Enrique Cruz (h)
Un paro cardíaco terminó hoy con su vida a los aún jóvenes 72 años, pero la imagen y el recuerdo de todo Colón hacia la figura de Jorge Omar Sanitá permanecerá imborrable entre quienes lo vieron jugar o se enteraron de su enorme aporte como futbolista primero y como entrenador después.
Sanitá llegó a Colón para formar parte de aquel equipo que Ítalo Giménez y Pepe Etchegoyen armaron en 1965 para conseguir el soñado ascenso a Primera División. Fue un hombre clave por ascendencia sobre el resto de sus compañeros, temperamento y capacidad, convirtiéndose en el único de los futbolistas que disputó los 44 partidos de la temporada.
Aquel equipo sabalero, que tuvo el invalorable aporte de los uruguayos que trajo don Pepe y que se fue armando a medida que pasaron los partidos a través de la tosudez y confianza de un dirigente como Ítalo en el que pocos creían, tenía entre sus filas a figuras muy recordadas. Hablar de Orlando Medina, Luis Tremonti, Raúl Cardozo, Alejo y Gisleno Medina, Pepe Canevari, Sebastián García, el Pulga Ríos y el Mono Obberti, es mencionar nombres que se metieron decididamente en la historia de Colón, hacedores de aquella epopeya cristalizada un 14 de diciembre de 1965 en cancha de Atlanta ante Deportivo Español (día del ascenso) y coronada el 18 de diciembre de 1965 en un repleto estadio del barrio Centenario (día de la consagración como campeón de la B ante Nueva Chicago).
En medio de esa cantidad de nombres ilustres, aparecía la figura de Jorge Sanitá, transformado en el gran capitán con una fibra y calidad inquebrantable. Así, Colón supo armarse de hombres que, como Sanitá, sintieron muchísimo amor por la camiseta rojinegra y se quedaron a jugar los difíciles primeros tiempos en la máxima categoría.
En 1968 se produjo una de las campañas más recordadas por aquellos tiempos. Fue el equipo de don Jim Lopes, que tuvo una brillante actuación en el Nacional de ese año. Con Sanitá otra vez como figura y caudillo, aparecían ilustres nombres como los de Tardivo, Jáuregui Mareque, Lezcano, el Pato Colman, Lo Bello, el Mencho Balbuena, Can Can Ceballos y Orlando Medina, entre otros.
Sanitá había llegado a Colón procedente de Rosario Central y se fue de la entidad sabalera tras seis temporadas a jugar al fútbol cordobés. Allí, en la Docta, también se lo recuerda con mucho afecto y respeto. Pero la vida futbolística de Sanitá estuvo tan marcada a fuego por Colón, que regresó para afincarse en la ciudad y en Santo Tomé, siendo entrenador sabalero en varios momentos, sobre todo a fines de los 70 y principios de los 80.
Sanitá supo rodearse de buenos amigos que le dio el fútbol. Esto le permitió mantenerse siempre jovial y con los recuerdos a flor de piel. Decididamente, fue un hombre fundamental en la historia sabalera y así se lo debe recordar. Capitán en 1965, ganador y dueño de un temperamento que lo llevó a identificarse plenamente con la camiseta que amó. Desde el cielo, Jorge Omar Sanitá seguirá gritando goles sabaleros y alentando a que muchos como él sean tan dignos como lo fue, de ponerse la sangre y luto.