-Marta, ¿a Jorgito le toca la burbuja uno o la dos? ¿Cuándo tenemos que llevarlo a la escuela? ¿Y a Sofía cuándo le toca?
Una pintura de la primera jornada con el regreso a la presencialidad escolar, en este intento de "normalidad" en pandemia.
-Marta, ¿a Jorgito le toca la burbuja uno o la dos? ¿Cuándo tenemos que llevarlo a la escuela? ¿Y a Sofía cuándo le toca?
-Jorgito tiene esta semana, burbuja dos, pero entra a las 10.30 y sale a las 13.10. Sofi también tiene clases esta semana, pero entra a las 7.30 y sale 11.15.
-¿Y Lucho?
-Lucho va solo a la escuela, no te preocupes, él se organiza, pero le toca recién la semana que viene. Lo que tenemos que ver es cómo los llevamos y buscamos a Sofi y Jorgito, porque yo no quiero que usen el colectivo. Y eso que ellos pueden elegir porque la gran mayoría no tiene opción al colectivo.
-Bueno, entonces ¿cómo nos organizamos?
Silencio y miradas cruzadas.
Es domingo por la noche, el diálogo transcurre en la cocina de una casa cualquiera, en barrio María Selva. Los padres empiezan a intentar armar el "rompecabezas" de la semana para tratar de cumplir con las demandas que impone la vuelta a clases presenciales en pandemia. Ajustan sus agendas a los compromisos laborales, de salud, educativos y domésticos, cómo determinar quién, cómo y qué van a cocinar al mediodía. Están al borde del colapso. El aire "se corta con cuchillo".
En fotos, el dilema de cómo llegar y volver de la escuela
Lo mismo ocurre en la casa del al lado, y en la de más allá, o la de enfrente. "¿Quién pensó en nosotros cuando organizaron todo esto?", se preguntan. O más bien, "desorganizaron" la rutina, que ya venía "renga".
Pasó el año de aislamiento, en el que las clases fueron virtuales y la mayor cantidad de cuestiones se resolvían en casa. En esta vuelta a la presencialidad se dispusieron protocolos y medidas sanitarias que parecen ser imposibles o amenazan con desquiciar a cualquiera.
-¿De qué sirve semejante esfuerzo personal para organizar las actividades de cada uno de la familia, y las burbujas en la escuela, si después se van a subir a un colectivo todos juntos? -se pregunta esta madre, mientras trata de ordenar la vida.
La madre. Ese es también otro detalle. En muchos casos la mujer sigue siendo la "encargada" de todo, la que define la comida, las compras, la rutina de los chicos, y además trabaja.
Ahora es lunes, a media mañana, y llega un mensajito por Whatsapp: "Acordate de buscar a Sofi". Mario mira el celular y luego la hora. Trata de cumplir con el trabajo y le avisa a su jefe que en un rato tiene que salir. "Pero la dejo en casa y vuelvo rápido", dice.
Afuera las calles son un caos. Hay demoras, puteadas en las esquinas y mucha impaciencia. La ciudad recobró su ritmo. Y la "nueva normalidad" nunca llegó. Todo sigue igual. O peor. Sería algo así como la "nueva anormalidad".
Mario llega a tiempo a buscar a Sofi. Es el microcentro y estaciona como puede, donde no está permitido. Ella lo ve de lejos y camina hasta el auto. Se sube y amaga con darle un beso. "No, no, codito", le dice su padre. "Ponete el cinturón". El auto avanza hacia el norte de la ciudad. Atravesarla a esa hora impacienta hasta a un yogui. Finalmente llegan a casa. La deja sola hasta que llegue el resto de la familia, continúa su marcha para regresar cuanto antes al trabajo. En el tablero del auto se prende una luz roja. "Nooo", dice Mario, y le pega al volante. Todavía falta más de medio día.