Martes 29.3.2022
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Una invasión es una intención, un objetivo parcial conducente a otro. Puede entenderse como la vía elegida para, a través de diversos hitos, alcanzar un objetivo final. Por esto, no se trata de una operación militar en sí. Bajo la metáfora del párrafo, la acción militar es el vehículo elegido para transitar el camino trazado en la proyección de objetivos políticos de un Estado, respecto a otro (o una porción de su territorio). En el fenómeno discurrido en las líneas del presente artículo, un Estado ingresa agresivamente a límites de otro Estado semejante. Normalmente, buscando conquistar el territorio extranjero (total o parcial) o para cambiar el gobierno establecido (o su forma de ejercicio).
La acción militar está compuesta por indeterminada cantidad de maniobras y operaciones militares. Cada una de ellas estará enfocada en contribuir al logro, en mayor o menor medida, de objetivos secundarios que, a su vez, conducen a un objetivo estratégico principal. Es destacable la existencia de un objetivo operacional, que suele ser el de la destrucción de la Fuerza enemiga, aferrando tropa y armamento en una maniobra que logre efecto en otra; también conducente a un fin supremo.
En el caso puntual de la invasión (militar) rusa en Ucrania, dichos fines no están – lógicamente – escritos en una cartelera publicitaria. De todas formas, un breve racconto histórico y de los movimientos y discursos de las tropas y funcionarios del kremlin en las últimas semanas nos permite sospechar que el invasor busca como objetivo estratégico principal la dominación de la región industrial y rusoparlante del Donbas y el Mar Negro, por causales y argumentos prescindibles a este análisis. Evitar la pertenencia de Ucrania a la OTAN (organismo multilateral de proyección militar) también sería parte del combo, no así la integración a la UE (organismo multilateral de proyección económica). En esa línea, buscó confundir al tiempo que desgastó recursos (humanos y materiales) en otras regiones y ciudades de relevancia protagónica (Como la capital Kiev, entre otras). Los bombardeos a ciudades de otros extremos territoriales y la sutil amenaza de escalar hacia otros Estados, pueden sumarse en el mismo sentido.
Existen objetivos de valor estratégicos que el autor denomina “de carácter dual”. Es decir, de conquista necesaria (pero no suficiente) para el invasor y de defensa primordial para el transgredido. A saber: usinas energéticas; centrales nucleares; yacimientos naturales; obras de arte; transmisión de telefonía, radio, internet o tv; instituciones gubernamentales que tengan – a través de su funcionamiento – impacto directo en el desarrollo social, político y económico de una nación; como también de su humor social (por ejemplo: Banco Central; sede de gobierno). El hackeo de plataformas digitales o servidores de entidades financieras o infiltraciones y operaciones mediáticas en redes sociales también son otros factores que alteran la balanza del momento. Cada uno de esos objetivos buscan ser – más o menos según los intereses – conquistados y defendidos respectivamente por cada Estado beligerante.
En el caso citado, queda claro que la sorprendente resistencia ucraniana ya perdió la libertad de acción que pudo ostentar en un principio. Esto porque ante una maniobra convergente (donde, por condiciones geográficas, un adversario puede actuar ofensivamente sobre otro desde varias posiciones hacia el centro o un punto específico) como la de Rusia atacando – por ahora – desde norte, este y sur hacia una región determinada (Donbas, más allá de los ataques secundarios nombrados) corresponde oponer una maniobra por líneas interiores. Ésta es la respuesta “de manual” a la primera, que de por sí tiene ventaja. Se busca, así, juntar una masa crítica de fuerzas móviles – significa una máxima concentración sobre un punto finito del conjunto (eje convergente) - y con el apoyo suficiente requerido, normalmente de Unidades blindadas y mecanizadas, buscando cumplir también una “economía de fuerzas” en todos los demás puntos para retrasar al enemigo. Esta teoría defensiva, buscada en la práctica de esta guerra, es la de soportar y disminuir al enemigo punto por punto. No debe pensarse que la defensa estará excluyentemente centrada en contrarrestar la amenaza más fuerte de la maniobra convergente, sino en aquella que le permita recuperar más rápido o la mayoría de su fuerza móvil y así buscar seguir aumentándola buscando disminuir, luego, otro eje convergente enemigo. Ucrania, puntualmente, no lo hizo de esta manera y decidió defenderse (mezclando fuerzas regulares y voluntarios) en absolutamente todos los nudos de fuego. Lo que al principio fue un éxito, sumándose a acertados ataques a la logística rusa por grupos emboscados y falencias de conducción y comunicaciones, hoy empieza a transpirar un desgaste cuyo límite se desconoce, pero que está mucho más cerca. Aquí se justifican los ataques rusos a otros puntos geográficos o el cerco a Kiev: distraer fuerzas que la defienden y restar capacidad de defensa en los sectores que realmente interesan conquistar.
El desgaste mencionado en el párrafo precedente incluye varios factores, a mencionar tres. Primero, cada vez que un cohete, misil o aeronave ruso invade espacio aéreo ucraniano las alarmas se activan en todo el territorio y no en una región específica. Se sabe que la supremacía aérea no está conquistada por nadie, pero hay una clara ventaja rusa frente a una Ucrania con un sistema de radares de alerta temprana evidentemente desmantelados. Al no tener supremacía aérea, los elementos ucranianos se ven forzados a operar como fracciones semi-independientes, al estilo guerra de guerrillas. Segundo, las citadas fuerzas móviles ucranianas no están operando coherentemente, ya fueron disminuidas de tal forma que no puede accionar coordinadamente a nivel Brigada o superior. Finalmente, el comando y control está tan dislocado como dentro de la estructura invasora. Esto implica operar por reacción y no por acción. Ucrania no logra, pese a su bien logrado discurso triunfalista, tomar la iniciativa ante una tropa rusa que – se presume – comienza a devaluar su moral y arrojo.
Hablando de tiempos, la duración de una invasión depende del espacio a recorrer, los tiempos disponibles por las circunstancias del fenómeno multilateral y la evolución de la relación del poder de combate entre las partes. En esto último, la continuidad del apoyo armamentístico occidental a Ucrania sumado a la voluntad inquebrantable (de momento) de defenderse podría extender esa intención por tiempo casi indeterminado. En el frente, el eventual salvataje de potencias económicas (con un actual discurso gris) como China o India al aislamiento mundial ruso también será determinante para la acción invasora. Fuentes consultadas para nutrir el presente indican que, por norma, el atacante debe alcanzar sus objetivos principales antes de llegar a su punto culminante. Éste es aquel momento a partir del cual su Fuerza pierde efectividad para conducir operaciones ofensivas.