Marilina Bertoldi presentará su disco “Mojigata”, compuesto en pandemia, en Tribus Club de Arte (República de Siria 3572): será el viernes 22 de abril a las 21. Al respecto, Marilina expresa que esa situación “evidencia un clima especial y un concepto general que va más allá de una mera colección de grandes canciones. Un momento de replantearme algunas cosas y pasar por ciertas revoluciones internas en las cuales había mucha neurosis, muchas voces”.
Las entradas para el show están a la venta en la boletería de Tribus (República de Siria 3572) de miércoles a domingo de 18 a 24 y por el sistema Ticketway y sus puntos de venta (online y físicos).
El Litoral aprovechó para ir al reencuentro de la cantante nacida en Sunchales, para recorrer el proceso de creación de este disco, de sus cuidados videoclips, y sus ganas de ir artísticamente a lugares desconocidos.
-El año pasado contabas que el disco en el que venías trabajando (que terminó convirtiéndose en “Mojigata”) era el primero que producías enteramente vos, además de componerlo y arreglarlo. ¿Cómo fue hacerlo?
-Confuso y liberador. Ambas cosas. Tuve muchos momentos de dudar de todo, ya que las posibilidades son infinitas, pero en el aprendizaje de entender lo que quiero y todo lo que puede desenvolverse una canción, entendí que los límites me los pongo yo. Y esa noción fue la parte de libertad que necesitaba.
-Decías en ese momento: “Siento nadie en toda mi carrera entendió lo que quería hacer más que yo misma”, y también “Necesitaba componer de cero un disco que sabía que iba a producir enteramente yo”. ¿Sentís que se llenaron las expectativas que pusiste desde el comienzo?
-Sin dudas. Sentía de algún modo que no indagar por estos lugares era no estar teniendo la full experience de ser una artista, y al fin sentí ese descubrimiento de un nuevo lugar donde explayarme y divertirme. Venía coqueteando con mucho respeto la producción, y descubrí mi método que es lo más irrespetuoso que vi. Destruyo todo sin miedo, transito nuevos caminos sin pedir permiso, es una sensación muy plena e incomparable.
-¿Quiénes formaron el equipo que te acompañó en este proceso? Juan Manuel Segovia y Edu Giardina fueron de la partida.
-Ellos son las dos personas que más participaron. Nombraría también a Álvaro Villagra que fue quien aportó su mística al grabar las baterías, fue una gran manera de empezar a grabar el disco que se venía cocinando en mi casa.
Ahí nomás aparece el Edu, con quien ya había trabajado previamente y me había quedado de algún modo con las ganas de retomar eso. Fue el baterista perfecto para este disco, es un baterista de rock como los que me gustan a mí, que le pegan con el cuerpo, que no tienen miedo a salirse de la raya, y a la vez es una persona que puede ir por cualquier estilo sin drama.
Finalmente Juan Pucho, o Juan Manuel Segovia para la ley, fue mi coequiper. Paciencia, compañía, espacio, la palabra justa, buen gusto, un gran músico, ingeniero y productor que sabe aportar desde el lugar que uno esté dispuesto a darle. Eso es difícil de encontrar todo conjugado en una misma persona. Por otro lado, fue increíble descubrirlo como bajista, es básicamente el bajista que siempre quise tener y lo encontré en uno de mis guitarristas favoritos de la escena, una fantasía todo.
-En las letras aparece un lenguaje muy personal, incluso pasando del castellano al inglés en la misma frase. ¿Cómo fue tu proceso letrístico?
-Mi proceso con las letras sigue siendo el mismo, parto más bien de la sonoridad de algunas palabras al armar la melodía sobre lo que voy creando. Y esas palabras me ayudan a construir la letra que las contiene. La parte de finalmente incluir palabras en inglés fue relajar algo que siempre tuve, antes me parecía bastante pedorro hacerlo y ahora la verdad es que no me puede importar menos lo que alguien piense sobre ese spanglish. Me resulta tan natural porque hablo bastante así.
-Hay algo de mucha síntesis en las canciones, la mayoría dura menos de tres minutos. ¿Fue una búsqueda de pelar todo lo innecesario y no agregar una vuelta más sólo por redondear?
