Por José Calero
Por José Calero
El equipo económico tiene 40 días para cumplir el objetivo fijado por la política de consolidar un escenario de estabilización cambiaria, reanimación productiva y del consumo, y creación de empleo, en medio de los temores por la posible llegada de la tercera ola de coronavirus.
Las elecciones primarias se realizarán el 12 de septiembre, y la Casa Rosada quiere exhibir para esa fecha que la reactivación se empieza a consolidar, para quedar bien posicionada rumbo a las legislativas de noviembre.
Los ministerios de Economía y de Desarrollo Productivo tienen todos los cañones apuntados a demostrar que la actividad empieza a alcanzar velocidad de crucero, tras los cimbronazos de la pandemia que agravaron un escenario recesivo de larga data.
Durante julio, el Palacio de Hacienda y el Banco Central debieron salir en bloque a neutralizar un ruido cambiario que siempre amenaza complicar cualquier intento de reactivación económica.
El costo fue alto: en la última semana de julio, las reservas cayeron en más de US$ 500 millones.
El Banco Central pasó de comprador neto de divisas a vendedor, y a eso se sumó el pago de un vencimiento con el Club de París, acordado por el ministro Martín Guzmán como condición para que ese consorcio de acreedores acepte postergar el cobro de la deuda al menos hasta marzo del 2022.
Para esa fecha Guzmán espera tener cerrado un acuerdo con el FMI: será una jugada a todo o nada para quien sigue siendo llamado "ministro de la deuda" por un sector de kirchnerismo que parece haberle perdido la confianza.
En cambio, el jefe del Palacio de Hacienda sigue gozando del respaldo presidencial pleno, sobre todo después de ser uno de los que motorizaron a nivel internacional la jugada por la cual la Argentina y otros países emergentes recibirán un fuerte refuerzo de reservas.
La Argentina debía pagarle US$ 4.700 millones hasta fin de año al Fondo Monetario, y gracias al envío de los Derechos Especiales de Giro (DEG) por parte del organismo, prácticamente no tendrá que hacer uso de las reservas netas para afrontarlo.
A regañadientes, la propia vicepresidenta Cristina Kirchner aceptó que se usen reservas para afrontar esos vencimientos, a cambio del asiento contable que recibirá la Argentina del organismo por unos US$ 4.350 millones.
La jugada será a dos bandas: Guzmán le demuestra al FMI que la Argentina paga, y al mismo tiempo el BCRA continuará teniendo espaldas para soportar las presiones cambiarias.
Todo para cumplir el principal pedido que el Presidente le hizo a su equipo económico: que no haya ruido cambiario durante la campaña electoral, para evitar que la oposición capitalice esa debilidad.
La meta es no devaluar al menos hasta el 14 de noviembre, el domingo en que se definirá el futuro de la composición del Congreso, donde el Gobierno necesita mantener el control de la Cámara de Diputados para evitar que la oposición, que atraviesa momentos de convulsión, se le venga encima.
Otra vez, como ocurrió durante el primer gobierno kirchnerista (2003-2007), los altísimos precios de los commodities le permiten a la Argentina contar con los recursos necesarios para no hundirse totalmente.
En siete meses, el campo liquidó casi US$ 51.000 millones, lo mismo que en todo el 2020.
Como contrapartida, a Alberto Fernández le tocó afrontar una pandemia inédita que destrozó todos los planes que tenía y lo obligó a resolver sobre la marcha cuestiones decisivas, con algunos aciertos y muchos errores, sobre todo en materia de acuerdos con los laboratorios que producen vacunas.
Pero el Presidente cree que ahora vendrá una etapa positiva para la economía, que incluirá menor inflación, mayor crecimiento, generación de empleo y, espera, una caída en los catastróficos niveles de pobreza, que rondan el 45% de la población.
En el conurbano, ese "país aparte" que tiene la Argentina, seis de cada diez chicos son pobres.
Los datos que le acercan Guzmán y Matías Kulfas convencen al Presidente de que la industria consolida su recuperación.
La principal terminal automotriz le está pidiendo a su casa matriz en Japón construir otra planta, porque ya está operando al límite de la capacidad instalada, destaca Fernández a todo el que puede.
También recibe buenas noticias del laboratorio argentino encargado de envasar las Sputnik V.
Las vacunas rusas le permitieron tomar aire al Gobierno cuando parecía que la Argentina no tendría dosis en medio de la primera oleada de la Covid-19.
Pero también le complicaron el panorama sanitario y político en el momento en que se confirmó que Rusia tenía serios problemas para imprimirle ritmo a la producción de la indispensable segunda dosis.
Ahora, esa ecuación podría cambiar si a nivel local se logran obtener las vacunas que los rusos no pueden proveer.
La estrategia económica hasta las elecciones de noviembre será aguantar al dólar blue en torno de los $ 180, alimentar el consumo con una emisión monetaria que se ha reactivado para darle gas a los subsidios y tratar de que el sector privado comience a generar empleo.
Eso ya está ocurriendo en rubros claves como la construcción y el mismo camino podrían seguir algunas automotrices y distintas plantas de manufacturas.
Ante este escenario, y como casi siempre ha ocurrido en la Argentina, el tiempo de encarar las reformas de fondo quedará para después del día de los comicios.