Rogelio Alaniz
Raúl Barón Biza se afilió tres veces al radicalismo. La última vez fue en 1946 y lo hizo para integrarse a la corriente interna de Intransigencia. Tres afiliaciones en tres décadas permiten decir que, efectivamente, si alguna pasión política tenía este hombre, esa pasión se llamaba radicalismo. Barón Biza siempre se sintió radical pero, como correspondía a su estilo, su identidad la vivía y practicaba a su manera.
En la década del treinta se jugó y financió a revoluciones radicales. Lo hizo con la generosidad y el coraje de siempre. Pero también con la arbitrariedad que en su persona ya era una marca registrada. Nunca admitió ser un político; siempre se concibió revolucionario. Un revolucionario muy singular, un revolucionario que, como dijera su hijo, gastó la plata en revoluciones y en putas. Y se enorgullecía de estar procesado por revolucionario y pornógrafo.
Su oposición al régimen conservador de Justo fue manifiesta y frontal. Con motivo del golpe de Estado de Uriburu escribió: “El 6 de septiembre una clase repudiada por el pueblo, los descendientes directos de aquellos asaltantes de caminos, la misma clase que importaba esclavos de Africa, explotaba al indio y aniquilaba a la raza originaria, los mismos descendientes de aquellos comisarios de campaña que hicieron que más de un gaucho se alzara, se habían adueñado, por un cuartelazo, del poder”.
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