Este viernes 13 de octubre se cumplen 43 años de que se notifique al argentino Adolfo Pérez Esquivel que se le entregaría el Premio Nobel de la 1980.
Recibió en la sede de la embajada noruega en Buenos Aires la noticia de su designación como Nobel de la Paz, decisión que representó un duro golpe para la dictadura militar que gobernaba la Argentina.
Este viernes 13 de octubre se cumplen 43 años de que se notifique al argentino Adolfo Pérez Esquivel que se le entregaría el Premio Nobel de la 1980.
En un país y un mundo que se convulsionaban en medio de luchas sociales y políticas, Pérez Esquivel conjugó su trabajo artístico con su militancia social en el cristianismo de base y al calor de la Teología de la Liberación.
Pérez Esquivel recibió en la sede de la embajada noruega en Buenos Aires la noticia de su designación como Nobel de la Paz, decisión que representó un duro golpe para la dictadura y aire fresco para las organizaciones que buscaban canales para difundir las violaciones a los derechos humanos que se multiplicaban en el país.
“Es uno de los argentinos que han aportado un poco de luz a una noche profunda", destacó en su anuncio el Comité Nobel, que puso de relieve la tarea por los DDHH "a través de una política de no violencia".
Para entonces, Argentina ya tenía otro Premio Nobel de la Paz: el diplomático Carlos Saavedra Lamas lo había logrado en 1936, por su mediación en la guerra entre Bolivia y Paraguay.
Un día después de conocerse el premio, el dirigente dio una conferencia de prensa en la sede del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj), con imágenes del Papa Juan Pablo II y el cardenal Arnulfo Romero detrás, en la que juzgó que la elección lo animaba a "continuar el trabajo para crear una sociedad en la que el hombre pueda vivir más dignamente".
"Es evidente que en Argentina no se respetan los derechos humanos: existen miles de desaparecidos, los niños nacen en las cárceles… Nuestro trabajo consiste en buscar una solución a este drama por la dignidad de la persona", subrayó entonces.
Y expresó que compartía el Premio con el Movimiento Ecuménico por los Derechos del Hombre (MEDH), la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) y las Madres de Plaza de Mayo.
Entre las primeras reacciones al Nobel argentino se contaron la organización Amnistía Internacional; la secretaria de Estado adjunta para los DDHH de Estados Unidos, Patricia Derian; el Consejo Mundial de Iglesias, y varios países de la región, que festejaron que el premio quedara para un latinoamericano.
En la actualidad, además de ser Presidente del Consejo Honorario del Servicio Paz y Justicia Latinoamericano y de la Comisión Provincial por la Memoria, es Presidente de la Liga Internacional para los Derechos Humanos y la Liberación de los pueblos, con base en Milán, Italia.
También es miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos e integrante del Comité de Honor de la Coordinación internacional para el Decenio de la no violencia y de la paz.
Es también presidente honorífico de la Fundación Universitat Internacional de la Pau de Sant Cugat del Vallés (Barcelona). Y desde el 2004 forma parte del Jurado Internacional del Premio de Derechos Humanos de Núremberg, que cada dos años otorga un premio a organizaciones o personas que se destacan en la promoción y defensa de los derechos humanos en el mundo, aun con el riesgo de su propia vida.
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