Martes 26.11.2024
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La tercera frontera más extensa del planeta es compartida por dos países sudamericanos: Argentina y Chile. Debido a esto se han observado durante mucho tiempo como invasores, o al menos, ambos desconfiaron de los deseos expansionistas de su vecino. Uno de los conflictos limítrofes que mayor repercusión y tensión generó entre los países trasandinos fue el mantenido por el canal de Beagle. Debido a la falta de entendimiento, las partes recurrieron al arbitraje de la Corona británica. En 1977 el Foreign Office británico dio a conocer a los representantes de Chile y Argentina, el laudo arbitral. Éste adjudicaba las islas Lennox, Picton y Nueva a Chile. El gobierno de este país expresó que fiel a su respeto a los tratados internacionales, cumpliría fielmente el fallo.
Antonio Samoré (1905-1983), el cardenal italiano que ofició de representante papal en la mediación del litigio territorial denominado Conflicto del Beagle. Su intervención frenó la escalada bélica en 1978.El gobierno de facto argentino, por su parte, consideró que lejos de ser un fallo jurídico, se trataba de un fallo netamente político, debido a la fluida relación entre el Reino Unido y Chile, y en mayo de 1978 declaró nulo el laudo británico. La intensidad del conflicto se incrementó. Las negociaciones civilizadas parecía que en cualquier momento cederían su lugar al enfrentamiento bélico. Por suerte, pese a las dificultades, algunas personas en ambos costados de los Andes seguían buscando una salida pacífica. La búsqueda de un nuevo mediador no sería tarea sencilla. No abundaban terceros que reunieran, a los ojos de las partes en conflicto, la condición de neutral. Luego de una compleja búsqueda, los antagonistas hallaron uno. La Santa Sede fue el actor escogido, de común acuerdo, para someter el litigio.
A esa altura, el grado de tensión lograba alterar el ritmo cardíaco de cualquier gurú en inteligencia emocional. Ambos países –gobernados por dictaduras militares– habían movilizado sus fuerzas a lo largo de la frontera, es decir, tanto al este como al oeste de la cordillera se respiraban aires castrenses. En ese contexto, Karol Józef Wojtyla, más conocido como Juan Pablo II, aceptó la misión y pronto se convertiría en el papa artífice de un entendimiento entre países sudamericanos.
El cardenal Antonio Samoré fue designado representante papal para intentar dirimir pacíficamente el pleito limítrofe. La mediación papal impidió que una de las cadenas montañosas más bellas del mundo se convirtiera en teatro de operaciones y testigo de una guerra entre vecinos. En vísperas de la Navidad de 1978, el cardenal Samoré enunció la inmortalizada frase: "Veo una lucecita de esperanza al final del túnel". A partir de ese momento, las negociaciones por la paz se encaminaron y concluyeron felizmente con la propuesta de paz y amistad presentada por el Papa Juan Pablo II en diciembre de 1980, aceptada por ambos Estados.
En 1984, ya siendo Raúl Alfonsín el presidente de la República Argentina, las partes intercambiaron los documentos de ratificación del Tratado de Paz y Amistad ante el Secretario del Estado de la Ciudad del Vaticano, Agostino Casaroli, y pusieron fin a un problema interestatal que despertó temor y ansiedad en ambos pueblos. Lamentablemente, el cardenal Samoré no pudo presenciar la concreción del tratado. Falleció antes de su firma, en 1983, en Roma. En su honor se rebautizó el segundo paso en importancia entre la Argentina y Chile como Paso Internacional Cardenal Samoré (ex Paso Puyehue).
La nueva delimitación territorial en nada alteró el laudo de la Corona británica que la Argentina había declarado nulo años antes. Ese fue el fin de una controversia polémica y vital para las actuales relaciones de vecindad que hoy mantienen la Argentina y Chile. Es digno de destacar la figura del papa Juan Pablo II en aquel enmarañado escenario, centrado en reivindicaciones territoriales. He aquí las cualidades de un líder que no necesitó hacer uso de la fuerza para imponer su voluntad.
El respeto, el reconocimiento y la confianza que inspiró su figura en ambos Estados sudamericanos, no sólo impidió el derramamiento de sangre entre vecinos, sino que, además, constituyó el pilar de los presentes aires de distensión que hoy se respiran en las relaciones bilaterales argentino-chilenas, tan necesarios -por cierto- para una era caracterizada por la interacción de bloques regionales y la importancia geopolítica del Océano Pacífico en el comercio internacional.
En el campo de la Defensa, el acercamiento se potenció con la implementación de medidas de fomento de la confianza por parte de ambos países. Estas medidas contemplan el aviso de un país a otro, previo a cualquier maniobra o ejercicio militar en la frontera, para evitar que sea percibido como un intento de agresión o invasión. En diciembre de 1998, el presidente Carlos Menem de Argentina y su colega de Chile, Eduardo Frei: durante una ceremonia que se llevó a cabo en el Salón Blanco de la Casa Rosada, superaron el último de los veinticuatro diferendos que aún existían entre ambos Estados, suscribiendo el entendimiento que precisa el recorrido del límite desde el Monte Fitz Roy hasta el Cerro Daudet.
El martes 26 de noviembre, cuatro décadas después del Tratado de Paz y Amistad, en el Vaticano se llevó a cabo un acto en conmemoración de aquel acuerdo que evitó un conflicto armado por la disputa del Canal de Beagle. En el evento el papa Francisco deseó que ese acuerdo histórico sea visto como "un modelo a imitar" ante los conflictos internacionales vigentes. Francisco no hizo ninguna mención a la ausencia del canciller de Argentina, Gerardo Werthein, quien explicó que la misma tenía que ver con algo que ocurrió durante la cumbre de líderes del G20, en la que hubo un desencuentro con representantes de Chile.
En otro pasaje de su discurso, Su Santidad recordó que cuando se cumplió el vigésimo quinto aniversario se realizó en el Vaticano un acto realzado por la presencia de las presidentas de Argentina, la señora Cristina Fernández Kirchner, y de Chile, Michelle Bachelet. No es un dato menor, que tanto Sebastián Piñera como Gabriel Boric (ex y actual presidentes de Chile, respectivamente), reafirmaran el respaldo de Chile a los legítimos derechos de soberanía de la Argentina sobre las Islas Malvinas.
(*) Analista internacional especializado en la Universidad Nacional de Defensa de Washington, docente universitario y consultor. Es autor, entre otros trabajos, de "Postales del Siglo 21" y "Malvinas: un pretexto para legitimar a un gobierno totalitario".