El entonces gobernador de Santa Fe, Carlos Alberto Reutemann, gestionó ante el jefe del gobierno local, Ing. Jorge Obeid, con el aval del titular de la Unión del Personal Civil de la Nación, seccional Santa Fe, Alberto Maguid, la autorización correspondiente para velar sus restos en el Palacio Municipal, quien accedió a dicho petitorio. El dirigente gremial había patrocinado la salida laboral de Monzón, quien tenía a su cargo el gimnasio de la entidad en el distrito Colastiné Norte, donde enseñaba boxeo.
Archivo - El Litoral
Foto: Archivo - El Litoral
Una muchedumbre fue a despedir al hombre que paralizaba el país cada vez que exponía su corona. Se vivieron escenas de hondo contenido emotivo, largas colas para darle el último adiós y el agradecimiento de numerosas alegrías en un país que vivió momentos de mucho dolor. El pueblo que lo había elegido como leyenda lo convirtió en mito, porque nadie se proclama ídolo a si mismo; la gente concurrió masivamente y le tributaron un notable homenaje; de todos los sectores sociales, especialmente los más humildes. Las lágrimas anónimas, el de la tristeza popular frente a lo inevitable.
El respeto del gobernador Reutemann y del intendente Obeid; las lágrimas de un hombre duro como Juan Carlos “Tito” Lectoure; Juan “Látigo” Coggi (decía que Monzón era su padrino y maestro boxístico), Ivo Cutzarida (el actor que quería hacer su papel en la historia cinematográfica); todos sus amigos del gimnasio de Amílcar Brusa; deportistas, dirigentes de distintas disciplinas del país; políticos, etc.
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La marcha por sus exequias fue impresionante, nunca vista en Santa Fe, más de 60 mil personas siguieron el féretro desde la municipalidad a la necrópolis local. Esa geografía quedó cubierta entre llantos, pañuelos agitados al viento, cánticos, ovaciones, banderas, pancartas de sus fieles y apasionados adeptos.
Increíble todo lo vivido en la necrópolis, la muchedumbre entonó las estrofas del Himno Nacional 15 veces. Más de 45 minutos para depositar el féretro en el nicho 203 de la sección 87, a escasos 50 metros del ingreso al cementerio. Las ceremonias de despedida estuvieron a cargo, entre otros, del pastor Giménez, “porque soy natural de San Javier, donde nació Carlitos Monzón, lo quiero despedir con todo el amor y alegría que brindó a la comunidad santafesina y del país”.