El mandatario sirio, Bashar al Asad, prestó juramento el sábado para un cuarto mandato en una ceremonia en Damasco, tras haber obtenido un 95,1% de los votos en los comicios del 26 de mayo, criticados por la oposición siria y buena parte de la comunidad internacional. Asad, que está en el poder desde el año 2000, juró sobre la Constitución y el Corán, en presencia de unos 600 invitados, entre ellos ministros, empresarios, académicos y periodistas, según los organizadores.
Las elecciones presidenciales "mostraron la fuerza de la legitimidad popular dada al Estado por el pueblo y quitó credibilidad a las declaraciones de los responsables occidentales sobre la legitimidad del Estado, la Constitución y la patria", declaró Asad, en su discurso de investidura. El presidente sirio quiere presentarse como el hombre de la reconstrucción, tras haber acumulado las victorias militares desde 2015 con el apoyo de sus aliados, Rusia e Irán, con las que logró tomar el control de nuevo de dos tercios del territorio.
Sin embargo, Naciones Unidas estima que más del 80% de los sirios vive bajo el nivel de la pobreza, la moneda siria está en caída libre y los servicios básicos no se dispensan o se cobran a precios exorbitantes en el mercado negro. Ya no hay combates en la mayor parte del país, pero también hay zonas que están fuera del control del gobierno y de las tropas extranjeras y varias milicias proliferan.
En su discurso, Asad dijo que el principal impedimento para investir en el país era el bloqueo de sus fondos en bancos libaneses, que cifró en entre 40.000 y 60.000 millones de dólares.
La victoria de Asad en las presidenciales es la segunda desde el inicio de la guerra, que estalló en 2011, tras la represión de manifestaciones prodemocracia. Hasta entonces, este conflicto, en el que se han involucrado también intereses extranjeros, dejó más de 500.000 muertos y provocó el exilio forzado de millones de personas.