La Alianza del Pacífico intenta salir adelante, pero los recelos continúan
Los cuatro países socios acordaron la semana pasada que el presidente del primero, Gabriel Boric, asuma la jefatura del organismo hasta agosto, tras lo cual se la pasará a Boluarte, a quien le correspondía por la rotación prevista.
La Alianza del Pacífico intenta salir adelante, pero los recelos continúan
Lunes 3.7.2023
/
Última actualización 0:25
La Alianza del Pacífico logró un acuerdo para desempantanar el funcionamiento de ese grupo integracionista mediante una presidencia interina de Chile, pero sin superar las objeciones de México y Colombia al gobierno peruano de Dina Boluarte. "Es un formalismo importante, pero soy escéptico sobre el fondo", dijo el experto peruano en asuntos internacionales Oscar Vidarte, al señalar que la medida no resuelve el aislamiento de la mandataria en la Alianza y en general en el plano externo.
Los cuatro socios -Chile, Colombia, México y Perú- acordaron la semana pasada que el presidente del primero, Gabriel Boric, asuma la jefatura del organismo hasta agosto, tras lo cual se la pasará a Boluarte, a quien le correspondía por la rotación prevista.
El asunto estaba en un pantano desde diciembre, pues el presidente de México, Andrés López Obrador, quien ejercía esa jefatura, se negaba a pasársela a Boluarte porque considera que su mandato es "espurio".
"En buena hora que Perú asuma (en agosto) la presidencia pro témpore, como le correspondía, y que la Alianza pueda retomar su agenda de trabajo", destacó sobre la fórmula el embajador de Chile en Lima, Oscar Fuentes.
Pero, para Vidarte, magíster en Relaciones Internacionales y catedrático, eso no impide que sigan las objeciones externas a Boluarte, que se extienden con diversos matices por varios países de la región.
"No hay quien quiera pasarle al teléfono a Boluarte en América Latina", graficó Vidarte sobre el aislamiento de la presidenta, objetada por su manejo de los derechos humanos durante las protestas que siguieron a su llegada al poder.
Las dudas apuntan además a toda la situación de Perú, "que ha tenido seis presidentes en siete años, donde el gobierno y el Congreso tienen índices muy bajos de aprobación y en el que ni siquiera se sabe cuándo serán las próximas elecciones", apuntó el académico.
La Alianza fue creada en 2012 por Chile, Colombia, México y Perú con el fin de articular a esos países, que tienen intereses en la cuenca del océano Pacífico, y fomentar el intercambio económico entre los miembros.
Para Vidarte, la Alianza ha tenido resultados relativamente importantes en el primer objetivo, el acercamiento conjunto al Pacífico, pero no en el segundo, pues una década después el comercio interno sigue siendo bajo en relación con el que cada miembro tiene con socios extrarregionales.
Cuando el grupo nació, los miembros tenían gobiernos comprometidos con el neoliberalismo e insistían en el que foro tendría carácter "pragmático y no ideologizado", discurso que, en opinión de Vidarte, apuntaba a encasillar al liberalismo como "pragmático" y a la izquierda como "ideologizada".
Pero la dinámica no cambió cuando los cuatro países eligieron presidentes de izquierda: Boric, Gustavo Petro, López Obrador y Pedro Castillo. Al contrario, destaca el profesor, esos mandatarios se comprometieron a darle a la Alianza un perfil más institucional y a dotar de contenido social a los acuerdos.
Así estaba todo cuando Castillo, quien estaba por recibir de López Obrador la presidencia pro témpore, fue destituido por el Congreso peruano después de que intentara sin éxito cerrar el Congreso y gobernar mediante decretos.
El ahora preso exmandatario era estrecho aliado de su par mexicano, quien sostenía que la oposición peruana se basaba en racismo y clasismo.De hecho, tras la destitución fue detenido cuando iba a la embajada azteca para asilarse.
A partir de allí surgió un enfrentamiento permanente entre López Obrador y Boluarte, al que se sumó Petro mientras Boric guardaba más mesura. México se negó tajantemente a entregar la presidencia pro témpore hasta el acuerdo de esta semana.
En el remolino de acontecimientos, el Congreso de Perú, controlado por fuerzas de derecha, declaró ?no gratos? a López Obrador y Petro y las relaciones diplomáticas de Lima con Ciudad de México y Bogotá se redujeron al menor nivel.
La situación sigue tensa, al margen de que para Vidarte ?no es coincidencia? la llegada a la Cancillería de México de Alicia Bárcena, quien tiene experiencia en la región (fue secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe). De hecho, ya aparece como artífice de la solución hallada esta semana.
Para Boluarte, estima Vidarte, es urgente insertarse en la comunidad internacional y buscar legitimización. De ahí el afán del gobierno para que el Congreso, su aliado, aprobara, como lo hizo a fines de junio, la ley que le permite gobernar desde el extranjero.
Boluarte no tiene vicepresidente al cual delegarle funciones y eso le impedía viajar al extranjero. Con la nueva ley podrá hacerlo, aunque expertos como el diplomático Harold Forsyth denuncian que el cambio no podía hacerse por una ley debido a que implica una reforma constitucional.
La presidenta tendrá entre otros retos internacionales el de instalarse dentro del Foro de Cooperación Económica del Asia Pacífico (APEC), pues ese organismo, vital para los planes integracionistas de Perú, tiene previsto realizar su reunión del próximo año en Lima.
Para Vidarte, a diferencia de lo que sucede en el entorno latinoamericano, Boluarte no tiene mayores resistencias en APEC, entre cuyos socios están potencias como Estados Unidos, China, Rusia, Japón, Canadá, Corea del Sur y Australia.
Por el lado de la Alianza del Pacífico, la presidencia de Chile y la posterior de Perú -que a su vez se la regresará a Santiago en 2024-, permitirá la retoma de la agende del organismo, que incluye el ingreso de Costa Rica y Ecuador como nuevos socios. También Guatemala y Panamá han solicitado entrar.
Pero el panorama interno peruano sigue complicado para Boluarte, con menos de 20 % de apoyo popular, protestas en preparación y un clamor extendido de elecciones anticipadas.