Redacción de El Litoral
El próximo 20 de enero se cumplirá el centenario del nacimiento del cineasta italiano Federico Fellini, y anticipándose a esa conmemoración, y la de los 60 años de su estreno, Cine América reestrena una de las grandes obras maestras de la historia del cine mundial. La segunda renovación es “La Gomera”, de Corneliu Porumboiu, un policial entre Rumania y las Islas Canarias.
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El filme, que en la Argentina se estrenó el 15 de marzo de 1961, con libro compartido con Ennio Flaiano, Tulio Pinelli y Brunello Rondi, aborda la historia de un reportero de un diario sensacionalista, testigo de la decadencia del mundo y al que le toca seguir de cerca distintos momentos de frivolidad, lujuria y miserias.
Marcello Rubinio, interpretado por Marcello Mastroianni descubre la otra cara de Roma gracias al desafiante desorden narrativo propuesto por el autor de “Los inútiles” y “Las noches de Cabiria”, guiándolo por una suerte de laberinto en el que se recorta la Fontana di Trevi, y caminando por ella a la exuberante Anita Ekberg.
La idea nació a raíz de un hecho real, ocurrido en Italia en 1958, pero que le permitió a Fellini convertirse en el protagonista absoluto de su relato (Marcello es su alter ego): la visión del protagonista es la visión corrosiva de un cineasta que de esa forma se convierte en cronista de su tiempo, como Discépolo en Argentina.
Pícaro, embustero, “Cagliostro” del espectáculo, artista sincero, intransigente incluso con él mismo, Fellini logró convencer a quienes lo acompañaron en la aventura de algo que ellos recién descubrieron con el producto terminado, cuando el gran titiritero dio la última puntada a este impresionante rompecabezas.
La película comienza con la visión cambalachesca, la de una gigantesca estatua de Cristo que es transportada por un helicóptero para llevarla hasta su pedestal, donde también viaja un grupo de periodistas: desde lo alto, observan la azotea de un prostíbulo, en el cual prestan atención a un grupo de prostitutas que toman sol.
Poco después, ya en la Via Veneto con sus bares nocturnos, aparece Marcello, también Maddalena, una burguesa aburrida, más tarde una diva, Anita Ekberg, un novio que le pega una bofetada, la fracasada visita del padre del reportero, una velada erótico espiritista en la mansión de un príncipe, y hasta un falso milagro.
Son episodios reales que superan el paso del tiempo, que mostraron en su tiempo la realidad romana de aquella década entrante, limitada y parcial de un país muy vasto, pero que igual sirvió para que público e intelectualidad de todo el mundo se sintiese identificado con aquella vivisección de un catálogo de lugares comunes.
De esta gran obra de Fellini, con música de Nino Rota, que también tuvo en su elenco a Anouk Aimée, Yvonne Fourneaux, Alain Cuny, y Adriano Celentano, se popularizó el término Paparazzo, personaje interpretado por Walter Santesso, el fotógrafo que cámara en mano da registro documental a las crónicas de Marcello.
“La dolce vita” tuvo un recorrido festivalero enorme, recibió la Palma de Oro en el Festival de Cannes, recibió el premio con Mejor Película del Círculo de Críticos de Nueva York; el premio David de Donatello al Mejor Director, y cuatro candidaturas al Oscar de la Academia de Hollywood y una al británico Bafta como Mejor Película.
Idioma privado
La segunda novedad del América es “La Gomera” (conocida internacionalmente como “The Whistlers”, “Los silbadores”), la nueva cinta del rumano Corneliu Porumboiu, con las actuaciones de Vlad Ivanov, Catrinel Marlon, Agustí Villaronga, Cristóbal Pinto, Sergiu Costache y Antonio Buíl. La misma compitió por la Palma de Oro en la última edición del Festival de Cannes.
Cristi es policía y a la vez informante de la mafia. Desde Rumania viaja a La Gomera (una ocho islas principales de las islas Canarias, en España) para aprender el silbo gomero (un lenguaje ancestral del lugar, a base de silbidos). En Rumania se encuentra bajo vigilancia policial, y utilizando la ancestral forma de comunicación canaria pretende comunicarse con la mafia para conseguir sacar de la cárcel a Zsolt, el único que sabe donde están escondidos 30 millones de euros.
Los actores principales tuvieron que aprender y practicar con esmero lo esencial del silbo gomero, y esto no hubiera sido posible sin la ayuda del director de enseñanza del silbo en la isla, Kiko Correa, quien enseñó este lenguaje a los actores: “Estuvimos trabajando durante dos semanas antes del rodaje, de cuatro a seis horas diarias, y en la propia grabación, y fue sorprendente su disposición y empeño”.