El Litoral
Esos menores, en su gran mayoría, solo conocieron una vida de persecución estatal en la selva vistiendo trajes de camuflaje y portando fusiles.
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DPA
Más de medio centenar de niños y niñas que vivieron los últimos años del conflicto armado interno colombiano al interior de las filas de las FARC saldrán en las próximas semanas del grupo armado para comenzar la reconstrucción de sus vidas en tiempos de paz.
Fueron casi 12.000 menores de edad que la guerrilla aceptó haber reclutado mayormente a la fuerza en sus filas durante más de medio siglo de enfrentamiento armado con el Estado.
Esos menores, en su gran mayoría, solo conocieron una vida de persecución estatal en la selva vistiendo trajes de camuflaje y portando fusiles.
Uno de los compromisos de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) en el marco del proceso de paz con el Gobierno, que duró casi cuatro años en Cuba, fue el de renunciar a esa práctica considerada un delito de guerra.
Por esa razón, en septiembre del año pasado esa guerrilla entregó un primer grupo de 13 menores de edad a Unicef, el organismo acordado por las partes durante la negociación, que evaluará el estado de salud de los pequeños y comenzará a recuperar sus derechos.
Aunque en los estatutos de las FARC está explícita la prohibición del reclutamiento de menores de 15 años, existen centenares de testimonios de niños y niñas que afirman haber entrado a la guerrilla sin haber cumplido siquiera diez años.
Varios de ellos han detallado que por no cumplir órdenes o incluso por intentar escapar recibían castigos como ser amarrados a árboles por un tiempo extenso, cavar huecos y trincheras y ser obligados a realizar trabajos forzados.
En el acuerdo de paz firmado por las partes en noviembre pasado, que incluye el desarme progresivo de las FARC en un plazo que se cumple en mayo próximo, se estableció que los menores “serán tratados como víctimas” y no deberán responder judicialmente por ningún delito.
La ardua tarea de devolverle la esperanza a los niños soldado
La cicatriz mal cosida que cruza el vientre de Joseph mide cerca de 20 centímetros y tiene el aspecto de una gran cremallera. El niño soldado de diez años del Congo tuvo suerte dentro de lo que cabe, pues fue alcanzado por dos balas en un enfrentamiento y sus torturadores, una milicia islámica, le dejaron atrás para morir. Afortunadamente, los soldados le rescataron.
"Una bala seguía en mi vientre. Tuvieron que buscarla y sacarla", recuerda el chico.
Igual que Joseph, en todo el mundo hay decenas de miles de niños a las órdenes de grupos armados, en países como el Congo, la República Centroafricana, Irak, Libia y Siria, según estima Naciones Unidas.
"Los niños soldado son un síntoma de Estados y sociedades fallidas", explica Oliver Müller, director de Cáritas Internacional con motivo del Día Internacional contra el Uso de Niños Soldado, que se celebra el sábado.
Convierten a los niños en autores de atrocidades. Torturan a los prisioneros, matan a tiros a los atacantes y violan a mujeres. Pero sobre todo son víctimas, ya que se les roba su infancia. Debido a sus actos y a lo que ven, quedan traumatizados para el resto de su vida.
"Saben que lo que hacen como soldados es inhumano y brutal", explica Ekkehard Forberg, experto de la organización humanitaria World Vision. "Y creen que es su culpa. Ese sentimiento de culpabilidad no les abandona nunca".