Hace aproximadamente un año, cuando Diego Armando Maradona recién estaba arrancando en Gimnasia y Esgrima de La Plata, pidió que consiguieran un sacerdote para hacer la bendición y ahí fue que apareció en escena Gustavo Rubio, cura de la parroquia de María Auxiliadora en Berisso, cuya familia es fanática del club y que todos allí conocían, quien fue el útimo en bendecir al astro del fútbol. "Esa fue la casualidad o la providencia", dijo Rubio.
"Cuando nos encontramos me llamó la atención que quería que lo bendijera a él para lo que viviera de ahí en adelante, de parte de Dios. Me contó que había vuelto a la Iglesia y que había estado con el Papa Francisco, y que estaba muy agradecido con la vida, y con Gimnasia por ser acogido", recordó el cura. Y agregó: "Lo único que le pedía a Dios era paz".
"Yo había llevado la unción de los enfermos. Cuando me pidió que lo bendiga para su vida y para todo lo que le tocara vivir de ahí en más, saco el frasquito y él se sorprende. Me dijo: 'el aceitito'... ahí contó que que cuando las cosas se ponían difíciles en su casa, la mamá iba a la iglesia y traia ese aceitito. Se emocionó muchísimo", recordó el sacerdote.
Y agregó: "De verdad ese encuentro me marcó... Maradona era tan grande que verlo así de pequeño, con esa necesidad de paz fue impactante. También me dijo: 'yo me mandé muchas cagadas en la vida, muchas. Me arrepiento de todo aunque tuve otras muy buenas pero no soy ejemplo para nadie".