Sábado 2.4.2022
/Última actualización 14:01
Una medalla prendida a una cinta albiceleste, la tapa de seguridad de una bomba, el papel en el que escribía las cartas a sus padres, y varias fotos… Todo está acomodado sobre el escritorio de su trabajo actual, en el área técnica del diario El Litoral. Marcelo Alvarez es un excombatiente de la Guerra de Malvinas, pero casi nunca habla de los días que pasó en la Base Trelew, en el frío sur argentino, cuando con 19 años armaba las bombas que luego transportaban los aviones Canberra para combatir a la flota inglesa. No habló del tema hasta 10 años después de su regreso, ni siquiera con sus padres. Esa fue la orden cuando terminó el conflicto: "De lo que sucedió acá, no tienen que contar nada", recuerda que le dijeron sus superiores. Sumado al estrés postraumático y a la inexplicable disputa que surgió entre quienes estuvieron en las Islas y quienes cumplieron tareas en el continente, Marcelo calló durante décadas su historia, que es una parte importante de la historia argentina.
Por la Ley del Servicio Militar Obligatorio vigente en la época, Marcelo fue convocado a la Fuerza Aérea el 4 de enero de 1982. "Fue el año de la Guerra de Malvinas, que nos llevó por delante a todos", empieza a relatar.
- ¿Cómo te comunicaron a dónde ibas a ir y lo que ibas a tener que hacer?
- Cuando uno hace el servicio militar se prepara para una posible intervención. El 2 de abril nos enteramos que las tropas argentinas habían ocupado Malvinas, recuperándolas. Las primeras eran noticias alarmantes. Hubo un primer despliegue de personal para ubicarse en una base cercana a las Islas. Yo estaba en la segunda brigada aérea de la ciudad de Paraná donde estaban los aviones bombarderos canberra que fueron movilizados a una base aérea de Trelew. Al principio hubo un movimiento grande de soldados, personal civil y militar para ocupar esa base y hacer un sistema de armas del avión canberra, donde va el piloto y todo lo que necesita para volar, llegar al objetivo, disparar las bombas y retornar.
Estimo que no tiene que haber sido menor que yo haya sido técnico, al igual que mis compañeros. Todos éramos técnicos, recién egresados de la escuela secundaria. Nos eligieron.
Juan Vittori Marcelo Álvarez trabaja en el área técnica de El Litoral. En 1982 tuvo un rol clave en la estrategia ofensiva de la Fuerza Área Argentina, que hundió barcos insignias misilísticos importantísimos.Marcelo Álvarez trabaja en el área técnica de El Litoral. En 1982 tuvo un rol clave en la estrategia ofensiva de la Fuerza Área Argentina, que hundió barcos insignias misilísticos importantísimos.Foto: Juan Vittori
- Para armar bombas, estábamos en el grupo de armado de bombas. Eran bombas que pesaban 1000 libras, 500 kilos. Son como 10 bolsas de porlan. Era un cilindro de hierro que tenía como 40 centímetros por 60/70 cm. que para levantarlo había que hacerlo con maquinaria.
-¿Qué sensaciones te atravesaban en ese momento, cuando te explicaron lo que tenías que hacer y mientras lo hacías?
- Uno recibe órdenes y las hace, 'ayudame acá, poné esto, abrí esto, cerrá'; teníamos una carpita llena de componentes y había que hacer una mecánica para controlar visualmente el percutor de la espoleta, que es el detonador. Después de que habían pasado varios armados, le pregunto a mi superior: '¿Si llegamos a errar en la vista lo que estamos haciendo, por el cansancio o por lo que sea, qué pasaría?' 'No, pibe, no te vas a dar cuenta'… me dijo. En ese momento yo tomé real dimensión de lo que estábamos haciendo…
-A pesar de esa respuesta ¿vos seguiste haciendo eso?
- Sí, estábamos súper concentrados y metidos en lo que hacíamos, el tema no era reventar sino terminar, y empezar con la otra.
El peligro estaba día a día; era peligroso hasta llegar al fondo de pista donde trabajábamos por las dudas reventara una bomba, porque había posibilidades, desde el momento en que nos mandaban al fondo de pista, a varios kilómetros, era porque había riesgo de explosión.