-Soy de armar temas muy cortos para el gusto del resto. Me pasa que cuando compongo armo el tema en uno o dos días, el esqueleto digamos. Y no me gusta sumar partes para cumplir con algún requisito por fuera de lo que la canción me inspira al vomitarla. No soy muy fan de las “partes C” en general, porque creo que la mayoría están forzadas y cumplen más con un capricho que con el verdadero fluir de lo que estás haciendo. Yo voy al grano y si el tema te gusta pero te queda corto, ponele repeat y listo.
-El primer corte fue “Cosa mía”, una canción muy uptempo, con el video dirigido por Dana Campanello y Gonxalo Alipaz y el coprotagónico de Beatriz Dos Santos; una estética con algo de David Lynch. ¿Cómo salieron el tema y el video?
-La canción salió a modo de transmitir el hype que estaba viviendo al arrancar a producir mi disco, como si de alguna manera el “C’mon c’mon” me lo estoy diciendo a mí. Y el video honestamente tuvo muchos intentos de ideas que no pudieron ser, así que finalmente me entregué a la idea más fresca y resolutiva que pudieron transmitirme Dana y Gonza. Me pareció más importante salir con el tema de una buena vez (ya que venía trabada con los lanzamientos) que seguir dándole vueltas al tema.
-¿Cómo salió la convocatoria a Javiera Mena para compartir “Amuleto”? Contaste que fue una canción nacida en la soledad pandémica, y terminó convirtiéndose en “el primer video latinoamericano de dos artistas abiertamente lesbianas”, tal como se presentó en su momento.
-La convocatoria surgió posteriormente a enterarme de que Javiera había dicho cosas muy lindas sobre mi en una entrevista, sin conocernos. Le agradecí por privado en Instagram y tuvimos una buena conversación, de mucho respeto y admiración mutua. En ese momento estaba produciendo “Amuleto” y empecé a sentir la necesidad de una voz distinta a la mía, de armar una especie de dueto a lo old school donde las baladas son dedicadas entre lxs artistas. Dio el OK al toque que escuchó el tema, y su voz quedó tan impecable en el tema que no hubo vuelta atrás.
-¿Cómo fue hacer el video de “La cena”, con dirección de Miche (Michelle Gualda) con esa estética tan pampeana y gauchesca? ¿Y cómo salió el convite a la activista de Ammar (y modelo y actriz erótica) María Riot para coprotagonizarlo?
-Digamos que “Amuleto” jugaba con esta tensión sexual que no sucedía, así que en “La cena” decidimos ir al grano y qué mejor que hacerlo con alguien que sabe retratar esas escenas en cámara, una profesional. Era María o nadie más, si ella decía que no la idea iba a ser otra. Por suerte ella resultó ser una persona muy accesible y cálida, y su trabajo en cámara es hipnótico.
-“Vivo pensando en ayer” tiene una identidad muy jazzística, en diálogo con las guitarras más rockeras. ¿Cómo surgió esa canción?
-Estaba en la mismísima mierda en mi casa, con la limpieza y orden de la misma en la B, maquinando mil ideas por segundo, repasando diálogos y decisiones pasadas con el peor enfoque posible, en fin, haciéndome mierda por el deporte mismo de hacerme mierda. Había estado viendo y escuchando un show en vivo de Fiona Apple del 99 en Nueva York, y supongo que en la búsqueda del refugio en la composición salió “Vivo pensando en ayer”, que es de las canciones más honestas que escribí alguna vez. Me sanó ver que incluso mi locura puede verse hermosa si me determino a sacarla afuera.
-Dijiste que necesitabas hacer un disco de rock para saldar tus cuentas pendientes con el género, pero que era el final de esa etapa, que querías meterte en algo más experimental, y que ya tenías ideas de lo que iba a venir. ¿Qué se puede contar de ese rumbo a futuro?
-Voy a lugares que no conozco, voy hacia la incomodidad, hacia la posibilidad de perderlo todo. Es más o menos lo que vengo haciendo en algún sentido, así que feliz, porque nada significa “jugar” más que eso para mí, y la verdad es que tengo ganas de divertirme y jugar mucho más.