Sufrió parálisis cerebral, anorexia y bullyng: Francina, un cuento de amor
En Sunchales es conocida por ser la pareja del basquetbolista Marcos Saglietti. Cuando nació, a sus padres le dijeron que se moría. Ahora es diseñadora de joyas y le tocó devolver amor: acompañó a su madre contra el cáncer.
En Sunchales, todos nos conocemos. Después de colarme allí todas las semanas desde hace más de diez años, uno siente el ritmo de esa ciudad con corazón de pueblo. Si bien es fierrera, en la capital del cooperativismo se respira básquetbol. En el caso de Francina Gaveglio, de ella trata esta cinematográfica y tierna historia, es más conocida aún porque está en pareja con un basquetbolista muy querido en esa tierra, Marcos Saglietti, emblema del Deportivo Libertad de Sunchales.
Si su vida fuera una película de las de antes, no alcanzaría la hora y media. Si fuera un contenido de Netflix, llevaría varios capítulos.
Nació hace 30 años, un 9 de enero de 1990. Mientras Marcos ofrece café y Jorge Tribouley registra la entrevista con su cámara, Francina está pendiente de cada detalle como anfitriona de El Litoral.
Cuando Francina nació, mientras su madre sólo podía mirarla a través de un frío vidrio, a su padre los médicos lo prepararon para lo peor: le dijeron que no tenía chances. Fueron 42 días en Terapia Intensiva, esperando un milagro que finalmente llegó.
Un error humano (el responsable de anesteciar a su madre se excedió en la dosis) dio lugar a un ejemplo humano llamado Francina. Todo eso arrancó cuando su madre "rompió bolsa".
Nació deprimida, sin ninguna respuesta a los estímulos. Para colmo, la trasladaron de urgencia desde Merlo, San Luis, hasta Villa Dolores (Córdoba) para atender el parto.
Nació a los siete meses con apenas dos kilos y al toque bajó medio kilo más. "Me dijeron que pesaba un kilo y media", recuerda.
Hay cosas que le cuentan, hay cosas que preguntan y otras que ya ni quiere saber. Lo que quiere, desde el primer día, es vivir.
¿De que le serviría ahora, con tanta energía y luz propia, saber si esa disfonía de nacimiento por daño en las cuerdas vocales es "culpa" de esa maldita anestecia a mamá o por la manera que la intubaron cuando nació?
El Dr. Rodolfo Castillo Morales fue, para esos padres, un alivio en medio de ese calvario. Es que como Francia no gateaba, ni caminaba y mucho menos hablaba, le diagnosticaron parálisis cerebral. Pero detrás del análisis clínica se escondía el primer capítulo del milagro. "Empiece ya con rehabilitación y fonoudióloga. Esta nena va a poder hablar y caminar". Hoy, 30 años después, es una exitosa diseñadora de joyas. ¡Y es mamá...perdón madraza!.
La pelea contra ese trastorno neurológico que afecta sus habilidades motoras fue y es sin cuartel. Vive con atrofia muscular en la parte derecha del cuerpo.
"No tengo desarrolladas la vías neurotransmisoras. Es decir, mi cerebro manda la órden pero la respuesta no llega o tarda en llegar", explica. De ese lado, no mueve los dedos de ese pie, el gemelo es más chico y tiene la mano sin fuerza.
Cuando la bebé se hizo niña aparecieron otros problemas en la primaria. Hoy a ese conjunto de dificultades se las llama "bullyng". Otra batalla en medio de su guerra.
-¿Te parece raro que estemos acá, en el medio de una pandemia en Sunchales, yo preguntando y vos respondiendo?
-Yo tengo 30 años. Nunca mis amigos, de chiquita, preguntaban. La gente de mi entorno, siempre lo supo.
-¿Y acá, por ejemplo, otra ciudad...con otra gente?
