Con ausencias de peso, la comunidad internacional celebrará desde este domingo y hasta el 12 de noviembre la COP26, la mayor conferencia sobre clima de la historia, que reunirá en Reino Unido a líderes políticos, a empresas y a activistas para revisar los progresos desde el Acuerdo de París y renovar los compromisos para evitar que las temperaturas a final de siglo suban más de 1,5°C respecto de los valores preindustriales.
Unas 25 mil personas de casi 200 países asistirán al foro político organizado por Naciones Unidas para hacer frente a la crisis climática, que no está exento de críticas por su poca representación en relación con el género con las naciones del Sur global, además de por generar pocas expectativas sobre el cumplimiento de los compromisos que se asuman.
Durante la COP21 en 2015 se firmó el Acuerdo de París, en el que se consensuó reducir las emisiones de carbono, promesa sobre la que se avanzó con pasos demasiado lentos, por lo que, para ser considerada un éxito, la cita en la ciudad escocesa de Glasgow debería terminar con una declaración en la que se expliciten acciones más concretas en la hoja de ruta para lograr la meta de cero emisiones en 2050.
La mirada en la cumbre de líderes que comienza el lunes estará puesta en las grandes economías del mundo, que son también las más contaminantes y las que más promesas realizaron para combatir el cambio climático.
La Unión Europea (UE) se presenta en el rol de líder global en el tema, con la proyección de impulsar la energía limpia y sostenible para recortar en 2030 los gases un 55 por ciento respecto de 1990 y llegar a la neutralidad de carbono a mitad de este siglo.
Ya fuera del bloque, el anfitrión Reino Unido también se propone lograr la emisión cero para 2050, en un camino que implica descarbonizar el sistema de energía para 2035.
En tanto, el actual gobierno de Estados Unidos ya no niega el cambio climático, como lo hacía el anterior, y en su primer día de mandato el presidente Joe Biden reincorporó al país al Acuerdo de París.
Sin embargo, hasta ahora la Casa Blanca y su representante en el área, John Kerry, presentaron solamente promesas y llegan a la cumbre de la COP26 sin ninguna legislación concreta para la ambición de llegar a las cero emisiones en 2050, con un Congreso además dividido entre demócratas y republicanos en el Senado.
China, por su parte, prevé alcanzar la neutralidad de carbono antes de 2060 y prometió dejar de invertir en minas de carbón en el extranjero, pero tiene como desafío modificar completamente su matriz energética, que sigue teniendo ese elemento como principal combustible.
El presidente Xi Jinping no viajará a Glasgow y la suya será una de las ausencias más notables junto cona la de su par ruso, Vladimir Putin.
Rusia es el principal exportador mundial de gas, combustible fósil relevante para el Kremlin tanto en lo económico como en lo geopolítico, ya que le permite mantener una influencia sobre Europa, tal como demostró la reciente finalización del gasoducto Nord Stream 2, que proveerá de un mayor suministro a Alemania, pese a la oposición de Estados Unidos y de parte de sus socios de la UE.
Tampoco acudirán a la cumbre el papa Francisco, quien puso al ambiente como tema central de la agenda del Vaticano con su encíclica Laudato Si, ni el mandatario brasileño Jair Bolsonaro, un escéptico del cambio climático y acusado de incentivar la deforestación de la Amazonia, la selva tropical más grande del mundo, crucial para la biodiversidad y la eliminación de dióxido de carbono de la atmósfera.
Los países en desarrollo, entre ellos la Argentina, también llegan a Glasgow con una exigencia: quieren que los más industrializados colaboren con subvenciones, transferencia de fondos o condonaciones de deuda para alcanzar también sus metas climáticas.
El argumento es sencillo: sus poblaciones sufren de manera desproporcionada los impactos cada vez mayores del cambio de temperatura a través de desplazamientos forzosos, sequías e inundaciones, a pesar de que son los que menos contribuyen al calentamiento global.
De acuerdo con un estudio reciente de la organización británica Jubilee Debt Campaign, los países de bajos ingresos gastan cinco veces más para la deuda respecto de lo que invierten en la lucha contra el cambio climático y para la reducción de las emisiones de carbono.
Como en anteriores cumbres, los delegados de cada país mantendrán negociaciones formales e informales, mientras, en paralelo, la sociedad civil, activistas y académicos participarán de charlas, de talleres, de instalaciones y de exposiciones artísticas.
La cumbre de líderes durará apenas dos días, pero la conferencia se prolongará dos semanas.
En las calles, además, no faltarán las protestas, encabezadas por la joven sueca Greta Thunberg, para exigir que la cumbre genere acciones reales y no puras declaraciones vacías.