Para que siga siendo un territorio libre de coronavirus, el Consejo de los administradores de los programas antárticos nacionales (COMNAP) ha enviado a los comités polares de los países presentes en el continente helado un documento con recomendaciones de seguridad que va actualizando periódicamente -la última versión es del 16 de marzo- porque, como destaca este organismo internacional, "la situación cambia constantemente".
Tenés que leerPreocupa la presencia de mosquitos en la AntártidaEntre ellas figura que los turistas no puedan visitar los centros de investigación. Ellos son la población más sensible pues además del riesgo de que contagien porque no se someten a las cuarentenas que sí cumple el personal que trabaja en la Antártida, muchos de los que se embarcan en esos caros cruceros polares son personas de avanzada edad. Por eso, antes de este coronavirus, muchos programas antárticos ya habían suspendido la interacción entre los turistas y la tripulación de los barcos con los miembros de sus campañas.
Aunque la mayoría de las personas que participa en las expediciones es joven y tiene un buen estado de salud, el COMNAP subraya que también ellos pueden sufrir síntomas moderados que pueden tener un gran impacto en la capacidad operativa de las bases.
El COMNAP también pida que se suspendan todos los viajes que no sean imprescindibles y las visitas a las distintas bases, que debe revisar y mejorar sus condiciones de seguridad e higiene, su capacidad para hacer diagnósticos y para la telemedicina. Además, se dan instrucciones para evitar que, si se da un caso positivo en alguna base, el coronavirus se propague por el continente.
"En nuestro caso, al no tener mas entradas de gente [en la base Juan Carlos I] no hemos tenido que cambiar nada en nuestro día a día pero sí informarnos para la vuelta para poder adaptarnos. La información la hemos "filtrado" mediante la médico que teníamos en ese momento en la base", cuenta Jordi Felipe, el máximo responsable de la base Juan Carlos I (CSIC).
Tampoco han tomado medidas especiales en la Gabriel de Castilla, salvo las recomendaciones generales que se han hecho en España y, en términos generales, la Organización Mundial de la Salud y de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC): "Teniendo en cuenta el aislamiento que existe en nuestra base, no ha hecho falta ningún protocolo especial COVID-19", dice Villoria.
SEIS MESES DE AISLAMIENTO
Otras bases, las menos, están abiertas todo el año, y como señala Antonio Quesada, las del interior de la península quedan totalmente aisladas. La Antártida es un continente muy hostil en su conjunto pero hay zonas mucho más inhóspitas que otras, y si evacuar a una persona enferma o herida no es nada fácil en muchas zonas, en otras resulta imposible durante el invierno.
"Hay dos áreas diferenciadas. La Península antártica, donde están las dos bases españolas, tiene un acceso más sencillo a Sudamérica -está a dos o tres de vuelo- y aunque las condiciones son muy duras (en invierno suele haber unos -25ºC con sensación térmica de -40ºC) , hay más posibilidades de evacuación, incluso en invierno. El último avión suele volar en abril o mayo, y el primero entra en octubre o principios de noviembre. Además, Chile suele hacer un vuelo al mes en aviones pequeños con capacidad para 16 o 18 personas", cuenta este experto antártico.
Pero el continente antártico, añade, es muchísimo más duro: las temperaturas típicas del invierno rondan los -50ºC y en lugares como la base rusa Vostok, por ejemplo, se llegan a alcanzar nada menos que -70ºC: "En marzo sale el último vuelo y no suele haber otro hasta octubre. Se pasan seis meses aislados porque las temperaturas son tan bajas que los aviones no pueden aterrizar porque si pararan se congelarían", dice el científico, que recuerda que la temperatura mínima medida de la Tierra, -92ºC, se registró en la Antártida y que el CO2 que exhalamos se congela a -56ºC.
No obstante, Andrés Villoria no cree que la gravedad de del brote obligue a que tengan que cerrar las bases abiertas durante el invierno austral como medida de precaución. "De hecho, pienso que si alguien está seguro ahora mismo en algún rincón del globo son las bases permanentes de la Antártida; ellos disponen de medios para aguantar allí todo el año totalmente aislados de la pandemia. Seguramente deberían restringir las visitas que no demuestren estar libres de virus. No obstante, no puedo imaginar la angustia de los que allí se quedan por sus familiares", reconoce.
Otro escenario que barajan los epidemiólogos es que el actual brote se controle en unos meses y repunte el próximo otoño, pero Villoria considera que es la actual pandemia la que va a tener efectos en la próxima temporada de investigación: "Una campaña antártica es algo que requiere mucha preparación y programación previa. El coronavirus está teniendo ya consecuencias en la preparación de la siguiente campaña (dificultad para trasladar los componentes, para hacer reuniones, etc). Aunque la resolución que caracteriza a las Fuerzas Armadas hará que, sin duda, si se puede hacer, se haga", dice Villoria, que actualmente está destinado en la Unidad Médica de Aeroevacuación (UMAER) del Ejército del Aire, en la Base Aérea de Torrejón de Ardoz.
Este responsable médico es de la opinión "de que el coronavirus ha venido para quedarse y, en el siguiente brote la cosa será más tranquila, pues no habrá contagio en oleada y será más como la gripe estacional. Estoy casi seguro de que habrá un segundo brote, y un tercero; veo que es una enfermedad muy difícil de erradicar".
En la práctica, ¿cómo se prepararán las bases antárticas para hacer frente a los futuros brotes de SARS-CoV-2? "En mi opinión, no es una cuestión de incorporar equipo técnico ni instalaciones concretas, dado que, si se elige ese camino, el de un "módulo de aislamiento", el equipo material y personal que precisa es tan técnicamente avanzado y costoso a nivel económico y logístico que no está justificado. La Antártida es un continente que apenas tiene enfermedades por su natural ausencia de vectores contagiosos y lo hostil del entorno", relata.
Desde su punto de vista, "el peligro más grande que existe de contagio son las visitas humanas que uno recibe cuando está allí y, normalmente estas vienen de muy lejos y han pasado sus cuarentenas a bordo de los barcos. Como medida, se pueden establecer protocolos más estrictos previos a las visitas que contemplen medidas de desinfección, como ya se hace para la preservación del medio ambiente, por ejemplo", propone.
"Creo que esd un virus que se va a incorporar a la batería de enfermedades que tenemos de afrontar anualmente los humanos dada su alta tasa de infectividad y su baja tasa de mortalidad. Y no tardarán en aparecer mutaciones de manera anual y habrá que combatirla como la gripe estacional una vez pasado este brote inicial", reflexiona Villoria. "No obstante es una de las fragilidades de nuestro mundo en el siglo XXI, un día por la mañana alguien se infecta de coronavirus en Pekín y por la tarde está tosiendo sobre un empleado de una cafetería de Nueva York".