Por primera vez, lograron determinar con “validez científica” cómo era el rostro de José Gervasio Artigas
Se trata de la aproximación más realista que se ha hecho del rostro del prócer uruguayo hasta la fecha
Por primera vez, lograron determinar con “validez científica” cómo era el rostro de José Gervasio Artigas
Viernes 11.11.2022
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A diferencia de otros héroes del proceso de independencia de las Américas, Artigas nunca fue retratado durante su años de mayor actividad militar ni posó para ser inmortalizado en daguerrotipos. El escritor Marciano Durán Rivero, autor de Artigas cara a cara, asegura que esto se debió a que nunca tuvo tres cosas: “Tiempo, dinero y deseos de pasar a la posterioridad”.
De una cincuentena de imágenes del caudillo uruguayo, se sabe que la única representación hecha con el prócer al natural fue la litografía de Demersay, en Paraguay, en el año 1847, cuando Artigas tenía 83 años. Todo el resto fue producto de la imaginación de los artistas. O de una “profusa imaginación”.
Hay tantas caras de Artigas que muchas se contradicen; por ejemplo, Pedro Blanes Viale lo pintó con pelo rubio y corto; Luis Queirolo optó por un “jopo duro” y pelo más oscuro; otros lo retrataron morocho, con canas o pelado. También hay diferencias en los rasgos y en el semblante. En 1860 era tan misterioso el rostro del General que un diario montevideano ofreció 300 patacones a quien presentara un retrato “perfectamente parecido al modelo” (y no se logró).
“Hay rostros con ojos al borde del llanto, con la mirada dura, sonrientes y enojados. Pelados y peludos. Sensibles caballeros, vigorosos machos. De pelo crespo, de pelo lacio, de pelo negro, de pelo rubio, de pelo blanco, de pelo ausente. Aristocráticos y plebeyos. De labios carnosos y de verrugas junto a la nariz. Desconfiados y desafiantes, melancólicos y enojados, en guardia y entregados”, relató Durán Rivero.
“Deslizamos una teoría que es muy jugada y es que cada uno pintó a Artigas como se veía a sí mismo”, dijo el escritor. En su libro se lee: “Hay tantos Artigas como pintores, porque hay tantos Artigas como orientales”.
La recreación virtual que presenta Artigas cara a cara (editorial Tres Marías), libro que se presentó recientemente en la Feria del Libro, es la aproximación más científica que se ha hecho del rostro del prócer hasta la fecha, según aseguran los autores Marciano Durán Rivero y Marciano Durán Laxague (padre e hijo, respectivamente).
Validez científica
A este retrato se llegó gracias al uso de herramientas de inteligencia artificial especializadas en la generación de rostros –principalmente una llamada Artbreeder– combinadas con software de retoque fotográfico que lograron, no solo la regresión en la edad, sino un acabado hiperrealista. El Artigas allí estampado, de ojos celestes, pelo oscuro y bien peinado, barba incipiente y vestido con su uniforme de los Blandengues, ronda los 60 años.
“Es una foto que impacta. Es emocionante verlo y saber que pudo haber sido así”, confesó Durán Rivero.
Este Artigas parte del viejo dibujo de Demersay que en 2012 fue puesto de frente por Stephen Mancusi, un retratista forense estadounidense que tiene en su currículo haber trabajado en casos de alto perfil como asesinos seriales, los atentados del 11-S o el secuestro de Madeleine McCain y que participó a instancias del oncólogo uruguayo Osvaldo Arén. También hizo una versión más joven.
En su momento, Mancusi solicitó esa litografía, testimonios orales de la época y fotografías de descendientes (hijos y una bisnieta). Fue el primero en atender aspectos como “depresión de los temporales y parietales”, “amplitud de la bóveda frontal” o “la fuerza en las órbitas y el prognatismo”. Su creación luego se convirtió en un busto que fue llevado primero a la tridimensionalidad por el artista Fernando Foglino, responsable del Archivo Nacional del Patrimonio 3D, y luego a la materialidad por la fundición chilena Progreso que solo hizo dos piezas.
Respecto al nuevo rostro, los Durán escribieron en el libro: “De esto se trata: de reducir al prócer más grande del mundo de Minas y darle estatura humana. Se trata de transformar el bronce en carne, de bajarlo por un rato del altar. Se trata de desarmar los marcos y sacarlo de los cuadros; de sacarlo de la solemnidad de los himnos y de la muerte de los mausoleos; de invitarlo a bajar de esa meseta tan alta que pueda mojarse los pies en el Uruguay. Se trata de extenderle la mano para que baje de los pedestales de mármol de las plazas y se siente a conversar con la gente”.