El retorno suele ser una ilusión o una pesadilla. Según los propios sueños los prestados por la historia, la seducción que los envuelve y lo dicho: volver como remedio, castigo, desesperanza, infelicidad o incapacidad de tener un porvenir que lo supere.
Volver es confesar la impotencia. Plantarse en aquello que fracasó, una forma de suicidio disfrazada de ideologías, relatos y bravatas. El capitalismo como el enemigo de la libertad (já… ja, ja, ja…) y la razón de la supervivencia de los partidos políticos dieron, en estos días, acabadas pruebas de la cinta de Moebius como la explicación más diáfana del momento disfrazado de eternidad. Cuba, Venezuela, nosotros y el mundo como enemigo. Stop. Plis.
EL CORTOCIRCUITO COMO ANGUSTIA Y PESADILLA
Dicen algunos científicos y -se advierte- conviene hablar este tema antes que lo prohíban por inconveniente para algún candidato, ahora que la neurociencia proveería. El grado 100 de conocimiento del nombre es útil para gastar menos en publicidad; en fin…
Regresemos al punto en que un mínimo corte, tanto que no lo notamos, fabrica un vacío en el cerebro y deja una fracción infinitesimal sin transmisión de aquí para allá, sobreviene una función que ya es común en las computadoras: función guardar y lo sucedido va a parar a la memoria y cuando se restablece, repito, en mínimos instantes, nano instantes, cuando se restablece la conexión creemos que lo anterior es viejo, es un recuerdo y que esa situación, justamente, explicada del modo bestial en el que puedo hablar de esos temas, es algo ya vivido, un típico deja vú. No somos una computadora. Crueldad manifiesta. Lo vivimos ayer y hoy, continuidad atroz.
En el 1962 del siglo pasado me explicaron que de ese modo el clic que pasa a la memoria, por el cortocircuito que mencionamos, los sucesos del instante y el fenómeno de creer lejano lo que sucede aquí, aquí nomás, explicando burdamente algo tan específico, tan de altísima ciencia. Se repite el eje del fenómeno, hechos que suceden un nano segundo después quedan separados. Deberían estar juntos, son lo mismo. La mente es caprichosa. Uno es el ayer que parece copiarse. No, no señor: es la mismísima historia, secuenciada al infinito. Moebius sonríe.
El equívoco de creer que algo que se ve, pero no se entiende tan, tan bien, es un error, se cierra con una frase rotunda. Es un Deja Vú y listo.
Hay otros casos, dice la ciencia. No solo de ese chisporroteo se fabrica un pasado que es presente. Podemos discurrir que hay más, que sí, que sucedieron allá lejos, sucedieron y, acaso, han sido vividos en otro tiempo y tal vez suceda y se trate de otro fenómeno, otro deja vú, ese misterio que mencionamos como si lo conociésemos.
Para el caso, remite a lo que se desconoce y se acepta y eso nos sucede, desconocemos y aceptamos. Siguiendo a aquellos cirujanos franceses, siguiendo sus indicaciones, dividí en nervios, músculos y arterias algo que solo tiene sentido en su completa complejidad. El cuerpo humano. Por mi parte, eterno agradecimiento a Rouviere (tres tomos) y Testut- Latarjet. Ahí, estudiando cadáveres de los NN, supe que el cuerpo humano es especial y que eso que seccionábamos no era una persona. Tampoco la cadena completa de Deja Vú que se nos ocurra define el comportamiento humano, por donde transcurrimos. Mi primer libro de neuroanatomía era de un autor: Arana. Estamos viviendo un extraño y cruel ejemplar de ya vivido, ya visto. Deja Vú.
Darwin, Malthus, Keynes podrían ser, como citó con desparpajo y cruel ironía un político sobre un caso de corrupción, una marca de yogur. Desparpajo y crueldad, pero certeza.
El día del kinoto es un título que podría ser atrevido o chabacano. Un giro que entienden sólo algunos viejos argentinos donde estoy calificado, apenas. Una marca de yogur.
