San Carlos Norte y luego San Carlos Centro vieron nacer y desarrollar la industria del caramelo que llevo adelante la firma Lheritier. Diario El Litoral, a fines de los años cincuenta, realiza una visita a la fábrica y da a conocer a la pujante actividad industrial que se estaba desarrollando en las colonias santafesinas.
Archivo El Litoral
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A San Carlos Norte, que por entonces luchaba con esperanza para surgir entre los pueblos que habían acogido a los primeros colonos, llegaba Juan Orse trajinando los caminos, acompañado por su esposa y cuatro hijos. Todo su bagaje lo formaban un carro de dos ruedas, tablas y latas para panadería.
En 1896, Don Orse puso en práctica su oficio de panadero y ahí cocino sus primeros caramelos y dulces. No había máquinas y para remplazar el arduo trabajo manual debió ingeniarse para reformar alguna maquinas, tales como una agujereadora de hierro y otra para fabricar embutidos de donde salían los caramelos que al mismo tiempo vendía por la colonia y a vecinos ayudándose por un Ford-T. Tales son los comienzos de una pujante industria que al poco tiempo se traslada a San Carlos Centro y que sera una de las industrias más prósperas del país.
En 1919, Don Orse ávido de nuevos horizontes y atraído por la industria automotriz, vende por la suma de 5000$ a Don Juan Lheritier, ya instalado en San Carlos Centro, quien se convierte en el único dueño de esta joven fábrica. Durante estos años el negocio se diversificará y el mejoramiento de la industria junto con las expectativas que irán cumpliéndose con mucho esfuerzo, hizo que los productos tomen ese brillo propio de una calidad que se superara día a día.
Don Juan Lheritier había asomado a la vida industrial en un momento crítico y de fluctuaciones propias de la posguerra. Los países europeos agotados por el conflicto, se debatían en el esfuerzo de su reconstrucción, mientras que los pueblos como San Carlos Centro se preparaban para forjar su lugar en esta naciente economía-mundo. Eran tiempos en que no todo se conseguía muy fácil, se necesitaba mucho sacrificio, dedicación y espíritu de empresa para sobrellevar las etapas que cada realización necesitaba.
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Foto: Archivo El Litoral
La ayuda y el rol protagónico de Doña Serafina Cornier de Lheritier, quien no solo acompaño sino también trabajo día y noche junto a su hijo Aurelio Lheritier quienes vieron la mecanización constante de la fábrica en la producción del caramelo. En el año 1958, la empresa decide apostar fuertemente al futuro, generando un importante proceso de transformación, incorporando equipos y maquinarias de tecnología europea, convirtiéndose de esta manera en una moderna planta industrial.
La fábrica en ese entonces cubría con sus instalaciones un terreno de 5000 metros cuadrados y empleaba a 230 obreros con una producción de 25.000 kilogramos diarios. Entre esos productos que por esos años ‘50 se vendían y eran la delicia de niños y adultos, sobresalían “los masteches” mezcla de leche y menta y “las cremitas de coco” como también “las pelotitas”.
Los invitamos a disfrutar de esta galería de fotos que desde el archivo de diario El Litoral compartimos con todos nuestros lectores.
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Archivo El Litoral Usina propia de la Fábrica en los años 50.
Usina propia de la Fábrica en los años 50. Foto: Archivo El Litoral