Dr. Hugo D. Valderrama / Médico Neurólogo - Máster en Neurociencias (Mat. 5010)
Dr. Hugo D. Valderrama / Médico Neurólogo - Máster en Neurociencias (Mat. 5010)
Se está dando un fenómeno muy particular: la nostalgia pasó de ser un sentimiento episódico generalmente individual a unirnos como sociedad en el aislamiento. Frente a las puertas del futuro incierto, nuestros cerebros compensan abriendo las del pasado conocidas.
Y la comunidad de Santa Fe no es la excepción: como nota de color, el grupo en Facebook “Yo fui a Island Vip en los 90’s”, creado hace sólo dos semanas, ya tiene más de 10.000 miembros que comparten anécdotas y reencuentros por esa red social.
También lo ratifica a nivel mundial el último informe de la plataforma de música en internet más popular, Spotify: en abril aumentaron en un 54% las escuchas y listas de reproducción de temas “del pasado”, “oldies” y “nostálgicos”.
La interacción social saludable para nuestras neuronas puede llegar a ser tan esencial como comer, y si teníamos alguna duda, esta crisis sanitaria por el coronavirus, que llevó al confinamiento de las personas, lo está dejando claro.
De hecho, literalmente las redes neuronales activadas frente al aislamiento prolongado son compartidas con las del hambre aguda.
La ansiedad producida por la adrenalina liberada, al sentir un grado de vulnerabilidad frente a la pandemia, activa la memoria a largo plazo en busca de recuerdos sobre situaciones vividas donde tuvimos más control y nos sentimos mejor. Es por ello que la nostalgia no necesariamente es un desencadenante de tristeza. Nuestros cerebros la puede utilizar como herramienta individual de apoyo “virtual” transitorio, habitando momentos del pasado en los que tuvimos más estabilidad.
Pero a diferencia de los aislamientos producidos por las epidemias o guerras del siglo anterior, donde sólo existían cartas que quizás nunca llegaban, por menos de un par de décadas atravesamos este momento con redes sociales y telecomunicaciones, que unen sentimientos de manera colectiva. Construimos espacios de nostalgia donde ya no estamos solos, sino que podemos compartir esos espacios con muchas otras personas. Aunque nada llega a emular el encuentro persona a persona, son formas de reducir distancias cuando nos sentimos lejos y sin otra posibilidad.
Por ello, se vuelve tan importante la empatía y la solidaridad para brindar al menos nuestra voz por teléfono, o acercándonos un poco más a través de voluntariados —siempre siguiendo las normas de bioseguridad— hacia aquellos que no tiene a alguien con quien compartir lo que sienten. Esas personas que quieran ayudar pueden hacerlo ingresando a https://www.santafeciudad.gov.ar/sumate/.
Además, la institución médica Puerto Neurociencias y la Asociación de Neurociencias del Litoral, continúan brindando a los adultos y adultos mayores ejercicios gratuitos para estimular la memoria y otras funciones mentales. En Instagram, @puertoneuro y Facebook, @puertoneurociencias.
En la Argentina, “Seguir Viviendo Sin Tu Amor (1991)”, de Luis Alberto Spinetta, es actualmente la canción nostálgica más reproducida en Spotify. En este contexto, quizás no se trate de extrañar a un persona, sino de extrañar vivir con los contactos cotidianos persona a persona. La letra dice: “Y si acaso no brillara el sol, y quedara yo atrapado aquí...”. Hay menos posibilidades de que suceda si nos comunicamos con aquel que lo necesita.
La nostalgia no necesariamente es un desencadenante de tristeza. Nuestros cerebros la puede utilizar como herramienta individual de apoyo “virtual” transitorio, habitando momentos del pasado en los que tuvimos más estabilidad.
A diferencia de lo que pasaba, donde sólo existían cartas que quizás nunca llegaban, por menos de un par de décadas atravesamos este momento con redes sociales y telecomunicaciones, que unen sentimientos de manera colectiva.