El Litoral / Ambito.com
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Por Julián Guarino
El discurso del presidente Mauricio Macri fue sumamente útil, tanto por su contenido, como por lo que evidentemente faltó incorporar. En rigor, es fácil adivinar lo que viene en materia económica y social. Por eso la reacción del dólar. Hacia arriba.
Primero lo más importante. En su discurso, el presidente eligió esquivar cuestiones tan elementales que se vinculan con la introducción de factores que harán que el país comience a crecer o, en todo caso, y quizás antes que eso, que logren frenar la recesión, es decir, la caída de la actividad económica. Por otro lado, no hubo mención alguna al FMI, el préstamo o, más relevante, la fuga de divisas: los “problemas” con el dólar. Habrá que mencionar que son esas restricciones vinculadas a la falta de dólares las que han impulsado una brutal devaluación el año pasado y parte de la aceleración inflacionaria vía ajuste de tarifas en servicios y combustible.
Con esas dos cuestiones ausentes, Macri eligió ratificar que sigue pensando que la salida a la crisis es con la receta de lograr el déficit cero. En su concepción (el término es excesivo) el déficit es lo que genera la inflación, y ésta a su vez, es la que ha boicoteado sus planes para llegar a una “pobreza cero”.
Por ende, con el ajuste en marcha (y garantizado hacia adelante) el presidente se encargó de esbozar que tanto el sector energía como servicios públicos están mejor que en 2015 por efecto del aumento de las tarifas y las condiciones contractuales (la dolarización de sus precios) que el Gobierno dispuso.
En definitiva, enhebrando todos estos conceptos, lo que hizo el presidente es garantizar que la inflación seguirá teniendo una vigencia insoslayable este año a fuerza de ajustes de tarifas, lo que debería contemplar también un fortalecimiento de la tasa de interés, algo que va a generar más recesión.
Si la dinámica ratificada por el presidente continua, es fácil predecir que el dólar sufrirá nuevas presiones de demanda, impulsadas por el avance de la inflación y la incertidumbre electoral. En este sentido, el deterioro de las condiciones generales de la economía generan, a la par, una mayor probabilidad de que suba un opositor al gobierno, lo que también sumaría presiones de “cobertura”, al menos durante la campaña.