Por Erica Hynes (*)
Con una agenda de gobernador llena de obligaciones y urgencias, Miguel priorizaba escuchar la palabra de trabajadores, activistas, empresarios, intelectuales o técnicos, mezclado en el auditorio como uno más.
Por Erica Hynes (*)
Pocas cosas pueden resumir mejor el recorrido vital de un socialista que su despedida laica y despojada en una biblioteca pública. Ese orgullo centenario de los trabajadores que se juntaban para leer, esa compañía de unas pocas rosas rojas, nos llenaron el pecho, y a la vez, nos dolieron más que nunca.
La muerte de Miguel Lifschitz en medio de esta pandemia, que ha arrebatado la vida y la salud de tantas personas, causa una inmensa tristeza: por la pérdida de su persona, única e irrepetible como todas, y por la pérdida de un político que generaba esperanza, cercanía y respeto en nuestra provincia y el país.
Según Marcel Proust cuando decimos que la hora de la muerte es incierta, nos representamos ese momento en un espacio vago y lejano, jamás pensamos que puede tener alguna relación con nuestro día a día, con la jornada empezada. No imaginamos que la muerte, su toma de posesión sobre nosotros, puede producirse en un día cercano a nuestra agenda llena de ocupaciones. Y así nos pasó con Miguel, nos rehusamos a creer que la enfermedad se agravaría y después nos rehusamos a creer que había partido. Estos recordatorios de la propia mortalidad los trae a diario la pandemia en muchas familias que desde 2020 han sufrido pérdidas y duelos. Junto a Miguel rendimos homenaje a todos ellos, y en su familia y su compañera, en nosotros mismos, sus compañeros y compañeras socialistas, abrazamos a todos y cada uno de los que sufren en este tiempo de crisis y enfermedad.
Mucho se ha resaltado la capacidad de Miguel Lifschitz y su actitud para la escucha, pero deseo destacar que esa escucha precedía y acompañaba a la propia reflexión y a la acción. Algunas veces tuve la fortuna de presenciar el detrás de cámaras: con Diana Maffía, Dora Barrancos y Rita Segato, por ejemplo, antes de salir al escenario de un Santa Fe Debate de Ideas, Miguel les preguntó sobre la violencia en la sociedad y cómo podía prevenirse y disminuirse con acciones concretas desde la perspectiva de los estudios feministas. Lo que escuchaba era combustible para su inextinguible motor, y ya estaba pensando en sus programas de gobierno, como el Vuelvo a Estudiar, el Nueva Oportunidad, Lazos, las políticas LGBTIQ+, y tantos otros. Ya encomendaba al funcionariado leer, consultar, formular políticas con estos insumos, evaluar el resultado de lo que se iba implementando. Y esta información además la podía compartir cualquier santafesino o santafesina con la curiosidad de acceder al espacio público donde sucedían los debates. Con una agenda de gobernador llena de obligaciones y urgencias, Miguel priorizaba escuchar la palabra de trabajadores, activistas, empresarios, intelectuales o técnicos, mezclado en el auditorio como uno más, sentado en las mesas de debate del Consejo Económico y Social, o en los talleres de prospectiva y las capacitaciones a jóvenes líderes.
Nunca lo pesqué en un error de discurso en cuestiones de género. Tengo el oído sensible y es muy común que hasta el mejor intencionado cometa algún error de concepto. Pero Miguel aplicaba la máxima socialista de estudiar también en este terreno, y lo más importante, preguntaba a las compañeras. Se ganó el respeto, si bien no siempre el aplauso, de los activismos feministas y transfeministas, travestis y de la diversidad, y espero que con el tiempo y en perspectiva, se valoren justamente esas contribuciones que hace pocos años eran inusuales, como muy significativas y pioneras.
En este siglo líquido donde la subjetividad reina, donde mucha gente no cree que la tierra es redonda porque no puede verlo a ojo desnudo, o se desprecia la democracia y el estado porque sus beneficios no son hechos a medida sino colectivos y comunes, es un orgullo que Miguel Lifschitz, con su estilo racional y su perfil sobrio haya logrado tal adhesión y cariño.
Sin haber realizado una carrera científica, Miguel amaba la ciencia y la tecnología. No sentía competencia por los que se quedaron en los claustros, los admiraba y respetaba, e intercambiaba con ellos desde su lugar de líder político, de tomador de decisiones. Muchas de esas personas se interesan principalmente en su tema de investigación, no se enfocan en la política o en quién gobierna, y son exigentes con cualquiera que gestione y produzca. En estos largos días de enfermedad y luego duelo, fueron ellos quienes nos acompañaron desinteresadamente, con discreción y afecto, valorando a Miguel como persona y como líder por todos sus aportes al conocimiento y a la producción, que no fueron solamente discursivos, sino que se concretaron en políticas innovadoras y efectivas.
En medio de este panorama donde todo muta menos el ego, en el susurro morti de la pandemia, la pérdida de una persona de la talla de Miguel Lifschitz nos reclama encontrar la fuerza para transformar tanto dolor en un nuevo memento vivere. En el recuerdo de que estamos vivos.
Nuestro Partido debe comprometerse más que nunca en construir ese tiempo digno de ser vivido, de crear las condiciones para esa existencia plena, en seguir luchando por transformar la realidad y por ampliar derechos. Ese también es el legado de Miguel Lifschitz.
Así se despide un socialista. Gracias Miguel.
(*) Diputada de la provincia de Santa Fe por el Frente Progresista Cívico y Social.
En medio de este panorama donde todo muta menos el ego, en el susurro morti de la pandemia, la pérdida de una persona de la talla de Miguel Lifschitz nos reclama encontrar la fuerza para transformar tanto dolor en un nuevo memento vivere. En el recuerdo de que estamos vivos.
Con una agenda de gobernador llena de obligaciones y urgencias, Miguel priorizaba escuchar la palabra de trabajadores, activistas, empresarios, intelectuales o técnicos, mezclado en el auditorio como uno más.