Lucía Dozo | [email protected]
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Para muchos es un ícono de la cultura en Rosario, para otros un pasaje escondido. Lo cierto es que el Pasaje Pan —inaugurado en 1899— es la galería cubierta más antigua de la ciudad. El primer tramo de la edificación tuvo lugar a fines del 1800, con salida por calle Santa Fe al 900, y recién en 1914 tuvo lugar la segunda etapa de calle Córdoba al 900.
El edificio, basado en un estilo arquitectónico academicista, tiene ciertos datos curiosos en lo que refiere a su construcción. El antiguo ascensor fue el tercero instalado en Rosario y es uno de los únicos que mantiene su motor abajo. El inusual espacio, calmo en plena peatonal rosarina, nuclea el trabajo de creadores de diversas disciplinas artísticas, a pesar del cierre de algunos locales durante la pandemia. De todas maneras, en los últimos años se fueron abriendo nuevos locales como por ejemplo, en 2019, la librería Craz, especializada en libros ilustrados e historietas, en donde también se realizan presentaciones de libros y muestras.
A finales de los años ’80, la dibujante, diseñadora y productora Flor Balestra instaló en el pasaje su taller de arte y local comercial. En 2004 ideó el ciclo Cultura Pasajera, en el que diversos artistas exhibían sus obras. Las muestras realzaron la escena del lugar y el evento se fue transformando en lo que se conoció durante muchos años como Cultura Pan. Aquellos encuentros se realizaron de manera ininterrumpida durante más de 10 años.
“Armé toda una poética alrededor del pasaje, había mucha gente que tenía más antigüedad que yo trabajando ahí y a la que, por motivos diversos, no se le ocurrió armar la historieta, el cuento, la fantasía, acerca del espacio —explica Flor Balestra—. Alimenté la mística, el pasaje está desde hace más de cien años. Pero yo detuve la mirada y me gustó escribir sobre él, dibujarlo, proponerle al lugar algo, que terminó siendo también una propuesta para la ciudad”.
Además de estos ciclos, desde fines de los ‘90, el centro de arquitectura y diseño perteneciente al Colegio de Arquitectos de Rosario también convoca a artistas. Conocido como “El túnel”, está emplazado en el subsuelo del Pasaje Pan y despliega dos alas que conforman dichos túneles. Allí también se realizan muestras y presentaciones.
“El local —continúa Flor— fue el primer negocio de productos rosarinos, de industria rosarina, hace 30 años no había en la ciudad nada que apostara a la producción local. Hoy los artistas se han ganado su lugar luchando mucho tras esa consigna. Y también, acompañando eso, de alguna manera el rosarino cambió la mentalidad mirando lo autóctono, algo impensado hace dos o tres décadas”.
En el pasaje funcionan diversos locales relacionados al arte y afines, también se encuentra la Asociación Rosarina de Esperanto, un taller de lutería con vista al público, aulas de cursados de diversos idiomas, talleres literarios y oficinas de profesionales. El espacio cuenta hasta con un piano en declive, ubicado a la mitad del recorrido: “La iniciativa del piano fue mía, me acerqué a Eugenio Previgliano que es pianista, además de poeta y agrimensor, y hace muchos años que está en el pasaje. Así Eugenio pudo conseguir el instrumento mediante una donación y fue mejorado también por la lutería. De alguna manera, es un piano al paso, porque mucha gente que cruza el pasaje se pone a hacer música”, dice Balestra, quien además se desempeñó como subsecretaria de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario entre 2008 y 2011.
En mayo de este año, Flor Balestra se despidió del espacio que transformó y potenció durante tantos años. Aunque cerró sus puertas, su negocio sigue presente en Pasaje Pan y la vidriera funciona como una exhibición de arte. En una carta que compartió en sus redes sociales, señalaba, entre otros conceptos: “Si un día salí flotando en mi paraguas volador y vislumbré ese espacio inmenso, deshabitado y solitario y fue amor, desde muy chica, a primera vista. Pasaron mil historias entrañables todas y en ese pasaje anclé mi vida. Hoy siento que lo tengo que dejar ir, ya fueron suficientes aventuras y travesuras ahí adentro acompañada de todos ustedes y de la ciudad que tanto quiero. Que bien la pasamos. Hicimos magia. Ese sueño me seguirá a todas partes porque hice de él mi casa y mi lugar en el mundo, pero en estos días los vientos soplan fuerte y me llevan a otra nave maravillosa y estupenda, patrimonio histórico y cultural de la ciudad. Hoy abrazo otro desafío, otro vuelo, otra navegación. Seré la nueva directora ejecutiva del teatro Auditorio Fundación Astengo y en eso ya estoy trabajando con ánimo, deseo y un entusiasmo que no es coherente con la realidad. Pero como una planta, avanzo...”.
El pasaje lleva el nombre de Andrés Pan, un comerciante de origen gallego, de La Coruña, aunque por mucho tiempo se pensó que su origen era inglés. Pan poseía un almacén de ramos generales en la planta baja y vivía en la parte superior del pasaje. En busca de un retiro cómodo cedió su propiedad al London, Buenos Aires and River Plate Bank a cambio de una pensión vitalicia. Pan falleció en la década del ’30 y el predio fue adquirido por la compañía La Esmeralda. En el año 1957 se dividió en propiedad horizontal y sus locales se vendieron por separado.
Fue edificado en dos etapas. En 1899, en el sector con salida a la calle Santa Fe, se construyeron oficinas por las que se accede a través de una sucesión de pequeños patios intermedios. La segunda, hacia la peatonal, se concretó en 1914 atravesando la que había sido la residencia de la familia Esquivel. Funcionaba allí, también, el estudio de Joaquín y Fermín Lejarza y Esquivel. En el pasaje se originó, a principios del 1900, la Liga del Sur, movimiento del cual Fermín Lejarza fue fundador junto a Lisandro de la Torre, hoy devenido en el Partido Demócrata Progresista.
En esa área que da hacia la peatonal se alzan locales vidriados, abiertos a una circulación amplia, con sectores de doble altura iluminados cenitalmente con luz natural. Las dos construcciones convergen en el centro, generándose un patio de forma irregular, donde se encuentran los núcleos sanitarios en ambos niveles. En la planta alta, las oficinas se estructuran alrededor de un patio con balcón con vista al nivel inferior y posee como remate un lucernario corredizo y puentes.
En la reciente Noche de las Peatonales, realizada el 18 de septiembre (desde el Municipio anunciaron que el 23 de octubre se repetirá la experiencia), el pasaje tuvo particular protagonismo, ya que fue uno de los denominados “puntos selfie”, junto con el edificio Bola de Nieve, la galería Rosario y la sede del Jockey Club, entre otros.
Estos “puntos selfie” se ubicaron en distintos lugares del centro —estratégicamente elegidos por su historia y su belleza singular— que se señalizaron para que los visitantes pudiesen tomar la mejor foto y compartirla después, con el hashtag #NocheDeLasPeatonales, para armar un álbum de recuerdos colectivo. De esa movida gastronómica, cultural y comercial que incluyó a las peatonales Córdoba y San Martín, participaron miles de rosarinos.