La película de 1941 está considerada como la más influyente de todos los tiempos. Muchos atribuyen su grandeza a los aportes del guionista Herman Mankiewicz que compartió créditos con Orson Welles. David Fincher, el director de “Pecados capitales”, prepara un film sobre la vida de ese artista, relegado detrás del mito de Welles.
Archivo Orson Welles junto a Herman Mankiewicz durante el rodaje de Ciudadano Kane . La controversia surgiría entre ambos por los créditos del guión, que finalmente fueron compartidos.
El universo del Hollywood clásico está repleto de historias que superan, por mucho, la ficción. Entre ellas, las que rodean la gestación de la película considerada en forma unánime como la más influyente de todos los tiempos: “Citizen Kane”, conocida en estas latitudes directamente como “El ciudadano”.
Mas allá de sus descomunales aportes en lo formal (introdujo recursos novedosos que luego pasaron a formar parte del vocabulario cinematográfico), posee un aura mítica forjada sobre todo por el carisma de su director, Orson Welles, quien logró uno de los contratos más ventajosos de su tiempo y, con todo el control del proyecto en sus manos, aprovechó ese enorme “trecito eléctrico” que era (en sus propios términos) un estudio cinematográfico, para rodar una historia soberbia.
Sin embargo, algunos críticos e historiadores, entre ellos Pauline Kael consideran que “El ciudadano” no hubiera sido lo que finalmente fue si no hubiera sido por el aporte de Herman Mankiewicz, a quien le atribuyen la mayor parte del guión.
En estas circunstancias que rodearon la pre producción y el rodaje del legendario film se basa “Mank”, el nuevo filme sobre el que trabaja el director David Fincher (“Pecados capitales”, “El club de la pelea” y “Zodíaco) para la plataforma Netflix. Se trata de un proyecto que arrancó en noviembre y que se estrenaría este año, salvo que los efectos de la pandemia de coronavirus obligue a modificar los plazos.
De acuerdo a lo que se conoció, Fincher se basó para desarrollar la historia en un guión preparado por su propio padre, Jack Fincher, antes de su fallecimiento en 2003 y se rodará en blanco y negro. Contará con el prestigioso actor ganador del Oscar Gary Oldman como protagonista y Amanda Seyfried, Lily Collins y Charles Dance cubrirán los otros papeles principales. Tom Burke, interpretará al joven Orson Welles en la cresta de la ola.
Mas allá de su intervención en “El ciudadano”, Herman Mankiewicz fue una figura reconocida y algo controvertida en Hollywood debido a su alcoholismo. Su genio se tradujo en los toques que dio (muchas veces sin acreditar) a los guiones de títulos fundamentales de la filmografía norteamericana de la primera mitad del siglo XX como “El mago de Oz” y “El orgullo de los Yanquis”, “The Pride of St. Louis” y “Los caballeros las prefieren rubias”. El propio Welles, con quien protagonizó la polémica, lo describió de una manera ambigua según cita el historiador Harlan Lebo: “Nadie era más miserable, más amargado y más divertido que Mank, un monumento perfecto a la autodestrucción. Pero cuando no se ensañaba directamente contigo, era la mejor compañía del mundo”, aseguró el director.
Cine dentro del cine
Una vez estrenada, “Mank” se unirá una larga tradición de filmes que, bajo el mando de directores de reconocida solvencia, se dedicaron a reconstruir el hacer cine desde el propio cine. Tal vez la película modélica en este sentido sea “La noche americana” (1973) de François Truffaut, que aborda la historia del rodaje de una película y los diferentes problemas, de todo tipo, que emergen entre los miembros del equipo. También lo es “Ocho y medio” (1963) de Federico Fellini analiza la crisis creativa que atraviesa un consagrado cineasta (Marcello Mastroianni en uno de sus mejores papeles) que ante su falta de ideas empieza a repasar los hechos más importantes de su vida y a recordar a las mujeres a las que ha amado.
Desde otra óptica, filmes clásicos como “El ocaso de una vida” (1950), de Billy Wilder y “Cautivos del mal” (1952) de Vincente Minnelli son reflexiones sobre el mundo del cine, en este caso el de Hollywood. En el primer caso a través de la historia de un despiadado productor, en el segundo a través de una antigua estrella de cine mudo en decadencia, se trata de proyectar amargas miradas sobre la lógica perversa de una industria en la que los artistas valen tanto como sus taquillas. En similar sentido, se expresan “Cantando bajo la lluvia” (1952) de Stanley Donen y Gene Kelly y la más reciente “El artista” (2011), de Michel Hazanavicius.