Ecuador viene sufriendo varios días de protestas ciudadanas desde que el presidente, Lenín Moreno, canceló los subsidios al combustible. La decisión desencadenó protestas y episodios de violencia en todo el país suramericano.
Miles de indígenas y campesinos de todo el país se movilizan contra un acechado presidente Lenín Moreno, que tuvo que trasladar la sede del gobierno a Guayaquil.
Ecuador viene sufriendo varios días de protestas ciudadanas desde que el presidente, Lenín Moreno, canceló los subsidios al combustible. La decisión desencadenó protestas y episodios de violencia en todo el país suramericano.
A continuación, las claves para entender una de sus peores crisis políticas en muchos años:
Moreno anunció la semana pasada que el gobierno suspendería los subsidios que mantenían bajos los precios del combustible, dentro de un paquete de medidas para reactivar la economía ecuatoriana. La noticia provocó una huelga de transportistas que terminó unos pocos días más tarde, pero los choques con jóvenes e indígenas ecuatorianos mantienen la presión sobre el gobierno.
Los disturbios reflejan una sensación de alienación de muchos jóvenes ya castigados por las penurias económicas. Los problemas económicos derivan del alto endeudamiento público heredado del gobierno, entre 2007 y 2017, del expresidente Rafael Correa. Su sucesor, Moreno, también pidió créditos a agencias internacionales, en especial el Fondo Monetario Internacional.
El presidente está respondiendo con firmeza, afirmando que no cederá en la cancelación de los subsidios al combustible e imponiendo el estado de emergencia cuando las protestas se hicieron más caóticas. El gobierno dice haber detenido a unas 350 personas por cortar el tráfico, interferir con los servicios públicos o atacar a la policía.
Puede que Moreno confíe en tranquilizar el temporal hasta que las manifestaciones terminen por remitir. Pero la situación fue empeorando y a las protestas se sumaron miembros de comunidades indígenas, lo que refleja las crecientes diferencias en el país.
Se reportaron saqueos e indicios de desabastecimiento de comida en algunos mercados del país, aumentando la carga para los que ya subsistían a duras penas.
El gobierno afirma que la parálisis económica debida a las protestas callejeras le cuesta al país 70 millones de dólares al día, una situación que probablemente alimente el descontento ciudadanos cuando más se alarguen.
En un mensaje a la nación el lunes por la noche, el presidente de Ecuador anunció que había trasladado la sede de gobierno de Quito a la ciudad portuaria de Guayaquil tras otra jornada de protestas, cortes de carreteras y otras alteraciones del orden público.
Pero pese a la incertidumbre política y los crecientes rumores sobre el presidente, algunos analistas creen que no corre un riesgo inmediato de ser depuesto ni obligado a renunciar. Parece tener el apoyo del Ejército.
Además, la oposición se divide entre los que quieren alejarse del legado de Correa y los defensores acérrimos del expresidente, cuyo mandato se vio marcado por acusaciones de corrupción.
La nación andina sufrió desafíos similares a su estabilidad en el pasado.
El último fue en 2005, cuando el entonces presidente Lucio Gutiérrez, un militar retirado, renunció tras varios días de protestas en las que participaron indígenas. El Ejército aprobó de forma tácita su renuncia tras una creciente oposición a algunas de sus medidas, como la destitución de jueces importantes.
Gutiérrez, que fue acusado de tendencias autoritarias, se vio sucedido por su vicepresidente, Alfredo Palacio. Gutiérrez perdió después las elecciones ante Correa.