No son nuevos pero sí llamativos. Los embalsados que por estos días mantienen bloqueado el paso hacia el norte en la Laguna Setúbal son comunes cuando el río Paraná se encuentra en proceso de repunte o crecida.
La vegetación que bloquea parte de la laguna es tema agenda y sirve como excusa para rememorar la historia del felino que mató a dos curas.
No son nuevos pero sí llamativos. Los embalsados que por estos días mantienen bloqueado el paso hacia el norte en la Laguna Setúbal son comunes cuando el río Paraná se encuentra en proceso de repunte o crecida.
Como viene contando El Litoral, la vegetación acuática se acopló a los llamados “bosques nativos” de las orillas del espejo de agua de la ciudad de Santa Fe y formaron una especie de pared verde que, como se dice en la jerga, “tapiaron” la Setúbal.
No es la primera vez que los embalsados son noticia por estas tierras. En el siglo XIX, se forjó una de las leyendas urbanas más contadas de la sociedad santafesina que se contó en el boca en boca y, con el correr de los años, se convirtió en una de las atracciones de un museo local.
Se trata de la leyenda del “tigre”, que en realidad pudo haber sido un yaguareté, que llegó a la ciudad de Santa Fe en una crecida, se metió en el convento de San Francisco y mató a dos religiosos. La secuencia quedó registrada en una vieja mesa de madera, donde el felino dejó grabadas para siempre sus garras.
Los registros de la época dan cuenta que para abril de 1825 una importante creciente se registraba en la zona. Para aquel entonces, la capital santafesina concentraba su población alrededor de lo que hoy se conoce como Casco Histórico.
Las crónicas dan cuenta que el 18 de abril del citado año, un felino de importantes dimensiones sorprendió en terrenos del Convento de San Francisco. El animal logró introducirse al edificio, aparentemente impulsado por la necesidad de buscar comida.
En su camino, lo que en su momento fue llamado como “tigre” y que en realidad se trataría de un yaguareté, se encontró con quienes vivían dentro del convento. El padre Miguel Magallanes, el Sacrístan José Curami y un joven llamado Juan Galvá fueron las víctimas del animal que al encontrarse encerrado atacó sin piedad a estos tres hombres.
En un artículo, el historiador local Alejandro Damianovich, titulado “Santa Fe y sus cronistas”, que El Litoral publicó en agosto del año 2000 brindó algunas precisiones respecto al acontecimiento.
“Dos años después la ciudad era apremiada por una gran inundación, cuando el 18 de abril hubo un acontecimiento que aterró a todo el pueblo. Fue el caso, que de los muchos tigres que salían de la isla, entró uno en la huerta del convento de San Francisco y luego a la contrasacristía. El felino, al verse acorralado atacó y dio muerte al sacristán José Curamí, hirió en el rostro al padre Miguel Magallanes y mató también a un mocito andaluz que intentó cerrar las puertas de la sacristía”, aportó el estudioso.
En ese sentido, la nota agregaba que “enseguida corrió la noticia hasta el alcalde de la ciudad, que lo era el mismo Iriondo, quien con una partida buscó al tigre y lo cazó, no sin algunas alternativas riesgosas, como cuando el alcalde se vio frente a frente con el tigre, aunque según parece el susto fue mutuo, pues al recular el animal pudo Iriondo cerrar la puerta. El padre Magallanes falleció a los ocho días”.
En agosto de 2021, una sorpresiva donación llamó la atención a la comunidad del convento. Una familia rafaelina entregó un cuadro de José García Bañon que representa el momento que se transformó en leyenda.
La obra, cuyas medidas aproximadas son 1,15 por 1,10 mts fue colocada frente a la antigua mesa que fuera escenario de la pelea entre los religiosos y el felino.
El cuadro llegó al convento junto a una carta de quien hasta el momento salvaguardaba la obra que, entre sus párrafos decía: “Silvia Rossi de Chemes se dirige a Ud. a fin de formalizar y cumplir con la última voluntad de mi padre Carlos Alberto Rossi quien falleció el 9 de abril en la ciudad de Rafaela. El nos encomendó en especial, donar al Museo del Convento de San Francisco”.
Y explicaba la misiva: “La obra se encontraba en su familia porque había sido obsequiada por el pintor a su tío materno, el Presbitero Emiliano Cerdán, quien fuera un sacerdote emprendedor, fundador del periódico "La Cruzada" y párroco de la Catedral de Rafaela desde el 1 de Setiembre de 1935 hasta su fallecimiento el 10 de abril de 1947 y. lugar donde descansan sus restos”.
A mediados de febrero, cuando el río Paraná se encontraba en pleno proceso de repunte y apareció un primer embalsado, más pequeño del actual, circuló en redes sociales un meme de un yaguareté.
La imagen claramente era un “fake”, como se dice en la actualidad, y se notaba a simple vista que el felino estaba “puesto” arriba de un camalote que estaba en cercanías al paseo de pescadores de la costanera y el Puente Colgante.