Por la Lic. Mara Fernández (*)
Según los datos aportados por la Asociación de Lucha contra la Bulimia y Anorexia, en la actualidad entre el 10% y el 15% de la población sufre algún trastorno alimentario.
Por la Lic. Mara Fernández (*)
Télam
El 30 de noviembre se conmemora el Día Internacional de Lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA). Promulgada desde el 2012, esta fecha tiene como propósito concientizar, informar e interpelar a los distintos actores sociales sobre esta problemática.
En Argentina, durante los últimos años se ha producido un incremento preocupante de la incidencia de los desórdenes alimentarios (anorexia, bulimia, trastorno por atracón, vigorexia, ortorexia, alcohorexia). Si bien no hay estadísticas oficiales, según los datos aportados por la Asociación de Lucha contra la Bulimia y Anorexia, en la actualidad entre el 10% y el 15% de la población sufre algún trastorno alimentario.
Un Trastorno de la Conducta Alimentaria es una alteración de tipo mental, en la cual se ve afectada la modalidad de ingesta de alimentos. Suele comenzar a edad temprana, principalmente en la adolescencia, por lo que es importante prestar atención a posibles señales de alerta. Para que se desarrolle un TCA se debe dar una combinación de factores: biológicos, psicológicos, sociales y familiares.
Aunque los trastornos alimenticios pueden comenzar con preocupaciones por la comida y el peso, son mucho más que comida. Las personas con trastornos alimenticios utilizan la comida y el control de ésta como un intento para compensar los sentimientos y emociones que, de otra manera, son vistos como intolerantes. Para algunos, la dieta, los atracones y la purgación pueden comenzar como una forma de lidiar con las emociones dolorosas y para sentirse en control de su vida personal, pero estos comportamientos dañan la salud física y emocional, la autoestima y la sensación de competitividad y control.
Quienes padecen un TCA son personas cuyo estado anímico se ve influenciado por el éxito o fracaso en su relación con la comida y con su imagen de sí mismo. Tienden a describirse a sí mismas en términos absolutos (bueno-malo; lindo-feo; correcto-incorrecto). Esta polarización refuerza la necesidad que tienen de controlar lo que comen. La búsqueda por alcanzar la delgadez extrema se traduce en una lucha psicológica, en la cual la persona adopta una conducta de desafío e independencia, pero la realidad es que sienten que no valen nada y no merecen que nada bueno les suceda.
Las redes sociales ponen en evidencia lo que queremos y no podemos ser. Amplifican estereotipos inalcanzables, y estilos de vida irrealizables. Suelen promover a la delgadez y belleza como sinónimos de éxito, lo cual puede funcionar como disparadores de síntomas de Trastornos de la Conducta Alimentaria. Algunas cuentas de las redes sociales, pueden fomentar malos hábitos alimentarios, sentimientos de rechazo al propio cuerpo, y debilidad de autoestima. El público que consume las redes, aun sabiendo que muchas publicaciones son escenografías armadas, o fotos "retocadas", en su afán por tener la vida o ser como ese influenciador al cual sigue, puede incurrir en algunas conductas pocos saludables, entre ellas una alimentación restrictiva o compensatoria, con el objetivo de alcanzarlo.
Aquellas personas que son más vulnerables ante la mirada de los otros, con una autoestima baja, insegura, al exponerse ante publicaciones, ya sea de los medios de comunicación o redes, que tengan relación con el estereotipo de belleza, o publiciten determinados productos para llegar al "cuerpo ideal", pueden ser estímulos para desencadenar un desorden alimentario.
(*) Psicóloga especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA). @hablar_sana
Si bien no hay estadísticas oficiales, según los datos aportados por la Asociación de Lucha contra la Bulimia y Anorexia, en la actualidad entre el 10% y el 15% de la población sufre algún trastorno alimentario.
La dieta, los atracones y la purgación pueden comenzar como una forma de lidiar con las emociones dolorosas y para sentirse en control de su vida personal, pero estos comportamientos dañan la salud física y emocional, la autoestima y la sensación de competitividad y control.