llegan cartas
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Yo no fui
MARCOS AUGUSTO MACHADO
Cuando la gente quiso apedrear a María Magdalena, Jesús dijo: “El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”. Después de dos mil años, nada ha cambiado. Todos somos jueces de los demás y no miramos dentro nuestro. La corrupción, la ambición desmedida por el poder y el dinero, la violencia de género, la trata de mujeres y niños, el narcotráfico, la desnutrición y el hambre, la falta de políticas de salud y educación, la inseguridad, las coimas, el vil y veloz enriquecimiento ilícito, los desgastantes despliegues de los medios de comunicación, los acuerdos políticos, los ritmos aleatorios y convenientes de la Justicia, la pérdida de los valores morales y éticos, etc. han superado todos los límites. Es inentendible e inconcebible que la generalidad de las investigaciones y procesamientos surjan a partir de denuncias del periodismo, de arrepentidos, de testigos protegidos, de empresarios, etc. ¿Qué rol o función les corresponde a las instituciones (seguridad, Policía, Justicia, organismos de control, Iglesia)? La sociedad se ha degradado y convencido a sí misma de que “todo vale” y que nada es pecado, sino “viveza criolla”.
Ya resulta “normal” y moneda corriente ceder o aceptar coimas, favores, sobreprecios en la obra pública, el dichoso “quince”, etc. Cuando apareció la plata en el convento, un sacerdote, por televisión, declaró que “todos” estamos al límite de pisar el palito (“cuando la limosna es grande” -este agregado me pertenece-). El mani pulite real y verdadero existiría si todos los ciudadanos (en especial jueces, funcionarios públicos, políticos, gremialistas, como también sus respectivos testaferros) demostraran sus bienes y orígenes, evitaran las transas y cumplieran, fiel y dignamente, sus funciones. Si todos nos lavamos las manos, como Pilatos, o pretendemos argumentar el “yo no fui”, jamás “cambiaremos”, ni saldremos adelante.
¡Que Dios y la Patria nos lo demanden!