Cuando muchos creían haber convertido a Cristina Kirchner en un personaje marginal de la política argentina, sobre todo a partir de la derrota de las elecciones intermedias de 2017, la pésima gestión del gobierno de Macri y su singular inteligencia le devolvieron la centralidad a partir del armado de una estrategia apoyada en la unidad del peronismo y la fórmula presidencial encabezada por Alberto Fernández, que le permitieron recuperar el gobierno contra todos los deseos y pronósticos de buena parte de la sociedad.
Cómo fue el tránsito desde la derrota de 2015 hasta la victoria de noviembre de 2019, lo cuenta el periodista Diego Genoud en "El peronismo de Cristina", que editó Siglo XXI este mes.
-¿Cuál es el peronismo de Cristina?
- El título del libro es casi la conclusión de un recorrido que empecé a hacer con Macri en el gobierno, escribiendo crónicas sobre cómo se reconstituía el peronismo opositor, que estaba dividido en varias familias aparentemente irreconciliables. El recorrido mostraba por un lado que Cristina seguía no solo en el centro de la escena política, sino también del peronismo y que incluso los que la rechazaban y no se sumaron al Frente de Todos no pudieron y siguen de alguna manera sin poder desembarazarse de ella. Muchos volvieron pese a las críticas que le hacían y los que están afuera no la pudieron trascender. El libro trata de todo el peronismo que le pertenece, de alguna manera, hasta que la puedan correr o subordinar en la política.
-El primero que planteó públicamente la posibilidad de que había 2019 fue Alberto Rodríguez Saá.
-Fue el primero que dijo que había una posibilidad de ganar. El peronismo no kirchnerista decía que el kirchnerismo iba a convertirse en una fuerza testimonial, que iba a quedar reducido a 15 partidos del conurbano bonaerense. Ese peronismo socio de Macri en la gobernabilidad estaba pensando en el 2023, no en el 2019. Tenía contemplada la reelección de Macri, estaba muy subordinado al juego de Macri. Cuando Rodríguez Saá dice que hay 2019 plantea un escenario distinto. Y todo se precipita con la crisis de Juntos para el Cambio. Pichetto, Bossio, Massa, Urtubey fuera de micrófono decían que la elección de 2019 iba a ser un trámite para Macri.
-¿Por que no prosperó ese peronismo del medio, que llegó a tener una docena de gobernadores, más Massa y muchos dirigentes políticos importantes como Pichetto?
-Era demasiado parecido al macrismo en cuanto a las coordenadas ideológicas, al programa de salida de la crisis solo le discutía las comas, nada de fondo. Eso lo pagó caro cuando el macrismo se prendió fuego. Si le iba bien a Macri, en el esquema que tenían en la cabeza, ellos podían ser una alternativa no traumática. Al irle mal, cambió el escenario que tenían pensado. Sobre todo porque la polarización a la hora de las elecciones sigue dominando. Y el resto de las figuras no pudieron hacer pié en la provincia de Buenos Aires. Massa fue el que más lejos llegó en 2013. Pero después Macri fue un mejor vehículo. El 44% que sacó Massa en la provincia de Buenos Aires no le pertenecía por completo. Una parte era de él y otra del antikirchnerismo, que se asentó y sigue asentado en Juntos por el Cambio. Incluso en un momento, cuando la crisis de Macri era muy aguda, al lado de Pichetto no descartaban un balotaje que enfrentara dos peronismos. Cambiaron el perdedor. Al principio decían que Cristina iba a quedar afuera y después decían que Macri iba a quedar afuera en 2019.
-En el libro contás que quien debía liderar el peronismo del medio era Schiaretti. ¿Por que creés que no lo hizo?
-Hay mucho para especular. Se habían hecho muchos planes pensando en el resultado de las elecciones de Córdoba del 12 de mayo de 2019, donde ganó de manera apabullante. Creo que en las mesas del poder en Buenos Aires se había pensado que Schiaretti podía ser el estandarte del peronismo del medio, porque tenía los votos en una provincia muy importante. Él dijo que no iba a ser el macho alfa del peronismo. Ahí está por un lado lo personal de Schiaretti, su salud, su cálculo político. Y por otro lado también creo que jugó Macri, que lo fue a buscar para que sea su candidato a vicepresidente. Schiaretti no estaba absolutamente libre para semejante apuesta, que era lanzar una candidatura presidencial en tres meses desde Córdoba. No es tan sencillo. Después están las apetencias personales y las desconfianzas. Hablabas con Pichetto y te decía que Massa iba a terminar con Cristina, hablabas con Massa y te decía que Pichetto iba a terminar con Macri. Estaban juntos y al mismo tiempo se desconfiaban. Creo que a eso Schiaretti lo vió. Y por otro lado Lavagna nunca terminó de liderar el sector o de disponerse para un acuerdo.
