Advierten un panorama desolador en la ciencia nacional
Advierten un panorama desolador en la ciencia nacional
Cerebros en riesgo: “Estamos al borde de una parálisis total”
Federico Ariel, científico santafesino, retornó de un prestigioso instituto francés para apostar a la investigación en la Argentina. Al día de hoy, manifiesta que la inversión escasea y que ya hay colegas que vuelven a emigrar. “La preocupación es grande y las perspectivas muy malas”, alerta.
Advertencia. “En la Argentina, no se puede prometer un modelo neoliberal junto a un desarrollo científico-tecnológico nacional. Es una contradicción”, sostiene Ariel.
Foto: Pablo Aguirre
Mauro L. Muñoz
“La ciencia en la Argentina, en general, está en jaque. Y las ciencias experimentales, en particular, están en jaque mate”, así comenzó su discurso Federico Ariel, luego de agradecer a su equipo, mentores e instituciones, en la entrega del Premio Estímulo por parte de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. La distinción corre desde el año 2006 para los científicos menores de 40 años que realizan su tarea en el país y, a fines del año pasado, la entidad lo concedió a tres investigadores de la UNL y Conicet Santa Fe: el Dr. Diego Carlos Cafaro, la Dra. María Julia Culzoni y el Dr. Federico Damián Ariel.
En el caso de Ariel, el reconocimiento fue por su trabajo en Ciencias Biológicas. Aunque la mayor repercusión la tuvo, entre colegas, a causa del discurso que vociferó en la ceremonia de premiación y que puede encontrarse en Youtube. Allí, apuntó a la difícil situación que atraviesa el sector a causa de las políticas macroeconómicas nacionales.
Si bien nació en Buenos Aires y vivió con su familia en Paraná, Ariel es un producto genuino de la formación superior santafesina: Licenciatura en Biotecnología y Doctorado en Ciencias Biológicas realizadas en la Universidad Nacional del Litoral.
Luego, su trayectoria viró hacia otros rumbos. Partió a Francia donde estuvo becado por la Organización Europea de Biología Molecular (Embo), una de las instituciones más prestigiosas del mundo en el área.
En 2014 su vida profesional volvió a dar un gran giro. En ese año se inauguró el edificio del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL), de doble dependencia entre el Conicet y la UNL, emplazado en el campus del barrio El Pozo, sobre la Ruta Nacional 168. Allí encontró la contención necesaria para retornar al país que lo formó y poner en práctica todos sus conocimientos en laboratorios nacionales.
Ariel regresó al país como Investigador del Conicet y docente de la UNL, en el marco del Programa Raíces. El programa político con el que el Estado argentino repatrió cerca de 1.300 de sus mejores “cerebros” actualmente se encuentra vigente, pero los fondos sufrieron recortes o son subejecutados.
La realidad le indica que sus investigaciones están prácticamente paralizadas de no ser porque solventa los insumos de su propio bolsillo.
“La situación es alarmante. El dinero para instalarme con el grupo de trabajo no llega. De hecho, hay colegas que tuvieron que volver a emigrar, ya los perdimos”, dice en la Redacción de El Litoral, al término de su jornada laboral. “La preocupación es grande y las perspectivas muy malas”, manifiesta visiblemente preocupado.
— ¿Cómo se mantienen las investigaciones actualmente?
— Si el dinero no llega pongo plata de mi bolsillo, de mi sueldo. Incluso, he llegado a pedirle plata a mis familiares. Luego, en el día a día, vamos viendo entre todos en qué gastamos lo que se puede costear.
Lo hago porque tengo un grupo de personas a mi cargo, que apostaron por mí.
Hay laboratorios con más años, más asentados, que pueden sostenerse con lo que tienen, pero el nuestro al ser nuevo le faltan cosas y no es posible comprarlas.
Si esto no cambia de forma urgente entramos en una parálisis total, porque la ciencia en general está en jaque: hay menos dinero destinado, menos entrada a la carrera de Investigación del Conicet, menos presupuesto en Educación en general y hubo despidos en varias instituciones científicas como el Inta, el Inti, Atucha, entre otras.
Si bien hay investigaciones que pueden avanzar con lo teórico, nosotros, en las ciencias experimentales, necesitamos comprar costosos insumos para trabajar.
Es una situación muy angustiante porque después nos van a evaluar por un trabajo que no pudimos completar. Y además, se dificulta la generación de conocimiento en el país.
Así vamos dejando caer nuestra propia carrera científica o decidimos volver a irnos a lugares donde sí podamos investigar.
— Antes de asumir, el presidente Macri aseguró que se iba a continuar con la apuesta por el sector de la Ciencia y la Tecnología. ¿Qué pasó para que, tres años después, estemos hablando de esto?
— En campaña hubo dos grandes trampas. Se prometió duplicar el presupuesto en Ciencia y Tecnología en base a uno de los pocos reconocimientos que se hizo del gobierno saliente.
Evidentemente para la sociedad era un orgullo que repatriemos científicos, lancemos satélites, que desarrollemos biotecnología local. Quedaba bien, entonces, prometer continuidad en este tema.
Sin embargo, apenas asumió la presidencia, comenzó el recorte de la inversión en el sector.
