El Litoral
El enfrentamiento que Turquía, con numerosos ataques y asedios, viene librando desde hace tiempo contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y sus aliados en regiones de Siria e Irak ha sobrepasado en los últimos días sus fronteras tradicionales para trasladarse también a Alemania.
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DPA
En la potencia europea, en la que residen unos tres millones de personas de origen turco, se registraron en la última semana hasta cinco ataques incendiarios contra mezquitas y organizaciones turco-germanas.
No están claras las razones de estos fuegos intencionados, que desconocidos prendieron amparados por la oscuridad de la noche en cuatro regiones del país, pero las fuerzas de seguridad germanas no descartan que guarden relación con la actual ofensiva que Ankara está llevando a cabo contra los kurdos en la región Siria de Afrin.
"El gran problema no lo constituyen los ataques actuales que han sido perpetrados seguramente por miembros del grupo terrorista PKK, sino el gran número de ataques cometidos por la extrema derecha", declaró Zekeriya Altug, miembro de la directiva de la organización turco-islámica Ditib.
La ola de violencia transcurrió además de forma paralela con la convocatoria de manifestaciones en cerca de una decena de ciudades germanas, en las que se llamaba a los prokurdos a protestar por la intervención del Ejército turco en el Norte de Siria.
En Berlín, cerca de un centenar de personas salieron a la calle. En ciudades como Hamburgo y Saarbrücken (en la frontera con Francia) fueron casi 400 los manifestantes contabilizados por la Policía. A ellos se sumaron además otras protestas en Colonia, Düsseldorf, Dresde, Stuttgart, Núremberg, Bremen o Bonn.
"Las fuerzas de seguridad están intercambiando continuamente información sobre los actuales acontecimientos", señalaron esta semana desde el Ministerio de Interior de Alemania.
"Debido a que aquí reside una gran cantidad de ciudadanos turcos, Alemania constituye también un reflejo del conflicto turco-kurdo que se da en sus lugares de origen. Los acontecimientos en la región de Afrin tienen un efecto emocional para para los kurdos que residen en Alemania", agregó una portavoz del citado ministerio.
Aunque pocos políticos lo reconocen abiertamente, en la primera economía europea constituye un secreto a voces el temor que existe a que la situación de seguridad se descontrole.
La manifestación kurda secundada el pasado domingo en el aeropuerto de Düsseldorf terminó con 16 heridos leves. Once de ellos eran viajeros que nada tenían que ver con la protesta y los cinco restantes agentes de policía.
Muchos temen que la escalada de tensión aumente de forma paralela en Siria y en Alemania y recrudezca todavía más las ya complicadas relaciones que mantienen Berlín y Ankara desde mediados de 2016, cuando el Bundestag aprobó una resolución que calificaba como genocidio la masacre sufrida por los armenios cien años atrás durante el Imperio Otomano, causando gran irritación en el Bósforo.
La marcada deriva autocrática e islamista de la que es acusado el presidente Recep Tayyip Erdogan desde que tuvo lugar el intento de golpe de Estado en Turquía en julio de 2016 y las continuas encarcelaciones de activistas, periodistas y ciudadanos alemanes en el país del Bósforo tampoco han ayudado a limar asperezas.
Alemania y Turquía han mantenido tradicionalmente unas buenas relaciones bilaterales. En la potencia europea viven casi tres millones de personas de origen turco, siendo la comunidad de inmigrantes más numerosa que existe en el país.
En la actualidad, diplomáticos de ambos países se esfuerzan por acercar posiciones, sin embargo los avances en esta dirección son nimios debido a los continuos reproches públicos.
Turquía se viene quejando desde hace tiempo de la supuesta actitud laxa de Alemania hacia el PKK, al cual Ankara, la Unión Europea y Estados Unidos consideran una organización terrorista. El grupo lucha desde hace décadas por un Estado kurdo independiente de Turquía.