El Gobierno de Boris Johnson planea introducir la drástica medida de aislamiento "a la australiana" de diez días en hoteles a los visitantes al Reino Unido. El premier era partidario de limitar la medida a los visitantes procedentes de Brasil, Suráfrica o países considerados de alto riesgo por las nuevas cepas de coronavirus, pero la mayoría de su Gabinete ha presionado para imponer la medida a todos lo que entren en el país, incluidos los residentes y los británicos que vuelven de vacaciones.
Las líneas aérea y la industria del turismo han expresado su grave contrariedad ante la nueva medida, apenas una semana después de que se implantara el nuevo sistema para exigir un PCR para poder entrar en el país, que ha causado un grave colapso en el aeropuerto de Heathrow.
Con la nueva medida, y aunque certifiquen haber dado "negativo" en las últimas 72 horas, los visitantes de Reino Unido serían traslados directamente del aeropuerto a hoteles habilitados en las inmediaciones, donde deberían permanecer 10 días confinados y bajo la vigilancia de guardias de seguridad. El coste del hotel (superior a los 1.200 euros) debería ser cubierto también por los pasajeros.
"Tenemos que proteger a nuestra población contra una reinfección desde el extranjero", declaró Johnson a la cadena SkyNews. "La idea de habilitar los hoteles es algo en lo que estamos trabajando activamente. Necesitamos una solución que nos dé la máxima protección posible".
Australia y Nueva Zelanda fueron los dos países que primero pusieron en vigor la cuarentena en los hoteles a los visitantes, una medida que los dos países consideraron como clave para prevenir la propagación de la epidemia y la introducción de nuevas variantes.
La secretaria de Interior británica, Priti Patel, que ya impuso el sistema de inmigración "a la australiana", fue partidaria desde hace meses de una medida similar y ha criticado recientemente al propio Johnson por no haber sido más estricto desde el principio con el control de las fronteras. El secretario de Salud, Matt Hancock, ha respaldado también la cuarentena generalizada en hoteles.
El pasado mes de junio, el Gobierno británico impuso la cuarentena de 14 días a quienes entraran en el país. El confinamiento podía sin embargo cumplirse en la residencia habitual o un domicilio particular. Las llamadas telefónicas de rigor servían para vigilar el cumplimiento de las restricciones, que solo ocasionalmente provocaron la visita de la policía.
El 18 de enero, la cuarentena a la entrada fue reemplazada por el PCR a la llegada (al igual que en España). La medida provocó el caos generalizado en los aeropuertos durante varios días seguidos. El PCR negativo no bastará sin embargo con las nuevas normas, que condenan a la cuarentena incluso a quienes demuestren que no tienen el virus.
Boris Johson justificó la medida alegando la necesidad extra de arropar el esfuerzo por vacunar a la población, el mayor hasta ahora en Europa. Se estima que 6,5 millones de británicos han recibido ya el primera pinchazo contra el Covid. El Reino Unido es el primer país europeo por números de muertes (97.939) y de casos (3,6 millones).
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Boris Johnson alerta de la letalidad de la cepa británica
La segunda ola y la nueva cepa detectada en el sur de Inglaterra han golpeado severamente el país en el último mes. Boris Johnson ordenó el tercer confinamiento nacional y el cierre de las escuelas desde primeros de enero. Aunque la situación parece haber remitido en las últimas horas (610 muertes y 30.004 nuevos casos el domingo), el premier ha advertido que los colegios pueden permanecer cerrados hasta después de Semana Santa.
Sus declaraciones del lunes, admitiendo que puede haber "un relajamiento del confinamiento" a partir del 15 de febrero, volvieron a crear la habitual perplejidad entre los británicos, habituados ya a los volantazos y a los mensajes contradictorios de su Gobierno.