-Con la gente nueva no me presento, no les digo “Mirá, yo tengo esto”. Cuando me escuchan la ronquera surge... “¡Che, la voz!”. Digó sí, es la voz. Y ahí queda. O, cuando tengo ganas de contarlo, lo cuento.
-Hasta que un día te dieron ganas...
-El año pasado se me dio la oportunidad, por cosas de la vida, que me llamó una periodista de Infobae y me dice: “Me parece que tu historia está buenísima para contarla, es una historia de superación”. Hasta ahí, yo nunca lo había hablado. Y me di cuenta que al contarlo podía ayudar a mucha gente. O sea, era una cuestión que yo me guardaba.
-¿Cómo fue el día después de contarlo?
-Cuando lo hice, cuando lo conté, la cantidad de mensajes que recibí, de muchos padres que me han escrito fue increíble.
-¿Qué te dicen esos padres cuando conocen tu historia, Francina?
-Me dicen “Tengo mi hija con la misma condición, y verte a vos, que has podido hacer de todo lo que te imaginaste, a mí me da aliento”. Así que entendí que era una condición más con el otro que mía, de poder ayudar.
-Dicen que hay de todo en el camino del Señor...
-Y sí, también tenés gente que te dice “¿Te parece contarlo?”. Entonces me dije "Sí, lo voy a contar, porque no tiene nada de malo, y en su momento me costaron muchas cosas, con esta condición –hace un alto y aclara "no es una discapacidad, a mí no me inhabilita"-, me costaron muchas cosas, pero, otras no. Me di cuenta y está bueno, por ahí, dar a conocer lo que uno quiere. Yo siempre salí adelante. No fue algo que a mí me pare, en la vida.
En ese baúl de recuerdos quedaron frases hirientes como "Hablá bien, parece que tenés un gallo atravesado en la garganta. ¡No se te escucha!".
-¿Cómo llevás este presente con tanta luz y ese pasado donde parecía todo oscuro?
-Nunca me puse en el lugar de víctima. Es fundamental. Si yo miro alrededor, hay gente que está peor. Entonces, desde ese punto, yo tengo que agradecer, toda mi vida, toda mi historia. Fue algo fortuito, o sea, iba todo bien con el embarazo y de repente el anestesista la pifió con la cantidad, y generó todo este nacimiento con una parálisis cerebral –mínima- pero me tocó.
-Dos preguntas en una: 1) ¿alguien alguna vez les pidió disculpas y se hizo cargo de ese error en la anestecia a tu madre?; 2) ¿tuviste momentos de rencor?
-Pasa que mi mamá era madre primeriza, y cuando yo nací, le dijeron que habían muy pocas posibilidades de que viva. Ella estaba totalmente adormecida. Yo nací en Villa Dora, provincia de Córdoba; cuando se despierta, ella se entera que estoy en Córdoba capital y que no habían buenos diagnósticos. Yo lo he hablado siempre, con mi mamá, a ésto.
-¿Y qué te dijo tu madre?
-Ella me dijo “Fran, yo te quería viva”. En mi caso, con el tiempo pensé “¿Cómo no le hizo juicio por mala praxis, porque esto no es gratuito, ¿no?". Y me volvió a decir: “Yo lo único que quería es que vos estés sana y que después miremos para adelante”. Me aclaraba "era la palabra de ella contra la de él", por el médico. Y mi madre me decía “Yo no tenía pruebas….”. Entonces yo le respondía "¡Sí, mami, yo era el ejemplo de lo que había pasado”. Ahí tenía la causa, pero no, no nos podíamos detener en éso.
Todo lo que vino después, en la vida de Francina, tiene forma de milagro. Insisto da para varios capítulos, en las plataformas modernas.
La vida, a la vuelta de cada huella, le dio luz. Fue mamá de Joaquín (al año y medio se separó del papá de su hijo). Y ahora llegaron los días felices, una familia nueva.
-¿Cómo se conocieron con Marcos Saglietti (N.de R.: jugador de básquetbol profesional de Libertad de Sunchales?