"El día de la marmota" es la traducción para una película yanqui con mucho éxito y remite a que un día y otro y otro sucede lo mismo. El personaje lo advierte pero sigue el juego, de eso se trata. Hay muchos periodistas enamorados de esta película. Estoy fuera de ese amor. Resulta tan interesante como "El show de Truman", ese súper show, súper Gran Hermano donde todos vemos la vida de ese muchacho, Jim Carey. También estoy fuera pero cuidado, demasiado yogur.
Algo nos sucede. Inacabado. El deja vú permanente y la vida vivida en una pantalla para que otros la miren comportan dos ejemplos de la vida real transcurriendo como una absurda convención que aceptamos, como una historia y esa historia que, se insiste, que aceptamos como un cuento en el que solo somos espectadores, remite a la Marmota y el show de Truman, películas aclamada por tantos que terminan por obligar a la calificación.
Somos sospechosamente circulares. Un buen ejemplo. La vida imita al arte y eso es peligroso y allí deben buscarse muchas persecuciones a los creadores.
Hay buenos deseos que sucederán el día del kinoto (salvando respetuosamente a los productores de tan particular fruto). Para quienes, como el que escribe, desarrollaron su vida, aquellos tiempos hacia arriba entre naranjas, mandarinas, limones, sandías, duraznos, los nísperos robados salteando el tapial y el dulce de higos de la abuela, el kinoto era un exótico fruto difícil de ubicar en la grilla de sabores y preferencias.
Está fresco el cadáver de Fidel y eso que fue denominado la Revolución Cubana. No hay revoluciones tempranas, es como dice Zitarrosa, pero también es cierto que en un mundo tan redondo como un globo nadie sobrevive con una economía de monocultivo tan fluctuante y artesanal sin una espalda que los proteja. América ha pagado y paga carísima esa espalda. Existe. La prestó la URSS, hoy una sigla en desuso.
La marmota, el kinoto, el deja vú que no cesa. Desde la década del 50 que estamos con el tema Fidel. Volvió. Nunca se fue. Siempre fue un fracaso. Todos quisimos otra cosa. Nunca. Siempre. Todo. No logramos evadir los absolutos.
Los capitalistas pagando candidatos a diputados, senadores, intendentes y concejales, como parte de un juego que, en estos días, reapareció. Nunca se fue. Siempre. Todo. Skanska. ¿PARA QUÉ PAGAN CANDIDATOS?
Solíamos discutir, en aquellas mesas de café negro, cigarrillos, ginebras y madrugadas imaginando un lugar raro y posible donde borrásemos el juego de trabajo, capital, plusvalía, Carlitos Marx enterrado en Inglaterra y el Che muerto de asma en cualquier parte, hasta con día equivocado en los partes oficiales. No encontrábamos sitio donde el Capital no fuese parte del juego. Donde la política fuese servicio, una carga con restricciones y castigos por la mala praxis. Nunca encontramos el día del kinoto.
Sigue Cuba y su modo de igualar hacia abajo, hasta la injusticia y el desconcierto. Siguen los socios capitalistas pagando candidaturas, tal vez las de Rosario en estos días y la certeza a muchos les causa indignación. Un deseo, uno: ojalá no sean blanqueos. Hum.
Hay más deseos. Ojalá alguien explique el Deja Vú y cómo terminar con él, pero es un fenómeno repetido e inevitable. Explicar un fenómeno no se puede y si se puede analizar no es un fenómeno. Es una marca de yogur que todos comemos de buen grado.
La marmota, el kinoto, el deja vú que no cesa. Desde la década del 50 que estamos con el tema Fidel. Volvió. Nunca se fue. Siempre fue un fracaso. Todos quisimos otra cosa. Nunca. Siempre. Todo. No logramos evadir los absolutos.
Sigue Cuba y su modo de igualar hacia abajo, hasta la injusticia y el desconcierto. Siguen los socios capitalistas pagando candidaturas, tal vez las de Rosario en estos días y la certeza a muchos les causa indignación.