Un día, cuando ya estaba terminando la guerra, había una misión y tuvimos que colocar las bombas en el avión en el hangar, no se hacía ahí, pero ese día el avión tenía que salir sí o sí. En el momento en que estábamos armando, caen las dos bombas de los planos; hubo un error y las eyectó. Hubo un momento de silencio y todos seguimos con nuestra tarea como si no hubiese pasado nada… y no hubo un solo reclamo al operario que estaba en el mando. En una guerra todo es peligro.
- ¿Cuántas bombas llegaron a armar?
- Fueron cientos. Había parvas, todas encimadas. Armábamos según el requerimiento que había en el día, pero era muy continuo, de día, de noche, con lluvia… frío, siempre. No había horario.
- ¿Tu familia sabía lo que vos estabas haciendo?
-No, no lo supo por mucho tiempo. Yo no conté nunca nada de lo que había hecho. Después leí que esto se llama estrés post traumático, es algo que nosotros guardamos adentro y lo manejábamos nosotros, porque nunca recibimos asistencia psicológica, es algo horrible. Hasta que a los 10 años empecé a contar, y en 10 años uno se olvida de muchas cosas, pero cuando cumplimos 25 años en la Fuerza Aérea nos juntamos todos y ahí los recuerdos empezaron a reconectarse.
Una cámara de fotos escondida
- Tenés fotos de esos días ¿Cómo pudiste llevar una cámara?
- En mi familia teníamos una cámara de fotos descartable y antes de irme mi hermano me dijo que me la lleve. Yo no quería porque estaba bajo órdenes de guerra y bajo estricto control de las leyes militares y se consideraba espionaje. Pero la llevé y agradezco a mi hermano y a mí mismo porque gracias a esas fotos, que tuve guardadas sin que nadie las viera durante 25 años, pude reivindicar nuestra actividad. Todos los que estamos en las fotos fuimos reconocidos como soldados excombatientes. En el aniversario de los 25 años se las mostré a mis camaradas y lloraban porque sabían que había fotos, pero nadie tenía.
- En esas fotos se los ve tranquilos, sonrientes incluso, pero seguramente no era como se sentían esos días…
- Son como si fueran fotos de familia, donde siempre teníamos que salir sonrientes porque en aquélla época era una foto, tenías solo esa oportunidad, el rollo no era extenso y no se podía volver a repetir, entonces uno ponía su mejor cara. Esa cara no refleja nada, no refleja el sufrimiento que teníamos nosotros, la ansiedad de ver a tus familiares, de no ver a nadie porque estás aislado, no refleja nada, internamente teníamos otro drama.
- ¿Y qué sensaciones te atraviesan hoy cuando las ves?
- Siento mucha nostalgia y desazón, cuando uno mira hacia atrás dice 'lo podría haber hecho diferente', pero tenía 19 años… Una amiga me dijo una vez: "Ustedes fueron a la guerra con 18 años y un rosario colgado en el cuello, eso les dio la Argentina, y suerte". Pero nosotros lo hacíamos convencidos que estábamos haciendo las cosas bien, y si teníamos que reventar en pedazos… Cuando terminábamos de armar una bomba y apretábamos la rosca que tenía, nos mirábamos en silencio y decíamos… 'no reventó, sigamos con la otra'. Y así fueron cientos de bombas… cómo no nos va a pegar con 19 años.
El relato de Marcelo Álvarez no deja dudas del rol estratégico que cumplieron los soldados que se quedaron en territorio argentino durante el conflicto bélico, de la enorme tensión con la que trabajaron y del riesgo que corrieron sus vidas. Sin embargo, 40 años después, él y otros 1.485 excombatientes, guardan el dolor de no haber recibido el reconocimiento que merecen. Y continúan la lucha para que esto cambie.
Gentileza. Esa cara no refleja nada, no refleja el sufrimiento que teníamos nosotros, la ansiedad de ver a tus familiares, de no ver a nadie porque estás aislado, no refleja nada, internamente teníamos otro drama , contó Marcelo al explicar por qué sonreían para las fotos."Esa cara no refleja nada, no refleja el sufrimiento que teníamos nosotros, la ansiedad de ver a tus familiares, de no ver a nadie porque estás aislado, no refleja nada, internamente teníamos otro drama", contó Marcelo al explicar por qué sonreían para las fotos.Foto: Gentileza.
