El enviado especial de El Litoral a Ucrania, Bryan J. Mayer, entrevistó a una médica voluntaria en un club de fútbol que ahora funciona como un centro de contención para refugiados ucranianos.
Atendido por voluntarios, el estadio -donde alguna vez tuvo lugar la Eurocopa- ofrece atención médica, alimentos y lugar donde descansar temporalmente. El informe de Bryan J. Mayer, enviado especial de El Litoral.
El enviado especial de El Litoral a Ucrania, Bryan J. Mayer, entrevistó a una médica voluntaria en un club de fútbol que ahora funciona como un centro de contención para refugiados ucranianos.
La profesional, a través de una intérprete, relató que es enfermera y pediatra, pero desde una reforma en 2012 se convirtió en médica de familia, por lo que está capacitada para atender a personas de todas las edades. Tiene hijos adultos, dos de los cuales viven con ella en Lviv, su hijo mayor, especialista en tecnologías de la información, y una hija que también es voluntaria y se desempeña como abogada ad honorem en una fundación contra los crímenes de guerra.
Con respecto al funcionamiento del servicio de salud en el centro, la profesional explicó que en un primer momento había un puesto de emergencias que derivaba casos a hospitales de alta complejidad, pero “la gran mayoría de los refugiados llega con la presión arterial aumentada y dolor de cabeza y en el cuerpo, relacionado con el estrés vivido, la inseguridad, el viaje largo, agotamiento porque no durmieron ni comieron, y todo lo que vieron y escucharon”.
“Es lo que nos tocó vivir, dejó una marca imborrable”, dice la experta, porque aunque que reconoce que en Lviv no sufrieron los ataques, saben del sufrimiento que pasaron los recién llegados. “En nuestro país está en curso una guerra, eso no se puede olvidar”, lamenta. Además, asegura que “los niños tienen plena conciencia y comprenden que están en guerra porque son imágenes que están universalmente entendidas”.
“Nos volvimos a sentir como en casa”
Una familia de ocho miembros (madre, padre y seis hijos) llegó al centro de refugiados tras escapar del distrito de Donestk por los ataques rusos. En el lugar fueron recibidos por voluntarios que les ofrecieron atención médica, ropa para los niños y comida. “No encuentro palabras para tanta tristeza”, expresó la madre de los chicos mientras intentaba mantenerlos juntos.
Tras varios días de viaje, el padre de la familia expresó que se volvieron a sentir “como en casa” y “fue un alivio”. La familia contó que dejaron vacío su hogar, lo cerraron completamente y que cuentan con la ayuda de vecinos que se quedaron en el lugar para vigilar su casa. “No sabemos cuánto tiempo más puede durar esto, pero deseamos que se termine pronto”, sostuvo el ucraniano.