-Con Marcos nos conocimos cuando él fue a jugar al básquet en Junín. Jugó en Argentino en 2017. Apenas llegó, al mes creo, nos conocimos. Y, desde ahí, que estamos juntos.
-¿A qué te dedicás?
-Yo hago diseños de joyas, y accesorios, y todo lo que tenga que ver con las manos, lo emprendo y lo encaro. Siempre me gustó el arte, me gustó diseñar, restaurar, todo.
-¿Tenías alguna referencia en la familia, veías a alguien, copiabas a alguien, decías “me gustaría como tal”, o simplemente surgió?
-Surgió. Yo estudié martillera, me recibí, y bueno, ahí arranqué. Yo pintaba cuadros, después me metí con accesorios, y de repente se hizo un negocio. Después, estudiando, me metí en joyería, me fui perfeccionando. Yo siempre fui muy curiosa de hacer cosas con las manos, y es paradójico, porque la parte derecha del cuerpo me funciona con lentitud, no tengo fuerza.
-Increíble...
-Es así, yo siento la parálisis, porque es una cuestión neuronal, donde yo mando la orden, y por ahí no me responde la parte derecha; yo hago cosas con las manos, entonces, vos decís, ¿cómo hacés? Y, me la rebusco, y lo hago. No sé, no sé explicarte
-Por lo visto, la vida, entre tantas cosas, te dio la chance de devolverle tanto amor a tu madre...
-Estábamos trabajando con una joyería en Junín, porque yo vivía allá. Mi mamá, unos años atrás, se había enfermado de cáncer de mama. Pasó y en el momento, uno, acompaña. ¡Lo mismo que ella hizo conmigo al nacer, yo lo hice con ella, tiempo después, de acompañar, de salir adelante, de ayudar con el diagnóstico!. Hoy mi mamá está espléndida. En el momento no lo procesé; o sea, encarás, mirás para adelante, y después te das cuenta y decís “Ah, tuvo cáncer de mama”.
-Una batalla más en la guerra de tu vida
-Es como un tabú el cáncer, y uno no lo puede hablar. Después al tiempo lo habla, y el miedo pasó un poco. Entonces, diseñé un lacito, que representa la lucha contra el cáncer de mama, y, todo se conectó, porque lo hice un año antes, y dije “Esto tiene que andar”, por lo sentido del lazo, para mí. No lo había compartido con la gente. Me eligieron emprendedora del año en Junín, del Club de Emprendedores, que es un programa de Nación, una de las cosas por las que me eligieron fue ésa, por haber creado el lacito, que tiene responsabilidad social, este compromiso con el otro. Y también solidaridad, porque una parte del lazo, va destinada, a fundaciones. Entonces, creo que me eligieron por eso.
-¿Cómo fue lo de María Eugenia Vidal?
-María Eugenia Vidal estaba en campaña, y el intendente me llama y me dice “Queremos regalarle algo tuyo”, entonces, yo pensé en alguna joya mía, y yo dije “No, yo acá le tengo que llevar el lazo”. Y le llevé el lacito, y nada, en algún punto la comprometí a que lo use, a que lo represente, para que llegue a más gente, que sea conocido, y que pueda llegar a más mujeres, es una cadena.
-¡Y ahí explotó!
-Y ahí explotó, María Eugenia me hace un video, que yo subo a las redes, entonces fue como tener más llegada. Conjuntamente se dio que Sancor Seguros, estando acá en Sunchales, se interesa en el lazo para el mes de octubre. Les encanta la propuesta y el proyecto, y se suma, y bueno, fue un éxito total, el año pasado.
-¿Vos tenés un taller acá en Sunchales?
-El taller mío es móvil, donde esté Marcos, nos vamos y lo armo. Es un tablón, con todas las cosas que yo uso, y, el banco de joyería, y ese es el taller. Es un rinconcito donde estemos, yo ahí lo hago.
