Crimen en barrio Centenario

“¡Dejen de tirar que hay criaturas!”

Fueron las últimas palabras de Alberto “Tito” Castillo, antes de caer fulminado por un balazo en la cabeza. No hay detenidos.

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Natalia señala el lugar donde cayó ultimado su esposo. “Lo mataron como a un perro”, dijo entre lágrimas.

Fotos: Flavio Raina

 

Danilo Chiapello

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Alberto “Tito” Castillo (39) quiso evitar una tragedia. Y ese intento lo pagó con su propia vida.

Hombre de bien, en el más amplio de los sentidos. Solidario, respetuoso y de trato amable. Ése era su mondo de andar por el mundo. Y así lo recuerdan hoy todos quienes alguna vez lo trataron. Entre ellos, su familia, sus amigos y sus queridas alumnas del fútbol femenino del Club Colón, donde el se desempeñaba como director técnico.

Pero Alberto era también un hombre confiado. Por eso, ayer no vaciló en hacerle frente a un par de tenebrosos que andaban a los tiros en la cuadra donde el vive, en Raúl Tacca y Reconquista.

Los “Culitos de goma”

* “¡ Dejen de tirar que hay criaturas!”, fueron las últimas palabras de Tito. Segundos después caía fulminado con un disparo en la cabeza.

Como autores del crimen están siendo señalados “el Gordo” Joaquín y un tal “Tote”; nefastos personajes que son parte de una banda conocida como los “Culitos de goma”, la que desde hace años siembra el terror en el barrio.

Segundos después del asesinato ambos rufianes montaron en una moto y escaparon a toda velocidad. Distintas versiones dan cuenta de que buscaron refugio en la vecina ciudad de Santo Tomé.

Lugar complicado

Alberto Castillo fue ultimado en una zona complicada, en un sector al que se lo conoce como la Villa del Centenario, frente a la ex avenida Mar Argentino.

Hasta allí había llegado hace aproximadamente un año, siguiendo los impulsos de su corazón para instalarse junto a Natalia (27).

Su determinación de abandonar su barrio de origen (Santa Rosa de Lima) le valió no pocos encontronazos con su propia familia, que no veían con buenos ojos su decisión.

“Quiero justicia”

“Nosotros habíamos ido a llevar a mi mamá y a mi hermanito al dispensario. Íbamos cada uno en su moto y eran cerca de las 2 de la tarde”, dijo hoy Natalia en diálogo con El Litoral.

“Al regresar veo que dos personas nos estaban esperando. Uno de ellos me tiró un ladrillazo que me rozó la cabeza, y cuando llego a la esquina me caigo. Dejo la moto y me voy con mis otros hermanos a pedir auxilio. Vuelvo a mirar y veo a un hombre ubicado atrás de un árbol y otro parado frente a mi casa. Empezaron a tirar tiros hacia el pasillo donde estaba con mis hermanos. De pronto todos salen corriendo. Salgo y lo veo a Tito que estaba tirado frente a mi casa.

Los chicos después me comentaron que Tito salió y les dijo que dejen de tirar porque había criaturas. Eso les pidió solamente y lo mataron como a un perro”, señaló.

“Esto no puede quedar así. Quiero justicia porque Alberto era un hombre bueno. Y estos malandras hace mucho que vienen haciendo daño. Roban, trafican drogas y ya mataron a un montón de gente”, sentenció entre lágrimas.

Sigue la pesadilla

Pero la pesadilla de Natalia no terminó allí. Siguió luego con el pedido de auxilio a los servicios de emergencias.

* “Llamé la ambulancia pero no me entendían. Me hacían preguntas. Lo único que me decían era que me calme y me cortaban. Yo volvía a llamar y les pedía por favor que vengan. Ellos me repetían ‘calmate’, pero en ese ‘calmate’ yo veía que Tito se moría”, recordó.

“Después llegaron camionetas de la policía. Los agentes miraron y se fueron. La tercera camioneta que apareció me puse adelante y les pedí que por favor lo lleven al hospital. Recién entonces abrieron la caja, lo cargaron y lo llevaron. Pero llegó muerto al hospital”, cerró.

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Este mediodía, gran cantidad de amigos y allegados a la familia habían llegado acudido hasta la casa de Alberto, en Santa Rosa de Lima, para dar su último adiós.

Él quería formar una cooperativa de trabajo para sacar de la calle a los chicos del barrio. Ése era su sueño. Pero no pudo ser...