos: el busto de Roca, las cuatro figuras para el Congreso, la estatua de Juan Bautista Alberdi, la alegoría de la Independencia, y los dos frisos, en bronce fundido, para decorar la Casa Histórica. En Buenos Aires depositó el busto del presidente saliente en la Casa Rosada; y dejó las estatuas para el Congreso. Luego viajó a Tucumán para instalar las demás obras.

En su Tucumán querido

En el caso de la alegoría de la Independencia no le gustó el emplazamiento originariamente previsto (en el ingreso de la Casa Histórica) y movió cielos y tierra para conseguir erigirla en el centro de la Plaza Independencia, donde se yergue hasta hoy. Para ello hubo que desalojar una estatua del Gral. Manuel Belgrano, que ocupaba tan digno sitial, pieza que se trasladó a la plaza de igual nombre, ubicada en el antiguo Campo de las Carreras. Hoy los tucumanos la conocen como la “Estatua de la Libertad”, en su principal y más histórico paseo público.

En esa oportunidad, instaló también los monumentales altorrelieves de bronce, a ambos lados, en el ingreso de la Casa Histórica. Uno de ellos simboliza el 25 de Mayo de 1810. El otro, el 9 de Julio de 1816; fechas señeras de la argentinidad. Finalmente, emplazó su magnífica estatua de Juan Bautista Alberdi, en la plaza de igual nombre y en presencia del gobernador, don Lucas Córdoba.

Durante 1905 Lola se dedicó, de vuelta en Roma, al monumento a Aristóbulo del Valle y a trabajar en los grupos alegóricos que iban a adornar el nuevo edificio del Congreso: la Libertad, el Comercio, la Justicia, la Paz, el Trabajo y dos leones. La reina Elena de Italia visitó su taller en 1906 y quedó impresionada con esos trabajos. En julio de ese año retornó al Plata con esos encargos. Se le concedió una parte del nuevo Congreso para que viviera y trabajara. Vándalos destruyeron el brazo de la estatua de don Aristóbulo. Lola diseñó la cuádriga que se observa arriba del pórtico de ingreso al Congreso, cinceló el tintero de bronce del Senado; y terminó las alegorías para el Parlamento durante 1907.

Al año siguiente inauguró un busto de Luis Sáenz Peña en la Galería de Presidentes de la Casa Rosada y comenzó a trabajar en un monumento a Nicolás Avellaneda. Se le encargó también el Monumento a la Bandera, en Rosario, que no alcanzó a concretar, salvo algunas estatuas que se colocaron en él, recién en la década de 1990.

Casamiento y rumores

El 22 de junio de 1909, a los 42 años, sorpresivamente Lola contrae nupcias con Luis Hernández Otero, un intrascendente empleado del Congreso (donde se debieron haber conocido), hijo de un ex gobernador entrerriano y diecisiete años menor que ella. En los documentos matrimoniales, Lola hace figurar que tenía diez años menos, para disimular la diferencia de edad. La pareja partió a Roma de luna de miel, pero nunca fueron felices. Los problemas entre ambos, tal vez originados por esa causa, afloraron, y al cabo de cinco años, su marido la abandonó. Sobre su vida privada han corrido muchas versiones: desde que fue amante de Julio Argentino Roca, un gran admirador y protector suyo; como de que tenía inclinaciones bisexuales; y que su matrimonio sólo había sido una pantalla para ocultar esa realidad. Cuando a su muerte sus sobrinas quemaron toda su correspondencia íntima, muchos dieron por corroborados los rumores. Sin embargo, su familia siempre lo negó.

La década de 1910 coincide con la declinación de la estrella de Lola. Incumplimientos contractuales de sus proveedores la llevan a endeudarse y tener que hipotecar su atelier de Vía Dogali, en Roma. No obstante, consigue terminar su monumento a Nicolás Avellaneda, inaugurado, en la localidad del mismo nombre, el 8 de junio de 1813 con la asistencia del presidente Roque Sáenz Peña; el vice, Victorino de la Plaza; y su gran amigo, Julio Argentino Roca (ésa será una de las últimas veces que se vean). A partir del año siguiente, con la muerte de Roca, Lola perdería toda la influencia que, hasta entonces, había tenido en los ámbitos del régimen conservador; y los adversarios políticos del “Zorro” tucumano empezaron a pasarle facturas. En 1915 el Congreso decidió desmontar el conjunto escultórico que había erigido Lola Mora, por tratarse de “adefesios horribles”. Y el diputado Luis Agote agregó: “No demuestran nuestra cultura ni nuestro buen gusto artístico”. El conjunto fue desmembrado y sus piezas se distribuyeron entre cinco provincias.

En 1917 se separó legalmente de su marido, aunque continuó firmando “Lola Mora de Hernández”. Al año siguiente, la municipalidad porteña desmanteló la Fuente de las Nereidas y la mandó al ostracismo: el entonces “Balneario Sur”, donde permanece, próxima a la entrada de la Reserva Ecológica.

Muchas decepciones y un nuevo rumbo

Hacia 1920 Lola abandonó, decepcionada, la escultura y decidió volcarse hacia las nuevas tecnologías, convirtiéndose en la primera emprendedora argentina. Compró al inventor italiano Domingo Ruggiano un dispositivo llamado “cinematografía a la luz”, que permitía ver películas, sin necesidad de oscurecer una sala. Intentó vanamente perfeccionar el invento e introducirlo, infructuosamente, en el mercado rioplatense. También se le conocen inversiones en el ámbito ferroviario, vial o urbanístico.

En 1925 recibió otro mazazo mortal. El presidente radical Marcelo T. de Alvear dejó sin efecto la encomienda realizada por los conservadores para que Lola diseñara el Monumento a la Bandera, en Rosario. Era la última obra que tenía encargada por el Estado. Para revertir el golpe, emprendió la extracción de combustibles en base a la destilación de rocas fósiles (equistos bituminosos). Para ello se asoció con otros aventureros y recorrió infructuosamente las montañas de Salta, en procura de desarrollar el negocio. Pero tuvo un fracaso rotundo que se llevó gran parte de sus ahorros.

Desahuciada, y con su salud deteriorada, entre 1932 y 1933 retornó a Buenos Aires, acudiendo al cuidado de sus sobrinas. Le costaba caminar, divagaba y perdía el conocimiento a menudo. En 1933 la Sociedad Sarmiento de Tucumán realizó una muestra a beneficio de la ilustre y empobrecida artista. Dos años después, restaurado el orden conservador, el Congreso aprobó una pensión de doscientos pesos mensuales para aliviar su estado de necesidad. En agosto de ese año Lola Mora sufrió un ataque cerebral que la dejó en la cama, y casi un año más tarde falleció a los 69 años de edad. Sus restos fueron llevados del Cementerio de la Chacarita a Tucumán, recién en 1977.

Así la despidió el diario La Nación: “El decidirse por el arte, ya había significado una proeza, recordemos la fecha de sus comienzos y su actuación inicial. Mujer y escultora parecían términos excluyentes. Los prejuicios cedieron, sobrepujados por la evidencia de su obra”, en tanto que Crítica publicó: “Es el homenaje perenne y sincero que compensa, hasta cierto punto, la ingratitud material de los poderes públicos y la sorda hostilidad de nuestros círculos artísticos que veían en Lola Mora la expresión de gustos anticuados y definitivamente pasados de moda”.

En su memoria, la Ley 25.003/98 instituyó su fecha de nacimiento como “Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas”.