Juana Azurduy nació el 12 de julio de 1780 en Toroca, una población ubicada en el norte de Potosí perteneciente al Virreinato del Río de la Plata (actualmente Bolivia).
Fue designada teniente coronel por Güemes en 1816 tras haber sido una líder en la rebelión contra los españoles. Se unió a los ejércitos populares, donde desarrolló una impecable técnica de combate con sable. Luchó incluso estando embarazada y murió en la miseria.
Juana Azurduy nació el 12 de julio de 1780 en Toroca, una población ubicada en el norte de Potosí perteneciente al Virreinato del Río de la Plata (actualmente Bolivia).
En 1805 conoció al entonces estudiante de Derecho Manuel Ascencio Padilla, de quien aprendió las ideas republicanas, la lucha por la libertad y la confraternidad. Se casaron y juntos se sumaron a la Revolución de Chuquisaca, un levantamiento libertario que fue aplacado por las tropas realistas, pero que fue clave en la revitalización del movimiento de emancipación hispanoamericano.
El matrimonio no dudó en unirse a los ejércitos populares, donde Juana, a pesar de que muchas veces estaba embarazada —tuvo cinco hijos—, comenzó a desarrollar una impecable técnica de combate con el sable, que la hizo destacar en las múltiples batallas en las que participó.
En 1810 se incorporó al Ejército Auxiliar del Norte, cuerpo militar argentino bajo el mando de Manuel Belgrano, con el objetivo de liberar el Alto Perú, hoy Bolivia. Padilla y Azurduy lograron reclutar una milicia de diez mil soldados, con quienes libraron distintas cruzadas que contribuyeron a la independencia de Perú y Bolivia.
En 1816 su marido fue capturado, por lo que Juana, al mando de doscientos jinetes, entre los que había mujeres indias, mestizas y criollas, fue a rescatarlo de las tropas españolas. Por su valentía, el mismo Belgrano le regaló un sable en honor a su compromiso con la independencia y en el mismo acto fue investida teniente coronel.
A pesar de que Bolivia se independizó en 1825, Juana no pudo recuperar sus bienes confiscados al principio de la guerra. Luego de que su marido muriera mientras la intentaba rescatar cuando estaba herida, embarazada y apresada en la Batalla de la Laguna, Juana Azurduy pasó sus últimos años de vida en Jujuy, viviendo en la miseria.
Aun cuando Simón Bolívar la visitó, le dio una pensión y le otorgó el grado de coronel por los servicios prestados a la libertad de América, Juana murió en la miseria y fue enterrada en una fosa común.
Casi un siglo después, en 2009, su cuerpo fue exhumado y pasó a un mausoleo en Sucre, donde fue homenajeada por los presidentes de Argentina y Bolivia, quienes instauraron en honor de su natalicio el Día de la Confraternidad Argentina-Boliviana, y fue ascendida a Generala del Ejército argentino y mariscal de la república boliviana.