Construyeron una canoa de madera artesanal y quieren remar hasta la Isla de los Estados
Este fin de semana la probaron, remando hasta San Clemente del Tuyú. Arribaron anoche, en medio de la oscuridad y el frío. La travesía en el sur será en octubre. Por qué quieren cumplir este sueño.
¿Están locos? No están locos. Son soñadores. Aventureros. Persiguen una meta y pretenden concretarla. Se trata de un grupo de amigos que desde hace varios años decidieron llevar a cabo un proyecto que llamaron Wintek, en homenaje a los antiguos pobladores del sur del país. Construyeron una canoa de madera artesanal para remar desde Tierra del Fuego hasta la Isla de los Estados, a través de los temerosos y helados mares del sur del continente.
Para llevar a cabo este sueño, lo primero que tuvieron que hacer fue construir la canoa. Así que comenzaron a pensar cómo tenía que ser. Investigaron y consultaron a los actuales pobladores del lugar. Luego trazaron las líneas sobre un papel, acordaron los detalles y se metieron en un taller de carpintería naval del delta del Tigre, en Buenos Aires, a cortar, serruchar, lijar y pegar trozos de maderas para darle forma así a su creación: la Wintek.
En la cosmología de las antiguas comunidades indígenas selknam y haush, Wintek es el sho'on o cielo del Este. Simboliza todas las estaciones del año y, posiblemente, incluso al tiempo. Según la creencia de estas comunidades, el acceso al Wintek era defendido por la cordillera de la Isla de los Estados, a la cual llamaban K’oin-harri o Kéoin Hurr (Cordillera de las Raíces), la cual evocaba la muralla de una inmensa y misteriosa fortaleza.
Los constructores de un sueño.
La investigación demandó dos años y la construcción de la canoa, otro año y medio. “Nos juntábamos tres horas, todos los miércoles, para avanzar con las tareas”, recuerda hoy Lucrecia Del Campo, una médica pediatra de la zona de Tigre, que pertenece a una familia de navegantes e integra el equipo.
Uno de los motores del proyecto es rescatar un oficio que se está perdiendo. “Ya no quedan carpinteros de ribera, son muy pocos los que continúan”, confiesa Del Campo, acostumbrada a habitar clínicas y hospitales, quien aprendió algo del oficio naval sobre la marcha, mientras que otros de los integrantes ya lo conocían. El otro motivo del proyecto es poner sobre relieve la problemática ambiental para que las autoridades se ocupen de preservar esa naturaleza.
Con ese espíritu, la canoa nació a fuerza de garlopa, entre listones recostados en las paredes, y sobre el piso de aserrín del astillero Selknam, en Tigre. “Lucrecia llegó un día al taller y tuvo que aprender a cortar listones, a trabajar el tablón y a utilizar las máquinas”, cuenta Lucas Miguez, otro de los soñadores que integran el proyecto y es uno de los creadores del astillero en el que nacen canoas artesanales canadienses y preciosos remos de todo tipo.
“Empezamos como hobby con un amigo hace 25 años”, rememora Miguez. “Nosotros ya remábamos y queríamos una canoa hecha por nosotros. A partir de allí comenzamos un mini proyecto de construcción de canoas y paseos por el delta del Tigre, para mostrar cómo se vive. Es un proyecto integral que busca mostrar la idiosincrasia de la zona”.
Se pierde
Así fue como se dieron cuenta de que cada vez eran menos los carpinteros navales. “Quedan muy pocos y cuando ellos desaparezcan, también desaparecerá un inmenso patrimonio cultural intangible, sus conocimientos, como también sus embarcaciones, que son el patrimonio tangible, porque no habrá quien las repare -dice el carpintero-. Entonces, con este proyecto llamamos la atención y convocamos a que aprendan el oficio. Y por eso un día dijimos: ‘hagámoslo nosotros’”.
Los constructores de un sueño.
El bote ya es una realidad. Tiene 7,80 metros de eslora por 1,30 de manga, y pesa 150 kg. Está hecho íntegramente de maderas de cedro y pino hemlock, por lo que tiene varios tonos que le imprimen esa belleza estética única. Y cuenta con una cubierta también de madera con 6 cockpit para que se sienten los remeros sobre cada banco.
