El 2020 tiene la particularidad de ser un año bisiesto. El 29 de febrero se suma al calendario y, así, el año tiene 366 días en lugar de 365. ¿Pero qué pasaría si no existieran los años bisiestos?
El 2020 tiene la particularidad de ser un año bisiesto ya que tiene 366 días en lugar de 365. ¿Y si el 29 de febrero no existiera?
El 2020 tiene la particularidad de ser un año bisiesto. El 29 de febrero se suma al calendario y, así, el año tiene 366 días en lugar de 365. ¿Pero qué pasaría si no existieran los años bisiestos?
El astrónomo Sosígenes de Alejandría fue quien los ideó y el emperador Julio César decretó que se implementasen. ¿Por qué? Se pensó como una solución para compensar la diferencia que había entre el antiguo calendario romano (de origen lunar) y el año trópico, o solar.
La palabra "bisiesto" viene de la frase en latín "bis sextus dies ante calendas martii", que quiere decir: "repítase el sexto día antes del primer día del mes de marzo".
En pos de eliminar la diferencia que había entre estos dos calendarios, el año 46 a. de C. tuvo 445 días y desde el año siguiente, el 45 a. de C., comenzó a correr este sistema de calendarios de 365 días y bisiestos cada cuatro años.
El tiempo que transcurre entre dos pasos consecutivos del Sol en el mismo punto de referencia astronómico desde la Tierra es de aproximadamente 365 días y 6 horas. Agregar seis horas más cada año es algo mínimo, sin embargo, cada cuatro años se acumulan 24 horas de diferencia entre el año real (dictado por la posición del Sol con respecto a la Tierra) y nuestro calendario civil.
Si no se "corrige" este error, dentro de unos años la forma en que regulamos el paso del tiempo y las estaciones comenzaría a mostrar algunas diferencias en comparación con el pasado. Al principio, el error sería unos pocos días, pero en unas pocas décadas las fechas ya no corresponderían a las estaciones relativas. Por ejemplo, después de 120 años el día de Año Nuevo coincidiría con un día a principios de febrero.
Con el paso del tiempo, la forma en que dividimos el año calendario (y, por lo tanto, las estaciones) ya no coincidiría con el año calendario. Así, en enero sería otoño y en abril sería pleno invierno en el hemisferio sur. Esto se debe a que el año calendario continuaría su ciclo como siempre, pero nuestra forma de dividirlo sería completamente desfasada y no representaría la realidad.