“El perfume anuncia la llegada de una mujer y alarga su partida”. La frase, como otras tantas genialidades de Coco Chanel, encapsula toda la poesía que hay en una fragancia. También su tecnología, ya que para que un perfume tenga lo que los expertos llaman sillage -la estela que deja, el recuerdo- necesita una formulación química que fije el aroma en el tiempo. Existen diferencias entre una fragancia de 30 euros y otra de 300 con nombres parecidos (sí, el “olor a caro” existe), lo que lleva a muchos a atesorar durante meses o años en el baño un determinado frasco, comprensible -desde luego- para aquellos que hayan depositado los 2.000 euros que cuesta la edición limitada de 300 botellas de Alaïa Paris -al menos viene en tamaño litro- y también entre quienes disfruten del olor a jazmín de Reine de Nuit Extrait de Parfum, de Byredo (350 euros los 30 ml.). La consecuente pregunta es del todo lógica: ¿Tiene fecha de caducidad un perfume?
“El perfume se envasa en una botella herméticamente cerrada. El único proceso que podría afectarle sería la oxidación, por lo que si se mantiene sin uso tiene larga conservación”, aclara primero Agustí Vidal, Académico de Número de la Academia del Perfume, donde ocupa el sillón Magnolia. “Una vez en uso, el oxígeno va sustituyendo al líquido que gastamos y la oxidación avanzará de manera inexorable”, reconoce, así que el tiempo de uso recomendado dependerá del tipo de perfume y de los ingredientes que lo componen (los expertos consideran corta una fórmula que incluya 40), con lo que no hay un estándar aplicable a todos. Eso sí, “si el criterio de uso personal es el de la popular frase "me lo guardo para ocasiones especiales", solo se puede recomendar una cosa: que cree usted ocasiones especiales con la máxima frecuencia posible”, aconseja Vidal. En definitiva, “el perfume no es para guardar, si bien podemos hacerlo, pero una vez abierto, cualquier excusa debe ser buena para utilizarlo”.
Opinión coincidente con la de Emilio Valeros, quien fue perfumista de Loewe y actual Académico de Número de la Academia del Perfume (suyo es el sillón Lavanda): “No hay una regla fija pero los perfumes que yo he creado, en general se mantienen tres años una vez abiertos”, explica.
Los perfumes (y los cosméticos), a la heladera
“Para conservar bien un perfume, que dure y que no tenga problemas de oxidación, deberíamos conservarlos en sitios frescos y alejados de la luz directa” dice Valeros, que añade: “Siempre se ha dicho que el lugar ideal de la cosmética es el refrigerador… también el del perfume”. Lo mismo piensa Vidal: “Se puede retrasar el proceso de degradación si conservamos el perfume a baja temperatura pero quizá no sea la mejor idea mezclar los aromas de un perfume con el de otros alimentos perecederos… mejor dejar a cada uno su espacio”. Una heladera para perfumes suena como un capricho necesario que exige el lujo.
Decía la diseñadora francesa Lolita Lempicka que le gustaba perfumarse el pelo porque al besarla, todo el mundo notaría el aroma. “Para el cabello existen productos específicos, como brumas perfumadas o hair mist, cuya composición y concentración de ingredientes están diseñadas para este uso”, opina Vidal. “Las concentraciones de esencia en un perfume rondan el 20%: estas materias primas son aceites diluidos en alcohol, con lo que pueden engrasar el cabello e incluso manchar la ropa”, explica Valeros. ¿Lo mejor? Vaporizar la fragancia y caminar por debajo.
Lo aconsejable es aplicar el perfume en lo que los expertos denominan puntos estratégicos del cuerpo, y que coinciden con las zonas pulsátiles: “Esto es, las zonas donde hay pulso, ahí donde mejor se percibe nuestra frecuencia cardíaca. Esas pequeñas vibraciones facilitan que se libere el aroma de manera progresiva, con lo que se consigue prolongar su efecto y potenciar la presencia del perfume”, añade Vidal. Esos puntos son la parte trasera de las orejas, la nuca y las muñecas, pero en opinión de este perfumista, también lo son el escote, los tobillos o la zona detrás de las rodillas. “Sobra decir que, además, esto puede resultar muy sensual”, declara. “El perfume es todo emoción sensorial, la que sentimos nosotros cuando lo llevamos y la que generamos a las personas con la que nos vamos a relacionar. Es, por tanto, absolutamente lógico que pueda tener un perfume según mi estado de ánimo, de la misma manera que el olor de ese perfume sea capaz de cambiármelo. Seguramente para mí el perfume es más efectivo que una visita al psicólogo”, confiesa Vidal.
Eso sí, el gesto de frotar las muñecas que tantas veces hemos visto en los anuncios de televisión es solo una cuestión de marketing. “Es muy común pero yo sugiero evitarlo porque se rompen las notas olfativas, se altera el aroma y se influye directamente en la durabilidad del perfume”, apunta Vidal. Lo mismo ocurre cuando vamos a oler un perfume por primera vez: “Si se van a probar varios perfumes es una buena idea rociarlos en distintas tiritas de cartón y no mezclarlas, para evitar la saturación. Pero si solamente vamos a degustar uno, entonces deberíamos probarlo en las zonas donde nos gustaría llevarlo para ver cómo reacciona, de verdad, sobre la piel de cada uno”, concluye Valeros. Solo de esta forma encontraremos esa estela que anuncie nuestra llegada y permanezca cuando nos hayamos ido.