Maltrato en la vejez: "A las personas mayores hay que empoderarlas"
Isabel Lovrinevich, experta en gerontología, señala que los adultos mayores son estigmatizados, especialmente por las personas más jóvenes. Y considera que la pandemia marcó un enorme retroceso en la toma de conciencia sobre este colectivo.
Maltrato en la vejez: "A las personas mayores hay que empoderarlas"
El 15 de junio es el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. Un tema que cobra relevancia en un contexto en el cual aumenta la esperanza de vida y desciénde la natalidad. Se estima que para el año 2050 la población mundial estará compuesta por más personas mayores de 60 años que por menores de 14 años.
“En este contexto sociodemográfico parece un sinsentido la discriminación que la sociedad hace de la vejez, el maltrato, el abuso y la invisibilización de un grupo al que inexorablemente van a pertenecer en algún momento del ciclo de vida, porque viejos vamos a ser todos solo es cuestión de tiempo”, dice en diálogo con El Litoral Isabel Lovrinevich.
Ella trabaja desde hace 35 años en el tema de la vejez (los últimos 20 enfocada en el abuso financiero hacia personas mayores). Es abogada y magíster en Gestión de Servicios Gerontológicos. Creó el Programa de prevención de lícitos y abuso financiero contra las personas mayores Cuidemos nuestros abuelos, que recibió un Premio Konex. Actualmente trabaja como asesora en Proyectos Especiales de la Comisión Revisora de la Seguridad Social de ANSES.
—¿Qué tipos de violencias enfrentan adultos mayores?
—Cuando hablamos de violencia a todos se nos presenta la violencia física, es decir, el golpe. Ciertamente esa es una de las formas de violencia hacia las personas mayores, pero no es la única. Definimos el maltrato a una persona de mayor como el acto único o repetido que le causa daño o sufrimiento, o también la no adopción de medidas apropiadas para evitar otros daños, inclusive cuando se tiene con dicha persona una relación de confianza. La violencia en cualquiera de sus formas constituye una grave violación de los derechos humanos y puede manifestarse en forma de maltrato físico, sexual, psicológico o emocional; abuso financiero o por razones económicas o materiales; abandono; desatención; y del menoscabo grave de la dignidad y el respeto, la marginación y la invisibilización.
—¿Qué podemos hacer para incluir a las personas mayores?
—Tenemos que empoderarlas. Y lo hacemos brindándoles información sobre cuáles son sus derechos y fortaleciendo las vías de acceso a la justicia, porque de nada sirve tener derechos que no puedo ejercer. Además tenemos que trabajar en el tejido social, ya que tal y como lo define la Convención para la Protección de los Derechos Humanos de las personas mayores, la vejez es una construcción social, por lo tanto es clave trabajar en la sociedad para que se informe y cambie la imagen de la vejez que tiene hasta el momento por una libre de prejuicios y estereotipos discriminatorios. En palabras del exgerontólogo Robert Butler se denominan “viejismos” todos estos actos de discriminación y marginación de las personas por su condición de mayores.
—¿La pandemia afectó nuestra mirada de los adultos mayores de alguna manera?
—La pandemia significó un atraso de 40 años en el avance que, desde la geriatría, la gerontología y los derechos humanos de las personas mayores se había logrado en cuanto a la imagen y conceptualización del envejecimiento y la vejez, reforzando estereotipos negativos que asimilaron nuevamente a la vejez con carencia, dependencia, carga para la sociedad y enfermedad.
—¿Por qué?
—Al colectivo de personas mayores se lo identificó como un grupo de personas molestas, que están enfermas, que son una carga y no tienen nada que aportar a la sociedad. Se puso a las personas mayores como las víctimas. Que los jóvenes contagiaban a los mayores, que estaban en riesgo. Se unió definitivamente la vejez con la enfermedad. En la televisión se hablaba a cada rato de “los abuelitos”.
—¿Y la revolución tecnológica de ahora con la inteligencia artificial?
—Las personas mayores no son nativas digitales y muchas ni siquiera utilizaron PC u otro dispositivo similar en sus ámbitos de trabajo, motivo por el cual hablar de IA y personas mayores es casi como poner el carro delante del caballo. Muchas de las personas mayores de nuestro vasto territorio ni siquiera pueden manejar correctamente y sin ayuda el cajero automático del banco en el que perciben sus haberes, y eso quedó plasmado precisamente durante la pandemia en el denominado “viernes negro”, primer día de cobro de los haberes jubilatorios durante el aislamiento, en el que los mayores salieron masivamente a las calles y se agolparon frente a las entidades bancarias para cobrar sus haberes del cajero humano.
—¿Y hay forma de usar la tecnología para ayudar a personas mayores?
—Cualquier política pública que se implemente deberá tener presente además de las particularidades geográficas de nuestro territorio en el que todavía existen muchas zonas en las que no hay wifi y en las que inclusive no hay luz eléctrica. En este escenario, los asistentes virtuales inteligentes que se crearon para beneficio de personas mayores y que de modo experimental nos muestran que pueden brindar respuestas rápidas a sus preguntas, traducciones, guías para llegar a lugares o realizar compras en línea. Es, sin duda, una herramienta que podría llegar a brindar un mayor grado de independencia y les permite participar activamente en la sociedad digital. Este tipo de herramientas por ahora no alcanza a la mayor parte del universo.
—¿Hay algún país o distrito que trabaje especialmente bien la inclusión de personas mayores y debiéramos tener en cuenta?
—Existe un Informe Mundial de Felicidad, producido por la encuestadora Gallup en conjunto con la Universidad de Oxford y la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, cuyo resultado determinó que Dinamarca es el país del mundo en el que los mayores de 60 años son más felices. Un país que tiene a cargo del Estado la protección de los derechos humanos básicos de los ciudadanos, brindando educación y salud de excelencia y gratuita, y con relación a las personas mayores un sistema de pensiones que les permiten vivir con tranquilidad. El informe evalúa determinados indicadores, como PIB per cápita, esperanza de vida saludable, tener a alguien en quien confiar, gozar de libertad para tomar decisiones de vida (autonomía), vivir en un entorno de generosidad y la ausencia de corrupción. La medición de varios de estos factores en interacción es la que genera los determinantes de felicidad a lo largo de la vida
—¿Hay algún cambio en relación a las personas mayores en la mirada de las generaciones más jóvenes?
—Salvo casos excepcionales, los jóvenes consideran que las personas mayores son todas dependientes o se encuentran en residencias de larga estadía, pese a que menos del 2 % es el que se encuentra en esa condición. La mirada de los jóvenes está marcada por los sesgos de la sociedad, plagada de estereotipos negativos.
—¿Qué estereotipos erróneos se tienen en relación a las personas mayores?
—Los estereotipos negativos más frecuentes con relación a las personas mayores es la infantilización, con expresiones como “nuestros mayores” o “a ellos les gusta que les hablemos”. También considerar a todas las personas mayores como abuelos o jubilados. Que son asexuados, que ya no pueden enamorarse y en el caso de existir el amor y el sexo resultan estigmatizados con conceptos tales como “es un viejo verde” o “es una vieja loca”. Frecuentemente se cuestiona su autonomía, es decir, la capacidad para tomar sus propias decisiones sobre todos los aspectos de su vida. Por ejemplo, resulta muy frecuente que si una persona mayor concurre al médico acompañada por un familiar el profesional le hable al familiar. O en el caso de una persona mayor con dependencia se la manipula sin pedir su autorización ni poner a resguardo su privacidad.