-¿Que buscó Cristina con Alberto Fernández? ¿Por qué él y no otro?
-Ampliar el núcleo duro de adhesiones, mostrarse efectivamente como alguien dispuesta a ceder posiciones, consignas, protagonistas, y buscó ir al centro para las elecciones, cosa que Cristina y el kirchnerismo hicieron en algún otro momento. Cristina lo respetaba a Alberto como un interlocutor válido, aunque había discutido en su momento. Creo que buscó el espíritu del kirchnerismo original, donde Alberto estaba sentado en la mesa de las decisiones más allá de que esto no le guste a algunos kirchneristas puros. Alberto en ese momento era para ella un interlocutor válido, pero sobre todo para el peronismo no kirchnerista.
-¿Que aprendió Cristina de la derrota de 2017?
-Creo que se dio cuenta de que la depositaba en una situación mucho más adversa de la que había imaginado. Si hablabas con gente cercana a Cristina en 2015 casi que la derrota de Scioli no le parecía tan grave. No se jugó el cristinismo a fondo hasta último momento. La ofensiva que se desató en todos los planos contra la propia Cristina creo que la hizo darse cuenta lo que representaba perder el poder para ella. Después de 12 años y sus enfrentamientos con sectores de poder, advirtió que necesitaba la unidad del peronismo, más allá que rechace a algunos de sus dirigentes y desconfíe de otros que están en el Frente de Todos. Creo que se encontró muy desguarnecida y sola, apenas con un grupo de incondicionales, para hacer frente a la ofensiva de actores de mucho poder y mucha historia que se habían alineado para derrotar al kirchnerismo y después gobernar.
-Esos sectores que describís en el libro, son además del económico, el judicial y el mediático.
-Son los sectores domésticos que el kirchnerismo siempre desafió. No sé hasta que punto atentó fuerte contra los intereses de esos sectores, pero no se cansó de señalarlos, de culparlos del fracaso de la Argentina. Nunca lo habían padecido. El kirchnerismo los expuso y se generó muchos enemigos que después se unieron para enfrentarlo. Pero también había una situación regional. Acá estaban los cuadernos, en Brasil el Lava Jato. No era solo la pelea doméstica, municipal, como a veces parece, sino que era algo fuerte que se estaba desatando a nivel regional. Hoy mismo vemos otra etapa de la misma pelea con China y Estados Unidos enfrentados en la región.
-En el libro decís que Cristina eligió en Alberto más a un socio que un delegado. ¿Ese rol se mantiene? ¿Sigue funcionando de esa manera?
- Me da la impresión de que, no porque hay algo que está fallando en esa sociedad que Cristina buscó diseñar. No gratuitamente, sino porque Alberto le facilitó mucho la vuelta al poder. No solo porque fue el que obtuvo más votos sino porque le resolvió el problema de ponerse la camiseta y salir a recorrer el país. Se sentó a hablar con los empresarios, con los fondos de inversión, todo antes de ser candidato a presidente. Por eso creo que Cristina no buscó un delegado ni un delfín, sino alguien con peso político propio y estoy convencido que buscó en el origen. Hoy no veo la sociedad tan clara, en la misma sintonía. Lo que fue virtuoso en campaña hoy encuentra un montón de limitaciones. Parece lo que dice la oposición, que Cristina puso un delegado a administrar y no está conforme. Eso es lo que se desprende hasta de los propios pronunciamientos que Cristina hace cada tanto como el de "funcionarios que no funcionan" o "busquen otro laburo". No ataca a Alberto, pero el año pasado en la carta sobre la economía bimonetaria, escribió que a las decisiones las tomaba el presidente, que no la culparan a ella si esto no arrancaba. Hay una disconformidad que es manifiesta. La sociedad virtuosa de la campaña hoy está a prueba como nunca y por momentos parece que no funciona como se pensó.
- Massa fue clave en la derrota de 2015 y Alberto Fernández lo acercó en 2019. ¿Que rol juega?
-Massa es un jugador muy astuto, que es más que un dirigente político, es representante de una fracción de poder aliado a grupos empresarios y parte del sindicalismo. Es alguien para no subestimar, que hoy está haciendo su propio juego en el metro cuadrado que le dieron, maximizándolo como nadie, porque si bien puede estar en un segundo plano de la discusión pública ocupa un lugar importante del Frente de Todos. No sufre el desgaste de Alberto, porque no está en la primera línea del combate, y sin embargo maneja recursos, tiene a su mujer en Ayssa, ministerios importantes y una sociedad con Máximo Kirchner que no deja de sorprenderme. Tienen un pacto de no agresión porque creo que las diferencias existen. Está bien ubicado como actor de poder, pero a su proyecto personal de querer encabezar la fórmula a presidente lo veo mucho más difuso. Hoy Massa está bien parado y creo que recuperó en alguna medida la relación con Cristina. Más que del lado de Alberto, lo veo del lado de Máximo. Hacia adelante es un gran signo de interrogación. En las encuestas le está yendo mal en todo el país porque fue y vino y rápido y a eso te lo cobran.
