La pandemia de COVID-19 recuerda la antigua epidemia que estuvo a punto de acabar con uno de los pueblos más emblemáticos de México y que, paradójicamente, propició el nacimiento de una de sus tradiciones religiosas más vivas: la Pasión de Cristo en Iztapalapa.
Cada Semana Santa, una zona de la capital mexicana se paraliza completamente por la representación del viacrucis de Cristo en las calles de Iztapalapa. Este año no será la excepción, más ahora que la pandemia de coronavirus parece ceder lentamente gracias a las vacunas. Se trata de una procesión teatral a la que acuden decenas de miles de feligreses y que es transmitida en la televisión para uno de los pueblos más católicos del mundo, como el mismo Vaticano ha reconocido.
Sin embargo, el origen de la Pasión de Cristo en la Ciudad de México dista mucho del jolgorio con el que actualmente se realiza esta tradición cada año. La necesidad de evangelizar a los indígenas y el temor a una epidemia de cólera fueron los dos factores que permitieron la génesis de esta liturgia religiosa.
Hace casi dos siglos, en 1848, poco después de que los españoles fueran expulsados de México tras el proceso de Independencia, una epidemia de cólera morbus acabó con la mitad de los habitantes de Iztapalapa, un pueblo que en tiempos prehispánicos fue uno de los mayores señoríos de la actividad agrícola.
"A raíz de esta flageladora enfermedad surgieron algunas fiestas religiosas. Una de ellas fue la de Semana Santa en Iztapalapa. Tales acontecimientos incidieron en la conformación de esta práctica de religiosidad popular, en particular el teatro evangelizador", explica la antropóloga mexicana de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Mariángela Rodríguez Nicholls.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la representación del viacrucis de Jesús de Nazaret en el Cerro de la Estrella de Iztapalapa en realidad fue un acto colectivo de fe para implorar por el término de esta epidemia.
Este origen histórico conserva una vigencia sin precedentes debido a la pandemia de COVID-19, que se ha cobrado la vida de más de 42.000 personas en la Ciudad de México y 323.000 personas en todo el país, según el más reciente conteo de las autoridades sanitarias.
Uri Celeste Mosco Ramírez, la mujer que este año interpretará a la Virgen María en la representación de la Semana Santa, dijo recientemente que la crisis sanitaria por coronavirus le otorga un dramatismo especial a la representación teatral de 2022.
La representación de la muerte de Jesucristo se realiza en el Cerro de la Estrella desde hace 179 años. Participan los ocho barrios que conforman el territorio de Iztapalapa, al oriente de la capital: San Lucas, Santa Bárbara, San Ignacio, San Pablo, San José, San Pedro, La Asunción y San Miguel.
Ante la dificultad de convertir a los pueblos autóctonos de México al catolicismo, los conquistadores españoles decidieron utilizar el teatro para evangelizar a los indios. De este modo, la Corona aprovechó las tradiciones que ya tenían estas comunidades para adaptarlas a nuevas narrativas con el objetivo de lograr la llamada Conquista Espiritual, que se consumó mediante tradiciones como, por ejemplo, las posadas navideñas, que hasta la fecha se siguen llevando a cabo en el país.
Otra de estas tradiciones aprendidas fue la Representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en Iztapalapa, una obra que forma parte de lo que los historiadores llaman el "teatro edificante" que se arraigó en la sociedad novohispana durante el proceso evangelizador, asegura Rodríguez Nicholls, quien también es investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS).
"La permanencia de la representación de Semana Santa en Iztapalapa se explica, en primer lugar, porque allí se contaba con una tradición cultural que incluía la representación teatral y la conmoción social ante hechos cruentos y dolorosos. En segundo, los misioneros utilizaron como método de cristianización el teatro evangelizador que se adaptaba a las propias concepciones de los indios, ya que en el papel del elegido aparece siempre la muerte como principio fundamental de la vida y la salud", abunda el INAH.
"Son dos ritos que se juntan en lo profundo de la historia. Ya no son los dioses aztecas los que deciden la vida; ahora es el Dios católico quien, a través de la persona de Cristo y con la mediación del Señor de la Cuevita, garantiza su continuidad", señala Rodríguez Nicholls.
Sin embargo, aunque en apariencia cambiaron las concepciones religiosas de los pueblos indígenas mexicanos, en el fondo las disimularon a fin de que siguieran existiendo; por ejemplo, el Señor del Santo Entierro o Señor de la Cuevita, venerado en Iztapalapa, era el antiguo Tezcatlipoca, explica la especialista.
Con información de Sputnik Mundo