Por Susana Ibáñez
Cada uno de los cuentos de este libro resuena con una forma de narrar característica de la autora y con temas y conflictos que revelan una mirada orgánica sobre el mundo que la acerca a la visión de la novela.
Por Susana Ibáñez
¿Cómo se construye una voz narrativa? ¿Cómo se logra que los lectores con experiencia sepan a quién están leyendo apenas abren el libro? ¿Cómo se construye un mundo completo en un libro de cuentos? Laura Vizcay (Reconquista, Santa Fe)*, que acaba de publicar "Esa humedad que brilla en su pestaña", en la colección La punta del iceberg de Editorial Palabrava, consigue todo esto: cada uno de los cuentos de este libro resuena con una forma de narrar característica de la autora y con temas y conflictos que revelan una mirada orgánica sobre el mundo que la acerca a la visión de la novela.
En estos cuentos breves, algunos de media página, otros de dos, tres páginas, la complicación que suele ser el nudo de la historia se ubica al inicio, ya sea en el título o en el primer párrafo. Tal vez sea ese recurso lo que le permite a Vizcay resolver sus textos en un espacio tan breve. Lo cercano de las historias, que se refieren a la vida familiar, a las amistades y a los vecinos, hace que no sea preciso explicar en cada relato ni dónde, ni cuándo, ni quién: el lector no salta de un escenario a otro, sino que con cada cuento se interna en un mundo que se le hace cada vez más familiar, un mundo habitado por personajes que bien podrían vivir en las inmediaciones y conocerse entre sí. Los relatos cuentan sobre situaciones de violencia familiar, abusos a chicas vulnerables, amigas que se pelean, amigas muertas, locura, estafas, tíos extraños, militancia política, amores no correspondidos. Ya sea que se narre en primera persona ("El Dodge 400", "La delatora", "Línea 47", "El premio", "La pestaña", "El Negro", "Con el sol del este"), como en tercera ("Fin del paseo", "Nina") o en segunda persona ("Canción de Ana"), cada relato parece relacionarse con las demás historias, de modo que la serie configura un mundo vivo, próximo, con una característica que lo hace singular: en algunos momentos lo cotidiano se vuelve extraño, se dispara el mecanismo del fantástico y asistimos al estallido de colores de monstruos heredados ("La herencia"), niñas con rabo ("El regalo de Dios"), personajes que no pueden caminar sin caerse ("Me caigo y me levanto"), muertos que cuentan su asesinato ("Extraño amor"), fantasmas que escriben ("La novela"), gatos que narran ("Antonia, Schopenhauer y yo").
Las historias de "Esa humedad que brilla en su pestaña", al referirse a un espacio común, acotado -la casa, la familia, las amistades de la niñez, el barrio-, de modo que cada relato contextualiza al siguiente, van construyendo una visión casi novelesca de un mundo alejado de los celulares, los autos rápidos y la televisión. Se agrega a esto un indiscutible talento para los cierres. Dicen sobre los finales que es importante mantener ese equilibrio delicado entre sorpresa y coherencia, que sin la primera no hay emoción y que sin la segunda el último párrafo sonará forzado. Ocurre en los cuentos de este libro que las frases que la autora elige para concluir las historias parecen nacer del corazón del cuento, llevar esa marca genética que los hermana con la idea inicial, el tono y el conflicto.
Decía Piglia que los cuentos no narran una historia, sino dos: "El cuento cuenta un cruce, un pasaje, es un experimento con el marco y con la noción de límite. Hay un mecanismo mínimo que se esconde en la textura de la historia y es su borde y su centro invisible. Se trata de un procedimiento de articulación, un levísimo engarce que cierra la doble realidad." Se solapa en estos relatos una extrañeza, una pregunta que no termina de articularse pero que subyace en las búsquedas de todos los personajes. Parecería que las historias de la serie narraran, en su conjunto, el devenir de un deseo de comprender lo que escapa a las categorías conocidas, un deseo de saber del mundo y de uno mismo. ¿Hay gente así? ¿Y por qué es así la gente?
(*) Laura Vizcay es Profesora de Letras y coordina espacios y actividades culturales en Reconquista. Ha publicado artículos educativos, narrativa y poesía en antologías, diarios y revistas locales y de Santa Fe y Mar del Plata. Publicó en Estados Unidos la novela "La sospecha" y cuenta con textos aún inéditos.
Cada uno de los cuentos de este libro resuena con una forma de narrar característica de la autora y con temas y conflictos que revelan una mirada orgánica sobre el mundo que la acerca a la visión de la novela.
Los relatos cuentan sobre situaciones de violencia familiar, abusos a chicas vulnerables, amigas que se pelean, amigas muertas, locura, estafas, tíos extraños, militancia política, amores no correspondidos.