“No hay barreras para estudiar”, afirma José María Fernández, Ingeniero Informático de la Universidad de Alicante (España). Y lo dice con total seguridad, aunque para llegar a esa conclusión haya tenido que atravesar un largo camino que, espera, será más corto para el resto.
Fernández participó de la 1° Jornada Internacional desde una perspectiva inclusiva, que organizó la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y reunió entre el jueves y el viernes pasado a especialistas de reconocimiento nacional e internacional para debatir y aportar a una temática común: la inclusión educativa. Y el aporte de Fernández fue indispensable: con discapacidad visual y auditiva parcial, es especialista en tecnologías accesibles y desarrollador de aplicaciones. Además, es docente e investigador.
“Me gustaría vivir en un mundo en el que todo lo que se imagina y se crea estuviera pensado para todos, teniendo en cuenta la diversidad de capacidades que tenemos las personas. Y que, por tanto, la tecnología sea por y para todos”, afirma desde su blog: josemariafernandez.es. Y lo ratifica en persona, cuando dialoga con este diario.
—¿Cuál es el aporte que hacen las tecnologías en la inclusión educativa?
—Es imprescindible. Para estudiantes con discapacidad, la tecnología se convierte en una característica funcional de la persona, una extensión de su cuerpo. Por ejemplo, un lector de pantalla para una persona ciega o el sistema de escucha asistida para una persona con problemas auditivos no es una opción, es parte de él. Entonces, la integración y la inclusión se basa en la tecnología porque a través de ella la educación está cambiando, se está transformando, permite más oportunidades y tipos de aprendizaje. Y lo importante de las tecnologías en este espacio de transformación es evitar las barreras digitales que a menudo son más difíciles de percibir que las físicas. A cualquier persona la tecnología le ha cambiado la vida: tenemos un ordenador en el bolsillo las 24 horas; pero para un estudiante con discapacidad se la cambia muchos escalones más en cosas cotidianas que antes no podía hacer, como ver un folio escrito para estudiar: ahora puede hacer una foto con su smartphone y ampliarla.
—¿Cuál fue su experiencia personal en el uso de tecnologías para poder estudiar, y así desarrollarse en el campo académico?
—Como estudiante fue al principio difícil, porque por muchas políticas inclusivas y accesibles que haya siguen existiendo adaptaciones curriculares. Soy una persona que tiene gran fuerza de voluntad y se toma las cosas como un reto: al principio tienes que enfrentarte a personas, porque cada profesor lo es, y muchas veces depende de que te quieran ayudar más o un poco menos y queda en la voluntad de esa persona. Pero pasada un poco la primera etapa educativa, más complicada, a través de la tecnología pude encontrar la igualdad de oportunidades entre mis compañeros y yo, acceder a clases con pizarras digitales y con mi portátil seguir lo que se escribía en la pizarra y escuchar con sistema de escucha asistida. Al final no fue fácil, fue un camino complicado pero mereció la pena porque pude estudiar, trabajar y estar aquí, en otro continente.
—La Universidad de Alicante, ¿está avanzada en materia de inclusión?
—Sí, y de hecho se usa de referencia porque participamos en muchos países europeos y de los cinco continentes. Tenemos una trayectoria de 21 años del Centro de Apoyo al Estudiante. Hay servicios que llevan 5 ó 10 años, y otros que llevan 21. Hemos visto todo ese proceso: antes todo era más papel, ahora es más digital y nos ha convertido en una universidad que apuesta por la inclusión, por la accesibilidad y, a través de estos proyectos europeos internacionales, intenta exportar nuestro modelo para que pueda ser útil a otras universidades del mundo.
“No hay barreras para estudiar”, responderá Fernández al final de la charla. “Lo único que se necesita es mucha fuerza de voluntad y un poquito más de esfuerzo. Cada uno puede hacer lo que se proponga. Siempre se ha dicho que las personas que tenían problemas visuales no podían estudiar carreras técnicas. Pero, cuando hablamos de inclusión es la suma de todas las capacidades y nos enriquecemos, y cualquier persona que accede a estudiar también es una ventaja para la universidad y para sus compañeros”. Y él, que se recibió de Ingeniero Informático, parece el mejor testimonio de sus palabras.
Desde la Universidad de Viña del Mar (Chile), Marcela Godoy vino a Santa Fe para exponer sobre el desarrollo del Diseño Universal de Aprendizaje en el contexto de educación superior. “Es un marco teórico y de acción que permite hacer la planificación de la clase desde una visión accesible para todos los estudiantes, no sólo aquellos que tienen discapacidad”, explica. “Se trata de entender que dentro del aula hay una diversidad de necesidades educativas y que todos aprendemos de distintas maneras”. En ese marco, el diseño universal de aprendizaje es respetuoso de esas maneras diferentes y procura ofrecer distintas alternativas a nivel de estrategias metodológicas y evaluativas que permitan dar las mismas oportunidades a los estudiantes que están en el aula.
En Latinoamérica, esta forma se ha incorporado con mayor frecuencia a la educación primaria y secundaria —aclara—, “pero hubo escasas universidades que se atrevieron a innovar desde esta perspectiva. Desde 2016 lo incorporamos, como universidad, dentro de la parrilla y la oferta de perfeccionamiento para nuestros docentes, y es obligatorio. Es nuestra base y se aplica en todas las escuelas y facultades”.
La 1° Jornada Internacional de Inclusión en la UNL estuvo organizada por el Área de Inclusión y Calidad de Vida de la Secretaría de Bienestar, Salud y Calidad de Vida. Se concretó en el marco de la reunión del Comité Académico de Accesibilidad y Discapacidad de la Asociación de Universidades Grupo Montevideo (AUGM) y contó con el aval del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN).