Desde la organización Acuerdo Basado en Plantas lanzaron el "Seguro y Justo": un reporte que propone una reinvención del sistema alimentario mundial que se aleje de las fuentes de alimentos de origen animal y promueva dietas sostenibles.
"Tenemos un vínculo tan complejo con la alimentación que la gran mayoría no cree que está relacionada a lo climático", afirma la ambientalista Violeta Bendersky. Y añade: "Lo que no se conoce no se puede problematizar".
Desde la organización Acuerdo Basado en Plantas lanzaron el "Seguro y Justo": un reporte que propone una reinvención del sistema alimentario mundial que se aleje de las fuentes de alimentos de origen animal y promueva dietas sostenibles.
Desde RED/ACCIÓN hablamos con Violeta Bendersky, socióloga y coordinadora del equipo de educación ambiental del acuerdo para profundizar sobre el tema, ya que, considera que "debido a la influencia de la actividad humana nuestro planeta corre riesgos serios de desestabilizarse".
Bendersky advierte: "Actualmente nuestros sistemas económicos miden su efectividad con indicadores como el PBI o las tasas de rentabilidad, con imperativos de crecimiento, ganancias y expansión que, si bien impulsan la innovación y el progreso en algunas áreas, al mismo tiempo pasan por alto aspectos vitales del bienestar humano, la sostenibilidad ambiental y la salud social".
Por ello, el informe propone buscar el equilibrio entre dos metas clave: cubrir las necesidades básicas de las personas y las sociedades, pero sin sobrepasar los límites de lo que la Tierra puede soportar para evitar desastres ecológicos.
—¿Qué acciones propone el informe para articular un sistema alimentario más sostenible y justo?
—El sistema alimentario actual contribuye a la degradación del ambiente y a las desigualdades socioeconómicas. Nuestra misión es doble: adoptar un pensamiento sistémico holístico e impulsar cambios transformadores en nuestros sistemas alimentarios mundiales.
—Teniendo en cuenta la preferencia cultural por la carne en Argentina, ¿cuáles son los principales desafíos asociados?
—Desde lo social, tenemos una cultura alimentaria muy ligada a los productos de origen animal (carne, leche, huevos, etc.), que hace que además no sepamos que existen otras opciones ni cómo usarlas para alimentarnos. Eso está ligado a una enorme desinformación acerca de los aportes nutricionales de cada producto, que muchas veces incluso viene desde los mismos profesionales de la salud, quienes indican dietas basadas en carnes como la única opción para una alimentación "saludable".
—¿Y en términos ambientales cuál es el desafío en nuestro país?
—El problema se agrava. En 2020, por ejemplo, el 45 % de las emisiones de gases de efecto invernadero que se generaron en el país vinieron del sector agropecuario y de la tierra (cuando en el resto del mundo fueron del 24 %). Sabemos que la gran mayoría de la tierra se utiliza hoy para la ganadería y para alimento de animales. Para esto se talan bosques y queman tierras, con el consecuente impacto ambiental, pero los productos animales aportan sólo el 37 % de las proteínas y el 18 % de las calorías a las dietas.
—¿Cuál es el efecto de la desinformación y el impacto ambiental de la industria ganadera?
—Nuestro país está desde hace varios años en emergencia alimentaria (según la FAO, entre 2020-2022, alrededor de 16.7 millones de argentinos padecían de hambre crónica, imagino que ese número ahora será mayor). Sin embargo, la gran mayoría de la tierra en nuestro país se utiliza para sembrar cereales o forraje para alimentar animales (no humanos), que al final del día no va a resultar en un gran aporte calórico ni proteico.
—¿Qué rol cumple la educación y concientización en estos problemas ambientales?
—La educación ambiental es clave porque pone el tema en agenda e invita a la reflexión. Lo que no se conoce no se puede problematizar. Hoy tenemos un vínculo tan complejo con la alimentación que a la gran mayoría ni se le ocurre que puede tener algún vínculo con lo climático. Hablar de alimentación basada en plantas en algunos espacios pareciera ser un tema tabú, que incomoda, pero creemos que es indispensable. No sólo como individuos empáticos y sintientes frentes a otros seres vivos, sino también como miembros de una sociedad que necesita pensar sus decisiones alimentarias desde este enfoque más sistémico.
Este artículo fue originalmente publicado en RED/ACCIÓN y se republica bajo el programa Periodismo Humano.
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