- Se generó una polémica con los soldados que no estuvieron en las Islas, pero sí cumplieron tareas en el Continente, como vos, que continúa hasta nuestros días ¿Por qué creés que sucedió así?
- Estimo que hubo un plan bien orquestado para dejarnos sin el honor y fuera de la ley pensionaria. A nosotros la Fuerza Aérea y el Congreso de la Nación nos declaró Veteranos de Guerra de Malvinas (VGM), pero no estamos abarcados por la ley de pensión ni de servicios sociales, vivienda, salud y trabajo.
Desde 1982 estamos legislados por la ley 23.109 que reconoce a los combatientes de Malvinas y que estableció pensiones solo para los soldados, los oficiales y suboficiales no cobraban. Pero en 1988, con el alzamiento carapintada, Alfonsín los incorporó y para eso sacaron a todos los que habían estado en continente y no habían ido a las islas. Ahí quedamos afuera nosotros por el Decreto 509/88, reglamentario de la Ley 23109 sobre las Islas Malvinas.
Éramos muy chicos, no estábamos organizados, y cuando volvimos nos tocó ser padres, llevar los chicos a la escuela, uno no estaba con la cabeza en todo lo que había sucedido, aparte nosotros nos queríamos olvidar, cuando salimos nos dijeron: "Ustedes de lo que sucedió acá no tienen que contar nada", y nos pegó fuerte.
Hubo un plan para que nosotros no podamos entrar en el sistema de pensión,aunque nos correspondía. Y ese es el gran problema que hay entre los que dicen que son los reconocidos y los que lucharon en el frente, con heridos. Y nadie deja de reconocer eso, por favor. Pero en Malvinas se defendió la posición y desde las bases aéreas de la Patagonia se atacó y se hundió a la flota más importante de la OTAN con aviones y explosivos obsoletos, porque las bombas que tiraban esos aviones eran para atacar a ciudades a gran altura, ahí se las tiraban a buques, nunca se iban a poder hundir y lo hicieron. Los pilotos no estaban preparados para el mar y volaron como genios, y son reconocidos a nivel mundial. Hundieron barcos insignias misilísticos importantísimos. Recuerdo que en la base aérea había un teléfono público, había colas para hablar con los parientes. Y ahí también hablaban los pilotos, y lloraban y se despedían. Ellos fueron la punta de lanza para que llegaran los explosivos y hundieran barcos. Para que ese piloto llegara, había atrás un montón de gente, con todo el sistema de carga de cada avión, el personal que hacía guardia, el que hacía los retenes para que no pasara nadie en la ruta, y yo entre ellos, armando las bombas.
- ¿Qué te provoca esa falta de reconocimiento?
- A mí lo que más me llega al corazón es el honor de haber estado y no ser reconocido como corresponde, el honor que nos quitaron, lamentablemente por cuestiones políticas. Y siento que a la historia le falta una mitad, al no contarse la historia completa es una gran mentira lo que todos sabemos, conocemos una parte de la guerra de Malvinas, nada más, y hay mucho que desconocemos. Nosotros andamos entre la gente y somos excombatientes, en otros lados hasta figura en el DNI, nosotros no tenemos ni la posibilidad de eso, no somos nada. Y, sin embargo, cuando había que poner el pecho y juramos defender la bandera, si éramos y lo hicimos….
Marcelo termina de hablar con la voz temblorosa, vuelve a guardar su historia y a sus tareas cotidianas en El Litoral. Pero ya no es lo mismo, ya nada será igual. Finalmente, después de 40 años, pudo compartir lo que la guerra le hizo… Sabe que no fue solo una charla con una compañera de trabajo… sabe que su historia se hará pública para formar parte, de una vez y para siempre, de la historia Argentina que no se contó. Marcelo termina, calla, está profundamente emocionado pero en paz… Es tiempo de empezar a recuperar el honor.