-En el libro escribís sobre la pata empresaria del Frente de Todos. Uno de los dirigentes más importantes de ese grupo es Hugo Sigman, que hoy es cuestionado por la demora de las vacunas de AstraZeneca.
-Creo que el vínculo de Sigman con el Frente de Todos se mantiene, afectado por la crisis y las dificultades del operativo AstraZeneca. Sigman es un personaje de mucho poder, que tiene relaciones que no se condicen con el perfil del empresario progresista, que juega al poder en serio. Y que además es representante de un sector que dio el salto en la disputa de poder, los laboratorios nacionales, que apostaron fuerte. Sigman se enfrentó al macrismo, no diría que desde el comienzo, cuando salió en la tapa de Clarin un domingo por los cargamentos de efedrina que eran de su propiedad y que el gobierno de Macri denunció. Tenía una histórica relación con Cristina que hoy no sé si existe, creo que es más con Alberto, porque además Sigman se mueve en tándem con un grupo de actores importantes como Juan Manzur, Héctor Daer, Gines González García. AstraZeneca fue la primera apuesta de Gines y de Alberto. Yo no compro el argumento de Sigman de que él simplemente fue contratado por AstraZeneca para fabricar la vacuna. Creo que fue un actor de ese acuerdo, no fue alguien al que llamaron de casualidad sino que desplegó sus vínculos. Para mi tuvo un protagonismo fuerte y Gines se jugó a fondo.
-A partir de la descripción que hacés de cómo está hoy el Frente de Todos y de la dinámica que está tomando el país. ¿Como ves los dos últimos años del gobierno de Alberto?
-Va a depender del resultado de las elecciones de noviembre, de la pandemia y del acuerdo o no con el Fondo, de las condiciones que ponga o no, de si aparece el nuevo Fondo o es el mismo de siempre. Todos los planes de campaña de Alberto fracasaron, por ejemplo el de encender la economía y el repetir lo mismo que hizo Néstor. Yo no sé hasta que punto puede haber una recuperación de la economía, que para mi es lo central. Ni si puede haber un crecimiento sostenible, como dice Guzmán. Tampoco si se pueden recuperar los ingresos de la población que vienen de perder 25 puntos promedio en los últimos 3 años. No sé hasta que punto los votantes naturales del Frente de Todos pueden sacar la cabeza a la superficie. Que tengan al menos una mejora, un alivio, porque no creo que haya un cambio radical en esta situación donde hay 20 millones de personas por debajo de la línea de la pobreza y a la gente no le alcanza para llegar a fin de mes. Ahí se juega mucho el gobierno, pero no lo veo para hacer transformaciones importantes.
-Y el otro es que la oposición encuentre un candidato atractivo. Se escuchan muchas críticas al gobierno de Alberto, pero también admiten que lo de enfrente es peor.
-Si, la experiencia de Macri fue muy traumática, una crisis auto infligida por la apuesta desmesurada a la deuda sin plan B. Un día se quedó pedaleando en al aire y fue todo turbulencia. Si no hubiera sido por Trump no sé como terminaba Macri. Creo que eso en la gente de a pie, no en la del poder, en la que todos los días se levanta pensando en como garantizar su subsistencia, no se olvida fácilmente. Esta es una situación excepcional, entonces no sé hasta que punto Juntos por el Cambio puede sumar sectores que le permitan volver a ser mayoría. Al gobierno del Frente de Todos lo veo con poco margen. Quizás hay un acuerdo con el Fondo sin condiciones, aparecen las vacunas y la economía vuelve a crecer, rebota, los poderosos que tienen fondos en el colchón los traen de afuera y pasa todo lo que Remes Lenicov dijo que pasó en 2002. Una persona cercana a Héctor Magnetto (CEO de Clarín) me contó que no tiene preocupación por lo que pueda hacer el Frente de Todos, porque piensa que este gobierno en cierta medida está jugado y no tienen margen para transformaciones profundas. Nada que atente contra contra los intereses del grupo Clarín, pero tampoco nada que atente contra el status quo y revierta la fenomenal transferencia de ingresos de los últimos años en favor de los sectores más poderosos. La pandemia no es neutral, profundiza una estructura de ganadores y perdedores. Hoy el salario que durante los años de Néstor Kirchner estaba entre los altos de la región en dólares, está entre los más bajos. Los empresarios no lo agradecen en público pero en sus balances lo ven con mucha claridad. La fuerza de trabajo es muy barata en Argentina. En la UIA tampoco están preocupados porque el salario le gane por uno o dos puntos a la inflación, porque vienen de reducir en un 25% su valor. No les altera la cuenta de fondo.