Que Rosario esté arrojando sus desechos cloacales directamente al río Paraná sin ningún tipo de tratamiento, no es gratis para el ecosistema. Al menos esa es la hipótesis con la que un grupo de investigadores pretende obtener financiamiento de la Nación para realizar una investigación y generar conocimiento al respecto.
Según estimó a El Litoral el movimiento socioambiental XR, se arrojan por día cerca de "400 millones de litros de desechos" directamente al río. Esto ocurre porque la ciudad "no cuenta con una planta de tratamiento de efluentes" y sigue manejándose mediante un sistema que es idéntico a uno de principios del siglo pasado.
Ante la falta de información sobre cómo impacta esta metodología en el ecosistema, en el que están incluidos los peces, la directora del Laboratorio de Biotecnología Acuática del Acuario de Rosario, Vanina Villanova, presentó -junto con su equipo- un proyecto en la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica de la Nación para poder obtener financiamiento y realizar evaluaciones de zoo y fitoplancton, teniendo en cuenta los sitios de emisión de efluentes cloacales e industriales.
Villanova contó a El Litoral que esta agencia es uno de los entes que "financia los proyectos de investigación en Argentina". En caso de que les den el OK para poder avanzar con la investigación, los recursos se volcarán para un proyecto de "tres años". El puntapié inicial que los motivó a presentarse es "la falta de datos y el desconocimiento que hay sobre el tema".
El equipo de Vanina Villanova propone analizar el impacto de las principales fuentes de contaminación de cursos de aguas en la ciudad de Rosario a través del monitoreo de microbiomas, que es el conjunto de microorganismos -tanto bacterias como las células eucariotas- que forman parte del ecosistema.
"Se espera que la autodepuración del río pueda contribuir a mejorar la calidad del agua y reducir la presencia de patógenos, pero sin embargo la descarga directa podría, por el contrario, traer patógenos y traer cambios en las estructuras de las comunidades microbianas del río, por ende la autodepuración, en realidad, quizás, no esté funcionando de esa manera", detalló la investigadora.
Las zonas que pretenden estudiar -en caso de obtener el financiamiento para la investigación- son las de desechos industriales y de las vertientes directas de aguas residuales.
"La generación de datos de estas posibles contaminaciones -porque es una hipótesis aún- es sumamente importante para toda la comunidad y para los organismos gubernamentales que tienen que tomar una decisión o acciones que favorezcan la salud del ambiente y de la población".
En el contexto de cambio climático que atraviesa el mundo, sumado a que en la región se viene afectando el Delta, los Humedales, el ambiente, por la manera humana de accionar, "es sumamente importante que las personas sepan que la alteración en la biodiversidad puede tener un impacto negativo", aclaró Villanova.
"Cuando los ecosistemas son más diversos son, en consecuencia, más resistentes y resilientes a estos cambios y pueden tener mayor capacidad de adaptación. Cuando uno va acotando todo esto -como viene sucediendo-, el ambiente tiene menos capacidad de respuesta", concluyó.
Antecedente científico
Una investigación de Pedro Carriquiriborde y Gustavo Manuel Somoza, publicado en 2015 en la revista "Ciencia e Investigación" de la editorial Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, titulada "¿Representan nuestros efluentes cloacales un riesgo para los ecosistemas acuáticos y la salud?" (https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/54205) marca un antecedente sobre este tema.
La documentación indica que "el aumento de las poblaciones humanas y la concentración de las mismas en núcleos urbanos han llevado a que los desechos que estas generan sean dispuestos de una forma u otra en el ambiente circundante".
"En los últimos años se ha demostrado que los efluentes cloacales colectan no sólo los desechos fisiológicos provenientes de esas poblaciones, sino también los metabolitos de los fármacos que se consumen, los productos relacionados con el cuidado personal, los productos de limpieza, los plaguicidas, los herbicidas, etc.", continúa.
"Todos estos residuos se vuelcan, tratados o no, en los sistemas acuáticos superficiales próximos, que paradójicamente luego sirven como fuente de agua de bebida". En el estudio realizado "se resumen en forma esquemática los fármacos encontrados en los cuerpos de agua superficiales de distintas partes del mundo y los primeros trabajos realizados en la temática en nuestro país. Como ejemplo se toma la detección y actividad biológica del 17a-etinilestradiol, componente de las pastillas anticonceptivas y su efecto sobre la biología de especies de peces autóctonas".
Olor nauseabundo
A la sequía histórica del Paraná, que desde hace tres años mantiene a la mitad su caudal, se le agregan las aguas servidas de más de un millón y medio de habitantes, sin tratamiento alguno. Es prácticamente un mil por ciento más de personas que las que habitaban la zona hace 100 años, cuando comenzaron a funcionar los desagües cloacales.
Si bien en Rosario todavía hay un 15% de vecinos y vecinas que no cuentan con un sistema de cloacas, el 85% -que sí tiene- está tirando la cadena hacia el río. La falta de una planta depuradora de efluentes no solo es una promesa incumplida de los distintos gobiernos desde hace más de 20 años, sino también un golpe más al medio ambiente.
En julio del año pasado la secretaría de Ambiente de Entre Ríos, Daniela García, sostuvo que la bajante del Paraná los ponía en una "situación de emergencia" por el escaso caudal de agua y que "se vería muy comprometida" la capacidad del río para "diluir los efluentes cloacales que se vuelcan sin tratamiento".
Magalí Gómez, miembro del movimiento socioambiental XR de Rosario, expresó "que los inodoros salen directamente al río, un río que actualmente está en la mitad de su caudal por la bajante histórica" y que esta "es una práctica que comenzó hace mucho tiempo, pero que se sostenga es descabellado por la densidad poblacional que hay hoy en día".
"Si bien sabemos que el agua que consumimos atraviesa un tratamiento por la empresa (Aguas Santafesinas), no obstante, detectamos la contaminación cuando aparecen virus de gastroenteritis y los propios médicos recomiendan directamente que no se tome el agua de la canilla".
La integrante XR puntualizó que "hace 20 años que los gobiernos vienen prometiendo que van a realizar esta obra y no avanzan". Si bien están los proyectos presentados para obras en el Emisario 9 (a la altura de avenida Francia donde se ubica el monumento con forma de barquito de papel) y Emisario Sur (ubicado en acceso sur y Gutiérrez) "aún no hay novedades y seguimos esperando".
En agosto del año pasado el Concejo sesionó y presentó una iniciativa para que Aguas de Santafesinas diera una respuesta sobre el avance de estas iniciativas en un plazo no mayor a los 30 días "y no hubo respuesta". "Sabemos que es algo costoso, pero hablamos de la calidad del agua que tomamos", afirmó Gómez.