Si bien la canoa está preparada para ser tripulada por diez personas, para esta fascinante travesía serán seis: Lucrecia Del Campo, Julián Gayol, Daniel Rothental, Cristóbal Ambas, Matías Álvarez Pons y Lucas Miguez. A estos seis soñadores se les sumaron Nahuel Álvarez, Francisco Pascua, Rodrigo Rey, Joaquín Lukae y Diego Calderón, quienes participaron de la construcción de la bellísima embarcación de madera artesanal. Todos son de la zona de Tigre y tienen entre 40 y 50 años de edad.
-¿Cuánto dinero les costó la construcción del bote?
-Hay muchas horas de trabajo, una gran inversión humana. Diez personas que se juntaron tres horas por semana durante dos años. Es incalculable.
Al mar
Terminada su construcción, por estos días llegó la hora de la prueba crucial. La canoa debía resistir el embate de las olas sin filtrar agua. También era importante saber cómo se deslizaba y cuánta confianza les daba a sus tripulantes.
La prueba se concretó este fin de semana largo del 25 de mayo. La tripulación se embarcó el miércoles pasado en el Tigre y remó seis días a través del Río de la Plata hasta arribar este lunes por la noche a San Clemente del Tuyú, a través de la bahía de Samborombón.
Llegaron todos a salvo, con la certeza de que la nave avanza. La felicidad era tan grande como el cansancio acumulado. “La canoa se comporta excelente, tiene buena flotación y navega muy bien, maneja muy bien las olas”, dijo Del Campo, tras pisar otra vez tierra firme.
Fueron seis días de remo costero, cargados de provisiones y alimentos, con distintas paradas en la orilla, para descansar y recuperar energías. Y al día siguiente, vuelta al río y a remar. El tramo más largo fue al final de la travesía, en el cruce de la bahía hasta alcanzar San Clemente. Y el arribo fue nocturno, con la entrada del frente del sur y el consecuente descenso de la temperatura.
Los constructores de un sueño.
“Llegamos poco antes de las 20, tras una última jornada de 70 kilómetros y un total acumulado de 320 kilómetros”, dice Miguez este martes por la mañana, tras el merecido descanso. “La canoa se comportó increíble, es muy marinera para resistir el oleaje, veloz y muy maniobrable”, agrega con satisfacción.
A Isla de los Estados
Lo que sigue antes de poner proa al sur es entrenar en el mar. Por eso dejaron ahora la canoa en San Clemente. Dentro de unos días quieren regresar para penetrar mar adentro y comprobar su comportamiento con olas más grandes. “Todavía hay que hacerle cosas, tenemos que armar los cubre cockpit, pero estamos muy contentos con la canoa”, dice Miguez, antes de iniciar la travesía por los bravos mares del sur, con destino final en Isla de los Estados, prevista para el mes de octubre.
Esta gran travesía se iniciará y termina en Ushuaia. Será por etapas. Quieren partir de Ushuaia para navegar los canales fueguinos y la Península Mitre. Luego quieren cruzar el estrecho de La Maire y circunnavegar la Isla de los Estados, para finalmente regresar al punto de partida.
Los constructores de un sueño.
Realizar todo este trayecto estiman que les demandará unos 30 días. El tiempo de duración dependerá mucho del clima y el comportamiento del mar. “Remar en una zona tan hostil es un desafío”, dijo Del Campo. “Nos estamos preparando para ello”.
A modo de antecedente, los protagonistas de esta historia encontraron que hubo tres expediciones similares en la historia, todas a bordo de kayaks. La diferencia en esta ocasión será la utilización de una sola embarcación para seis tripulantes, emulando los cruces de los antiguos canoeros fueguinos, los yámanas.
Antes de zarpar, la tripulación deberá tener en cuenta el traslado hasta el sur, alistar los equipos para el frío, la provista de alimentos, la comunicación y geoposición. También deberá conseguir los permisos de las autoridades: Armada, Prefectura, y Áreas protegidas de Tierra del Fuego.
-¿El proyecto termina con esta gran travesía?
-En principio, sí. El bote se construyó exclusivamente para cumplir este sueño. Pero nunca se sabe -confiesa Miguez.
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