En ese sentido, se podría pensar que al gobierno le salieron las cosas mal, pero a mí me parece que no, que esto estuvo planificado, y es lo que traté de manifestar en mi discurso del Premio: no se puede prometer un modelo neoliberal en la Argentina junto a un desarrollo científico-tecnológico nacional. Es una contradicción.
— ¿Y la otra “trampa”?
— La segunda tiene que ver con la distribución de las inversiones que se hacen en el sector.
El sistema científico argentino funciona a través de varios organismos dependientes de diferentes Ministerios. Por un lado está el Ministerio de Ciencia y Tecnología -que también desmantelaron, más recientemente- que tenía bajo su órbita al Conicet y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica. Pero también existen otros organismos como el Inta que depende del Ministerio de Agroindustria -hoy también secretaría-, el Inti que depende del Ministerio de Producción y todo lo referido a tecnología satelital (como Arsat) del Ministerio de Modernización -después de pasar por Planificación y Comunicaciones-, entre otros.
Por eso, la trampa está en que al asumir la presidencia, se sostuvo por un tiempo la inversión en el Ministerio de Ciencia, mientras los recortes empezaron por las demás instituciones científicas. En el discurso, eso no se distinguía.
En 2018 se profundizó la crisis del sistema científico por el insostenible atraso de los subsidios de investigación. Hoy tenemos sedes de instituciones científicas que deben millones de pesos de luz y que tienen que trabajar evitando usar el aire acondicionado, equipamientos o las computadoras.
En el caso nuestro, de las ciencias experimentales, necesitamos constantemente dinero para la compra de insumos e instrumentos. Para eso presentamos proyectos y concursamos estos subsidios de investigación.
En mi caso, por ejemplo, obtuve dos subsidios Pict (Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica) de acuerdo a los presupuestos que elaboré con el dólar a $9 y $16, respectivamente. Y vale mencionar que todos los presupuestos de nuestros insumos están en dólares. Al día de hoy, todavía no me han comenzado a pagar uno de los subsidios (que deberían haberlo hecho desde 2016), y del otro no vemos ni un peso desde mediados de 2018.
La factibilidad de nuestros proyectos está totalmente comprometida y sólo veo que el dinero no llega y además se va a terminar pronto.
— ¿Cuál es el análisis que se puede hacer de esta situación?
— Creo que el desarrollo soberano en Ciencia y Tecnología de una Nación es una decisión política.
El lugar que nos corresponde dentro de un proyecto neoliberal globalizado, en un país periférico como el nuestro, no es el de generar conocimiento. Como investigadores, no tenemos cabida dentro de este modelo de país que sólo promueve la venta de materias primas, que es la base de un esquema agroexportador.
El mundo sólo espera que produzcamos y exportemos materias primas, importando la tecnología de alto valor agregado. Así es el caso de radares, satélites y energía nuclear: los tres campos donde la Argentina se estaba haciendo fuerte, ya no reciben las inversiones necesarias.
Esto se evidenció desde el primer momento del gobierno de Macri al cancelar la construcción del Arsat 3 o con el despido de personal en el Complejo Nuclear de Atucha y Fabricaciones Militares, más todo lo que fue sucediendo después.
En el mundo de mercados abiertos, el conocimiento es propiedad de los países centrales, que invierten mucho en ello.
Santa Fe
Consultado por alternativas de financiamiento a la investigación, Ariel mencionó las que se encuentran disponibles por parte del gobierno provincial.
A raíz de los reconocimientos que recibieron los investigadores de UNL y UNR, está previsto un encuentro con el gobernador Lifschitz y la ministra de Ciencia, Tecnología e Innovación, Erica Hynes. Allí dijo Ariel que espera poder plantear la situación que están atravesando.
Si bien afirmó que al día de hoy se siguen haciendo aportes al sector desde la Provincia, le preocupa cuánto puede afectar el panorama global en el ámbito local.
“La inversión en Educación, Ciencia y Tecnología deben ser ejes de discusión en el marco de las elecciones que se aproximan”, destacó.
Ariel regresó al país como investigador del Conicet y docente de la UNL, en el marco del Programa Raíces.
Foto: Pablo Aguirre
Política y ciencia: “falsas promesas”
— ¿Cómo analizás que no haya un reclamo unánime en el sector?
— El reclamo del sector científico es generalizado porque la situación es extremadamente grave, pero aún así, no es unánime. Tenemos muchas de esas discusiones entre compañeros.
Primero, me parece que hay una visión distorsionada del investigador. Pareciera que somos iluminados y la verdad es que somos trabajadores que tuvimos la oportunidad y las ganas de especializarnos en un determinado campo, con el apoyo del Estado y de las familias que nos ayudaron en los estudios. Justamente por eso considero que tenemos una responsabilidad importante con nuestra sociedad.
Segundo, creo que el sector científico no escapa a la lógica de la clase media argentina, con todas las contradicciones que eso implica en sus reclamos.
Por último, veo que hay una errónea percepción social de que la ciencia no tiene nada que ver con lo político. Yo soy de los que creen que debemos dar ese debate para explicar, de cara a las próximas elecciones, que no nos pueden prometer neoliberalismo con desarrollo e inclusión social, es incompatible.