The Washington Post se mostró a favor del lenguaje inclusivo
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A través de un artículo de opinión, The Washington Post deja en claro que su posición acerca del uso del lenguaje inclusivo es favorable. Entre otras cosas, lo que se proponen son distintas variantes de abordar la cuestión y también se pone bajo la lupa el rol predominante que ejercen instituciones como la RAE.
Lenguaje inclusivo: ¿destrucción de la lengua o lucha por la igualdad?”. El título del artículo es elocuente y podría decirse que hasta resume a la perfección el intenso debate que gira en torno a esta cuestión desde hace ya bastante tiempo.
Sus autoras son Sharon Grobeisen y Daiset Sarquis. La primera trabaja en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y es especialista en Relaciones Internacionales.
A su vez, Sarquis es docente y gestora cultural y se especializa en arte y literatura contemporánea, y en teoría de género.
El punto del que ambas parten es que “en la lucha por alcanzar la igualdad son cada vez más las comunidades, instituciones académicas, medios de comunicación y organizaciones que buscan la deconstrucción hacia un lenguaje inclusivo”.
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Dicha búsqueda da como resultado una fuerte resistencia y oposición por parte de distintos públicos, sobre todo de aquellas entidades que se encargan de la regularización del lenguaje en habla hispana, cuyo máximo exponente es la Real Academia Española (RAE).
“La principal labor del lenguaje es expresar nuestra realidad, nuestras experiencias y los cambios que en ellas surgen, por ello la vocación de las instituciones de la lengua, además de legitimadoras del lenguaje, debería incluir ser un espacio de reflexión sobre la voz, la participación y la representatividad de quienes lo construyen”.
Grobeisen y Sarquis afirman que “detrás de las decisiones y acciones de las instituciones existen individuos y contextos”. Sea cual fuese la entidad, la representatividad de las mujeres es siempre menor a la de los hombres. Por ejemplo, tal como ellas citan, en la RAE “las decisiones son determinadas 80% por hombres”.
Lo que estas autoras proponen en The Washington Post es una mayor apertura hacia la reflexión y la observación de cómo en el lenguaje se manifiestan ciertas desigualdades que muchas veces quedan invisibilizadas.
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“No se trata de forzar términos con calzador. En la adopción de un idioma inclusivo se busca reflexionar acerca de la opresión e invisibilización de las mujeres y las identidades no binarias que han prevalecido desde la palabra”.
En otras palabras, no se trata solamente de pensar en la “e” como opción que reemplace a la “a” y a la “o”. Por lo contrario, es cuestión de adoptar un lenguaje más sensible a las desigualdades de género.
Uno de los casos que se mencionan es el de la ONU, entidad en la que se elaboró un documento que “aconseja evitar sesgos de género en el idioma, y así por ejemplo, sustituir ‘las enfermeras’ y ‘los doctores’ por ‘personal médico’.
Para finalizar, en el artículo de The Washington Post se lee que “mientras las instituciones deciden si subirse o no al tren del siglo XXI con respecto a los procesos lingüísticos podemos, libres de la regla escrita, explorar e integrar palabras, nuevas terminaciones e intercambiar modismos, consultar a nuestras audiencias y colegas y articular así, de manera colectiva, nuevas formas de inclusión y representatividad”.