-Con todo lo que viviste, me imagino que no estás en el club de los que se enojan porque no arranca el del adelante en el semáforo...
- (se ríe) Sí, yo también me hago problemas con cosas que después digo “Ay, por Dios, con todo lo que pasé”. Me amargo igual, pero, creo que es inherente al humano. Sí creo que no hay obstáculos que yo no pueda superar. En ese punto estoy parada, de decir “Pasé por esto, puede venir lo que sea, que yo lo voy a encarar con la misma fuerza, con la misma fe, con la misma voluntad”. Es una cuestión de actitud, ¿viste? No sé si lo peor ya lo pasé, pero creo que sí. Siendo una bebita, no teniendo recursos, estando a la buena de Dios. Después sí, fui generando herramientas para poder avanzar, pero no, no hay nada que a mí me dé miedo. Todo tiene solución, así que, estoy parada en ese lugar de que está todo bien, y todo es perfecto. Tengo una familia hermosa, trabajando de lo que amo. Entonces, no me preocupa el futuro. Hay que vivir el presente.
Gentileza.
Foto: Gentileza.
"Un lazo que nos une", el homenaje de Francina a su mamá con cáncer
Francina Gaveglio recordaba en esa charla con Infobae lo que fue otro momento duro de su vida. “Perdimos todo con la crisis del 2001. Cuando yo tenía 11 años, mi mamá pasó de ser una señora de dinero a trabajar en el kiosco de una estación de servicio. Entonces yo cuidé de mis hermanos menores”, relata.
“Tuve anorexia y bulimia desde los 14 hasta los 18. Lo hacía para llamar la atención de mi papá, que se había ido. Pasé quince días sin comer porque tenía una presentación del musical Cats, con el grupo de baile y quería ponerme un enterito. Todo era un infierno. Cuando tenía que comer, lo hacía con culpa. Y si había reuniones, dejaba de ir para no ver alimentos. Me autoboicoteaba. Hasta que empecé a ir a una psicóloga que me dijo que me iba a seguir atendiendo sólo si yo dejaba de vomitar. Y recién cuando quise correrme del lugar de víctima, pude empezar a sanar”, revela.
En Córdoba estudió Recursos Humanos cuando terminó el colegio. Al tiempo se mudó a Buenos Aires para trabajar en una inmobiliaria y estudiar para ser martillera pública.
Gentileza.
Foto: Gentileza.
“Siempre fuiste creativa. Hacé algo con las manos”. Así fue que Francina se puso a pintar cuadros abstractos, le mandó las obras a su papá que vivía en Los Antiguos, Santa Cruz, y vendió cien en un año.
Un día, compró un par de vidrios facetados, piedras y filigranas de bronce, e hizo sus primeros diez aros para regalar en Navidad a sus amigas de Merlo.
Vendía por Facebook y en las ferias de San Luis.
“Hago bijou, por un lado y diseño, por el otro. Creo con prototipos en cera y baño las piezas en oro y plata. Uso todo tipo de metales, como níquel y aluminio", detalla.
En ese camino andaba cuando la madre de Francina se entera que debe pelear contra un cáncer de mama. Entonces, como hija, además de acompañarla con mucho amor, decidió crear esto que llamó "un lazo que nos une ", que es un prendedor con forma de lazo.
Francina explica a El Litoral que "es un proyecto que nace desde mi admiración y respeto por todas aquellas mujeres que atraviesan el cáncer de mama y habiéndolo pasado con mi madre y amigas, diseñé un prendedor para acompañar esta lucha que es personal pero que también puede ser de todos".
Al toque, agrega: “Un lazo que nos une” nos invita, desde el lugar que ocupemos a sumarnos y a crear unión. Un % de lo recaudado será destinado al grupo de mujeres de Tejiendo Esperanzas, de mi ciudad actual, acá en Sunchales. Ellas confeccionan pelucas con el fin de acompañar a pacientes que están en tratamiento oncológicos".